domingo, 8 de septiembre de 2013

Asalto a la Patronal, disturbios callejeros y actuación de la Guardia Civil

Vuelvo sobre un tema que ya toqué pero que amplío al haber localizado información con detalles de interés. Ya vimos que en la mañana del 20 de marzo de 1936 el anarquista Luis Amboage Mato, acompañado de varios mandriles persiguió desde Linares Rivas hasta Caballeros a un grupo de obreros a los que tenían por esquiroles. Entraron en los ranchos de Lozano, se produjo un tiroteo y Amboage cayó muerto en los campos inmediatos encontrándosele un vergajo y una pistola. Esta muerte sirvió, una vez más, para que los anarquistas olvidasen su carácter previo de victimarios y enarbolasen el discurso victimista declarando la huelga general; que delirasen acusando a la Asociación General Patronal de armar a aquellos obreros que no eran anarquistas; que el gobernador civil se doblegase ante las presiones sindicales desterrando al presidente de la Asociación, José Pérez Cepeda; que prosiguiesen los disturbios que padecía la ciudad desde hacía días (asalto a la Unión Regional de Derechas, al Náutico, o a Renovación Española), ahora con el asalto al local de la Asociación General Patronal y al de las Juventudes Católicas, números 20 y 22 de la calle Real, respectivamente.

Entre las cuatro y cuatro y media de la tarde de aquel 20 de marzo de 1936 el gobernado civil, José Sánchez Gacio, dio orden a la Guardia Civil para que se dirigiese a la calle Real en donde se encontraba la sede de la Asociación General Patronal cuyos locales estaban siendo asaltados. De inmediato, el primer jefe de la Comandancia, teniente coronel Benito de Haro Lumbreras, dispuso que saliese del cuartel de Médico Rodríguez una sección al mando del sargento Faustino García Estévez, cabo Francisco Brea Cadavid, nueve guardias y dos conductores. Llegó el pelotón en una camioneta a la mitad de la calle Real, atestada de público y no pudo avanzar, así que la fuerza se apeó, fue insultada (el insulto a fuerza armada era un grave delito militar), teniendo que abrirse paso a viva fuerza mediante culatazos y disparos al aire. Al llegar a la patronal el espectáculo debía ser tan bochornoso como el que se estaba viviendo en días previos con otros asaltos: los muebles eran golpeados unos con otros en el interior de los locales y a continuación arrojados por los balcones.

En las inmediaciones de la Patronal estaba de guardia una pareja de Asalto desde la una de la tarde, con orden de estar por allí sin hacerse muy visibles, sin que se les hubiese dicho nada sobre intervenir. De ahí la decepción de la Patronal ante su falta de actividad que se incremento en días posteriores con la negativa del Ayuntamiento a condenar los disturbios, o que el alcalde --que sería fusilado al comenzar la guerra-- calificase lo ocurrido como expansiones político-sociales de los primeros días de la victoria popular electoral

En torno a las cuatro de la tarde llegó un grupo individuos que se dirigieron a la pareja de Asalto para comunicarles su propósito de subir a la Patronal y entrevistarse con sus responsables. No les pusieron inconveniente. Al llegar al primero, los empleados vieron que algunos tenían sus manos en los bolsillos de las americanas, como portando pistolas o revólveres. Dijeron que buscaban armas. Se les respondió, entre otros por Luciano Pita Romero, que allí no había armas, pero de nada sirvió. Registraron a algunos empleados e inmediatamente se pusieron a golpear unos muebles con otros y a arrojarlos por los balcones. Los trabajadores de la Patronal quisieron huir pero por la escalera subía un tropel de mandriles que se lo impedía, así que algunos se refugiaron en los pisos altos y otros se escaparon saliendo por las ventanas que dan a la calle de la Galera, pasando a una casa colindante.

Al llegar a la altura del local asaltado la sección de infantería de la Guardia Civil, parece que se les disparó desde un balcón por donde arrojaban los muebles a la calle, desde un cercano edificio en cuyo bajo se encontraba la mercería La tijera de oro, desde la papelería de Braulio, o desde la esquina de Real con Agar. El guardia conductor, Manuel Bazaga Delgado, repelió con su pistola la agresión que sufría desde los balcones de la Patronal, logrando que quien lo hostilizaba se refugiase en el interior. Los guardias dispararon sus fusiles, teniendo que curarse varias personas en la Casa de Socorro del Hospital de Caridad de heridas de arma de fuego producidas en las pierniñas; otros sufrieron lesiones leves como consecuencia de la caída de los muebles a la calle, y llama la atención que varios de los lesionados no fueron hallados ni eran conocidos en los domicilios que declararon como propios al ser curados. Algo non sancto harían, vamos, digo yo.

Pese a que el cabo Brea y un guardia fueron suficientes para despejar el local de la Patronal, en donde quedaron de guardia, en la calle los grupos seguían insultando y hostilizando a la fuerza. Teniendo noticias de esto en el cuartel de la Guardia Civil, el primer jefe hizo salir una sección a caballo al mando del jefe de la línea de la capital, teniente José Aranguren Ponte. También parece ayudó a restablecer el orden público una sección de Asalto al mando del teniente Santiago Fernández Miranda, que según el P. Silva Ferreiro arrebató personalmente de manos de los manifestantes la bandera comunista. Desde el 17 de febrero estaba declarado el estado de Alarma, quedando de este modo prohibida la formación de grupos de personas en la vía pública, así que la sección montada dio los correspondientes toques al clarín sin que los grupos se deshiciesen, y simuló cargas con los caballos al trote, logrando dispersar a los grupos, que se rehacían. Uno de estos grupos se encontraba en la Marina en las inmediaciones de Correos e insultaba a la pareja que guarnecía el acceso a la calle Real por el callejón de la Marina. Salieron para disolverlos siendo tiroteados, haciendo uso del sable el guardia Ángel Pérez Castro, sable este que se le rompió en una de las cargas. Cuando regresaban a la entrada del callejón, el caballo del otro guardia, Faustino Peña Cababas, resbaló, cayendo sobre una pierna de este lo que le ocasionó una fractura. Vista la caída por parte de los grupos, se dirigieron al que estaba en tierra, así que su compañero tuvo que prestarle auxilio haciendo uso de su pistola aunque no llegó a dispararla, pero logrando dispersar el grupo.

Hasta las nueve y media de la noche en que la Guardia Civil se retiró a su cuartel se produjeron varios incidentes, tal vez el más destacado se dio en San Andrés. Pasaba por allí un coche de reparto de pan de la Viuda de Vaquero, establecida en la Corbeira. Los grupos pararon el coche e hicieron apear a los dos trabajadores. Se dirigieron con el vehículo a la Casa Cuna, establecimiento al que de forma demagógica entregaron el pan y a continuación llevaron el vehículo al Campo de Marte en donde le prendieron fuego. Ya vimos algo de esto.



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