sábado, 19 de noviembre de 2011

Memorias de Alcalá-Zamora


Acaban de publicarse las memorias de Alcalá-Zamora que, felizmente, se conservan en el Archivo Histórico Nacional. Me gustaría leerlas en PARES pero creo que los descendientes se han puesto estupendos --uno me resulta especialmente empalagoso en su forma de escribir--, y no sé qué derechos de propiedad intelectual invocan, con lo cual me temo que habrá que pasar por caja, acudir al AHN para leerlas, esperar a que la publicación llegue a las bibliotecas, o poner alguna mula en condiciones de proporcionarnos lo que nos interesa.

En el prólogo a estas memorias, al parecer, Jorge Fernández Coppel se empeña en atribuir un tercer robo con la adquisición que de ellas hizo Rogelio Blanco para su incorporación al AHN. Pero qué desatino, por favor. Si hay dos ministerios que lo hayan hecho rematadamente mal en cosa de archivos en mi opinión uno fue Cultura (Rogelio Blanco), por lo muy poquito que hicieron o porque lo hicieron mal, de forma sectaria, etc.; el otro fue Defensa, que también se dedicó a la propaganda, a colocar serpientes de verano relacionadas con no sé qué documentos que iba a desclasificar Carmen Chacón, que nunca se desclasificaron, por un centralismo casposo que nos deja a los de la periferia en una especie de sinvivir permanente, y sobre todo porque tengo la sensación de que no hicieron nada, como no fuese volcar todos los esfuerzos en las cuestiones de Cultura de Defensa que daban alas de ministros a los primeros demagogos que les aparecían por la puerta para pedir su apoyo a la hora de exaltar la memoria histórica.

Así las cosas, dice Fernández Coppel ¿que Rogelio Blanco actuó como un hombre sin ningún tipo de moral en este asunto? Pero qué exceso, por favor. Si se le tacha de inmoral por la recuperación de los papeles de Alcalá-Zamora y su integración en el AHN, no sólo no me parece un inmoral sino que esta debe ser una de las muy poquitas medallas que se puede colgar, tal vez la de mayor valor. Parece que Fernández-Coppel desconoce o realiza piruetas para desconocer el concepto de usucapión, de prescripción del dominio. Quiero recordar que el dominio de los bienes muebles prescribe a los tres años si la adquisición se hizo de buena fe, y a los seis "sin ninguna otra condición". Aunque siguen enfangados en cuestiones judiciales, los tribunales no han dado la posesión de esos documentos a los herederos de S.E. El dominio de las memorias, al parecer heredadas, les pertenecía por poseerlas desde hacía mucho más tiempo que seis años a quienes pretendieron venderlas a César Vidal y Fernández Coppel. El Ministerio del Interior las incauta ante la posible existencia de un delito, que no existe porque los vendedores no han sido condenados. Como es habitual en casos semejantes, al no poseer la Guardia Civil instalaciones adecuadas para la custodia de los documentos en condiciones óptimas de luz, humedad, temperatura, etcétera --o desconocer los políticos de turno que el Ministerio del Interior posee un Archivo Central y hasta un sistema archivístico--, entregan las memorias al Ministerio de Cultura que custodia estos papeles en su famosa caja fuerte. El MCU, que tiene experiencia en casos similares, reconoce lo que parece evidente: que el dueño de los documentos es quien los lleva poseyendo mucho más tiempo que seis años, y le compra esos derechos sobre los papeles. En definitiva, Rogelio Blanco adquiere las memorias, pasan al AHN, en donde, por ejemplo se cobran las copias a precios razonables (un A-4 en torno a 7 cts.) y no a los precios de la Real Academia de la Historia o de los archivos de Defensa; o donde el acceso se realiza con la mera presentación de un DNI o pasaporte, sin que haya que molestar a nadie porque se precisa no sé que carta de presentación, tarjeta específica de investigador del sistema o subsistema archivístico correspondiente o documento (cavernícola) similar. Si los descendientes de Alcalá-Zamora tienen además de palabras y turiferarios, algún derecho de dominio sobre esos documentos, que lo demuestren y se lo otorgue algún tribunal, cosa que no sucede.

En La Coruña tuvimos a Alcalá-Zamora en agosto de 1934. Vino a inaugurar el monumento al poeta Curros Enríquez, evento de los que recordaban los viejos como un acto emblemático. Pronunció el consabido discurso, al que pertenece la foto. Le salió al paso un obrero de la CNT que lo increpó con que si era un mierda, que aquel acto no era nada, o que todo aquello era mentira. Le cayeron seis meses de prisión, y no los siete años que le pedía el fiscal porque el tribunal aceptó como probada una eximente de embriaguez. Mis notas.



No hay comentarios: