martes, 21 de junio de 2011

¿Monumento al odio?


Con motivo de una de mis incursiones en el monumento dedicado por los señores de la memoria histórica a unos 600 individuos que venden como muertos por los vencedores, cuando ya veremos que en los que van de rigurosos precisamente la falta de rigor tiene diversas manifestaciones en el memorial (individuos en absoluto represaliados, sino muertos como consecuencia de accidentes o apellidos erróneos) me he encontrado con esta pintada, no sé si calificarla de minimalista en la que un ciudadano muestra su disconformidad con el memorial en cuestión. Yo no aconsejo a nadie que desarrolle estas prácticas. Pueden hacer que me suban las comisuras de los labios pero en el fondo es entrarles al trapo, emplear sus métodos, con lo cual podrían hacerse las víctimas, dar la murga por toda la eternidad y ya se sabe que lo peor que se puede hacer con un troll es entrarle al trapo. Como tengo a este tipo de memoriales por un trolleo, el planteamiento debe ser no el que marquen ellos, sino otro distinto en el que se ponga ante los ojos de la gente información que le haga ver lo que pasaba en aquella sociedad, como funcionaba, sus valores y sus contravalores y claro, lo que callan o despachan en dos líneas los turiferarios de la memoria histórica. Poner en evidencia que juegan al presentismo: juzgan el pasado con criterios del presente. Cuando se hace lo anterior la experiencia me dice que se ponen como una hidra de siete cabezas porque se quedan desarmados ante una parte de la verdad que silencian. Por ejemplo, si se habla de incendios de iglesias, que los había y de los que ellos no dicen ni mu o los despachan en dos líneas, o de un modo comprensivo, que si quemar iglesias era muy difícil, que fíjate tú que desesperados estaban para llegar a esos extremos,, etcétera, se cogen unos rebotes en verdad cómicos.

En cualquier caso este tipo de memoriales ¿son un monumento al odio? Entiendo que en absoluto. Pueden generar odio en los más exaltados, pero en esos el odio entiendo que es ya intrínseco. En mi opinión estos monumentos como la memoria histórica en general, forman parte de un proyecto de ingeniería social para que la supuesta izquierda se reconozca como tal en lo accesorio cuando ya no lo es en lo substancial. Es un modo de diferenciarse de la supuesta derecha cuando en realidad sus políticas son también de derecha. La izquierda a día de hoy, que yo sepa, no lucha para acabar contra la "maldita" propiedad privada; tampoco pide la nacionalización de la banca; y no se sabe que tenga como objetivo poner en manos de los trabajadores los medios de producción. Antes al contrario se les ve a partir un piñón con los banqueros, defendiendo sus intereses económicos y los de los grupos de poder que los apoyan. En realidad son sólo izquierdistas por lo accesorio, por ser antifranquistas y anticlericales, que mira tú que bien. Una mera fachada que en mi opinión en absoluto sirve para mejorar las condiciones de vida de la población e igualarla económicamente, que es lo que importa.

Con este tipo de monumentos, con la memoria histórica en definitiva, sólo se persigue una demonización de la derecha, crispar, agitar, eso de "hacer tensión" de lo que hablaba nuestro nunca bien ponderado presidente; que la gente se deje manipular en definitiva con tres simplezas y siga lo que en apariencia es más cool. ¿Que dice Jordi González que Franco era un "dictador asqueroso" (poniendo cara de asco)? Pues mira tú que bien. Como si lo dice Belen Esteban. De todos modos tengo la sensación de que la gente tampoco se cayó de un guindo ni se deja manipular con tanta facilidad. La ciudadanía se puede callar ante unas encuestas preelectorales a la hora de declarar su voto, no fuese a ocurrir que los miren mal, o que en una tertulia no quede cool decir que no se va a votar a la izquierda; o que se los pongan a los pies de los caballos como ponen ahora a la RAH IU y sus palmeros; pero una vez que llega el día de la votación, la población ignora los mensajes de manipulación y vota lo que en cada momento le parece más adecuado. De hecho, tengo la sensación de que las campañas de memoria histórica han sido tan intensas y sus cabezas visibles son tan estridentes, que a día de hoy muy pocos se creen sus mensajes, por excesivos. Todo ello pese a que estén "avalados" por muchos departamentos de Historia contemporánea que todo el mundo sabe que están en manos de la izquierda no precisamente más moderada, y de los que tengo la sensación de que funcionan en simbiosis con el Gobierno como los de la ceja. El Gobierno subvenciona determinados estudios, los departamentos realiza esos estudios que exalten lo favorable a los intereses del Gobierno, silenciando lo que es contrario o hacen lecturas peregrinas, y el Gobierno sigue subvencionándolos, colocando a sus cabezas visibles en comisiones que dicen de expertos cuando en realidad todo el mundo sabe que son comisiones de una ideología bien marcada con la que en el fondo se pretende el control de la sociedad por adoctrinamiento. Una trama clientelar y de poder como otra cualquiera que se viene abajo me temo que por agotamiento de un modelo que sólo se cree la opinión publicada en determinados medios periodísticos. Claro que quienes soportaron ese modelo se retuercen como culebras ante el desprestigio que puede suponer haber puesto su firma y su aval en un enfoque al que la sociedad no otorga credibilidad y lo tiene por sesgado. Seguramente ocurre algo parecido con el que proporciona Luis Suárez sobre Franco o sobre algún personaje religioso que me temo que sólo sus adeptos ven tan santo como lo pinta.

Puede seguir Rogelio Blanco comprando y difundiendo fondos que exalten al bando perdedor, silenciando aquellos que permiten realizar otro discurso, caso de los expedientes policiales del AHN y AGA, que mira que no son susceptibles de digitalizarse y colgarse en la red; mira que no cuentan con una información interesante para estudiar a unos y otros durante la II República. Pero no. Mejor colgar la Causa general, que siempre se podrá decir que la información está manipulada, que existen dudas acerca de lo que aparece allí y así mantener la única y verdadera visión de la historia de España, que por supuesto debe establecer un periódico tan serio y riguroso como Público. Con un par.


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