jueves, 9 de junio de 2011

Carnet de Identidad Católica


De esto que os voy a contar, los señores de la memoria histórica, ni mu. Y voy a parecer un malvado agente de las fuerzas vaticanistas, cuando quien realmente me conozca sabe que respeto determinados temas pero mantengo distancia e independencia. Eso sí, estoy encantado de que cualquiera profese la religión que le venga en gana y desde mi pequeña parcela lucho para que no se den situaciones de injusticia, de dogmatismo o de sectarismo. Con motivo de la promulgación de la Ley de Secularización de Cementerios de 30 de enero de 1932, se hicieron casi imprescindibles para los católicos carnés como el que veis arriba (la parte inferior es mera publicidad del producto). El artículo 4 de esta disposición prescribía:

El enterramiento no tendrá carácter religioso alguno para los que fallezcan habiendo cumplido la edad de veinte años, a no ser que hubiesen dispuesto lo contrario de manera expresa.

Lo cual me parece de risa por no decir que se me antoja intolerable ¿Pero es que la familia no iba a saber si su deudo profesaba una religión y deseaba que su enterramiento se verificase de acuerdo con sus ritos? ¿Cómo es posible que se diese cancha a la masonería para que interviniese en momentos tan delicados jugando al anticlericalismo? De hecho, la cosa fue tan histriónica que curas y monjas tuvieron que disponer de forma expresa que deseaban ser enterrados de acuerdo con la religión católica. De ahí que el Reglamento que desarrollaba esta Ley, ante las protestas, tuvo que abrir la mano con ellos y en su artículo 26 se les relevó de disponer de forma expresa que deseaban enterramiento celebrado de acuerdo con su religión ¿Alguien se cree que este modo de actuar y de legislar no dio pie a que se generase el odio que consumió aquella república? ¿Nadie se explica el porqué las derechas y los católicos cuando tuvieron ocasión, se vengaron con dureza de la masonería? Lo que siempre digo: cuando no hay Justicia, se abre camino a la venganza. Estamos ante un ejemplo más de ir a por uvas: primero comienzan unos, luego los calientan, y al final se hacen las víctimas teniendo ocasión de dar pena por toda la eternidad. No haber empezado y no los hubiesen calentado.

Y otra cosa. No sé si el hecho de conocer al DNI como carné de identidad tendrá su origen en la forma de denominar a estos carnés. En este no figura la foto, pero en algún otro que conozco, sobre el nombre, apellidos y demás señas, se colocaba una foto tamaño carné porque cada una de las dos partes de la carterita posee unas dimensiones similares a las de una foto de tamaño carné. La parte exterior podía ser como la que ofrece esta imagen.




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