miércoles, 7 de enero de 2009

Marditos roedores


Hace pocas semanas la prensa de Umbilicus mundi nos sorprendía con un anuncio del ministro de Cultura ¿Sobre lo mío? Pues no. Mecachis... sobre la creación de un Centro de Estudios de la Cultura Europea en las instalaciones que venía ocupando el Gobierno Militar de la Plaza, también conocido como palacio de la Intendencia. Como el darle al pico es libre, ya se dice que el presidente del organismo será el actual embajador en el Vaticano y antiguo alcalde, Francisco Vázquez, y que la institución es una argucia para que Molina pueda traerse de vuelta y jubilar de la política a su amigo el actual embajador en el Vaticano. Lo que hay de cierto o no, eso que se lo pregunten al ministro o al embajador.

El edificio ha merecido reciente atención por parte del catedrático de Historia del Arte de la Universidad de Santiago, prof. Vigo Trasancos, y según este autor, el solar fue propiedad del Marquesado de Montaos que de acuerdo con Estrada Nerida, en 1640 lo donó a la Real Hacienda acogiendo desde entonces a diversos organismos como fueron la Contaduría del Sueldo del Reino de Galicia y la Veeduría Militar -lo que explica que el inmueble se emplace en la calle de la Veeduría- o a partir de 1725 con Rodrigo Caballero de intendente, la sede de la Real Intendencia de Galicia. Allí se estableció la Real Academia de Agricultura del Reino de Galicia, cuyo libro de actas figura en la relación de entrega del fondo José Cornide -secretario de la Academia- al Archivo Regional de Galicia, dirigido entonces por Andrés Martínez Salazar, libro que hoy se encuentra en la Fundación Pedro Barrié de la Maza, dentro de la biblioteca de Carlos Martínez-Barbeito, nieto de Martínez Salazar... El edificio de la Intendencia o Gobierno Militar, que yo recuerde, siempre fue considerado como perteneciente a Hacienda, y de hecho en los años 20 del siglo pasado aún se consideraba así, entendiéndose que los militares lo usufructuaban. Si ahora el titular es el Ministerio de Defensa, estupendamente, pero no lo tengo muy claro.

En 1890, al año de haberse hecho cargo del Archivo Provincial de Hacienda, el mismo Andrés Martínez Salazar nos da un nuevo ejemplo de lo mal que se llevan (o llevaban) militares y archivos, precisamente en el edificio que nos ocupa; incluso nos permite conocer una amenaza para los documentos que ya no debe serlo en un país desarrollado como el nuestro. Dice que el edificio de la Intendencia "de tiempo inmemorial estaba en su mayor y mejor parte destinado para archivo de Hacienda de esta provincia, el cual dichas autoridades militares fueron relegando por propia autoridad y sin intervención de la Administración a los inmundos sótanos en que al presente se hallan los papeles y libros, no sin antes haberlos hecho arrojar al patio desde los pisos superiores del edificio valiéndose de soldados, que deslegajados y confundidos, los echaban a granel sobre el húmedo pavimento de los sótanos".

Esto de arrojar los documentos a los patios de luces, con el consiguiente deslegajado, no sé de qué me suena... Sigue el mismo autor señalando que en el "húmedo sótano" se encontraban documentos pertenecientes al negociado de Propiedades y Derechos del Estado hasta una altura de 30 cm, y que la mayoría estaba reducido a polvo, en parte por hallarse los documentos arrimados a las húmedas paredes, en parte por "las ratas, que son tan numerosas y grandes, que se defienden y amedrentan a los gatos" xDDDDDDD

Archivo de la Biblioteca Nacional, Junta Facultativa de Archivos Bibliotecas y Museos, Memoria anual del Archivo Provincial de Hacienda en A Coruña (1889-1890), sign. 96/17.

Vigo Trasancos, Alfredo: A Coruña y el siglo de las luces :la construcción de una Ciudad de Comercio (1700-1808). Santiago de Compostela : Universidade de Santiago de Compostela ; A Coruña : Universidade da Coruña, 2007.

No recuerdo otras menciones sobre presencia de gatos en un archivo. En Simancas están organizando el archivo de gestión, y entre las muchas sorpresas que deparará, tal vez se encuentre algo en este sentido. En cualquier caso, si en los libros de fábrica de las iglesias es normal encontrar partidas destinadas a la manutención del gato, no me parece impensable que los archivos contasen con un felino para defender a los documentos de los ataques de los (marditos) roedores, que hacían calicatas a través de los legajos para instalar convenientemente a sus camadas, o que se alimentaban del papel dejando esos finísimos dientes de sierra en las hojas características del papel ratonado.


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