lunes, 21 de enero de 2013

De aquellas buenas gentes, maleantes

Si a los alzados se les colaron algunos elementos de una catadura escasamente compatible con los ideales que representaban, como orden público y defensa de la propiedad privada, en una buena parte de las bases del Frente Popular me temo que los maleantes abundaban tanto como en un poblado de nuestros días en el que se venda droga, sobre todo si se trataba de anarquistas y en menor medida socialistas, tal y como vimos en diversos ejemplos. Las bases de las derechas contaban con los frenos morales que imponía el catolicismo y tenían a gala aquello de ser pobres, pero honrados; o con una mentalidad de la época, las mujeres se vanagloriaban de ser pobres, pero limpias.

El 2 de junio de 1936 Carlos Virosta Soto, Antonio Suárez Gómez y Manuel López Freire, alquilaron un taxi, o como dirían quienes eran jóvenes en los años 30, un taxis :) El conductor, Manuel Socastro García, los llevó de paseo por la población visitando algunos bares para desplazarse a continuación a Ferrol. De regreso, pararon en Cuatro Caminos y tanto Antonio, fogonero marítimo, como Manuel, marinero, se negaron a pagar. No se comportó del mismo modo Carlos Virosta, que si os fiais de mí, me suena muchísimo como procesado en más de una causa y con diversos antecedentes por delitos contra la propiedad, un ratero de la época del que quiero recordar que estuvo en prisión durante la república y tal vez por eso no querría volver, aunque volvió.

Para dar idea de la clase de gente que integraba las bases del Frente Popular, conviene saber que Manuel López Freire, procesado por estafa, fue uno de los revolucionarios que hicieron frente al Ejército en La Coruña, falleciendo en la lucha. Por su parte, Antonio Suárez Gómez, falleció como no parece que hubiese vivido, al menos a la luz de esta estafa, integrado en las fuerzas nacionales, en el frente de Madrid.

No se diga que en las bases del Frente Popular abundaban los ladrones porque robaban para comer, que en los años 30 había comedores sociales como la Cocina Económica y ya vimos que la CEDA, o mejor dicho, la Unión Regional de Derechas, contaba en sus locales con un depósito de asistencia social que repartía alimentos. Robaban o estafaban por hacer el chulo, careciendo como carecían buen número de ellos de frenos morales.

Si las bases robaban, los dirigentes habían emprendido el mismo camino, aunque menos burdo y sólo pagaron por sus fechorías de caciqueo al comenzar la guerra. De hecho, recuerdo el testimonio que conozco de una persona mayor que tenía a su hijo en la cárcel al iniciarse el movimiento, un ratero que entraba y salía con cierta frecuencia. Esta señora se maravillaba de que en la prisión hubiese también señoritos: ¡Qué mundos estes! Que mi hijo esté en la cárcel, bueno... ya no es la primera vez ¡pero es que ahora también hay señoritos! y repetía asombrada aquello de, ¡pero qué mundos estes! :) En la anotación anterior citaba a Alfredo Somoza, galleguista, masón y diputado de Izquierda Republicana, que se escondió en varias viviendas de La Coruña al comenzar la guerra, sin que fuese detenido y castigado por sus corruptelas. Su propia hija nos cuenta (Carlos Fernández, p.724) que su madre "un día fue a casa de Elvira Parga, una mujer conocida de toda la vida, que vivía en Santa Lucía y a quien mi padre la tenía empleada de enfermera en la Casa de Socorro de aquel barrio". Las negritas son mías y dan idea de como movían hilos entre bastidores aquellos dirigentes del Frente Popular. Eran masones, trama clientelar y de poder por excelencia, movían hilos entre bastidores, hacían trizas de la igualdad de oportunidades, en fraude a la soberanía nacional que nadie vota el programa oculto que ejecuta una trama clientelar y de poder. No seré quien diga que el Franquismo acabó con estas tramas o con los enchufes, ni muchísimo menos. De hecho, se dio cancha amplia a lo que se conocía como masonería blanca. Y también, aunque no creo que anduviese el Opus Dei por medio, estoy recordando la libreta de notas del miembro de un tribunal de oposiciones. Junto a los nombres de los opositores, o mejor, junto a varios de ellos, aparece anotada una R mayúscula, o incluso Recomendado, así, con todas sus letras, con la misma naturalidad que los burgueses del Frente Popular tejían sus tramas clientelares y de poder durante la II República, o desarrollaban sus corruptelas, que aún hoy tengo la sensación de que campan a sus anchas, tanto en ámbitos universitarios como políticos, y tanto de derechas, como de izquierdas.

Mis notas.

Noticia que publica La Voz de Galicia correspondiente al 3 de junio de 1936:

Tres individuos alquilaron el automóvil matrícula de esta capital 3,801, que conduce su propietario, Manuel Socastro García, de cuarenta y dos años, vecino de la calle de Atocha Baja, 4.

Les llevó a pasear por la población, visitando algunos bares, siguiendo luego viaje a Ferrol; y a su regreso le hicieron pasar por los Cuatro Caminos, negándose a pagar dos de ellos, que se dieron luego a la fuga. Sólo les conoce por Toñito, de oficio fogonero, y Manuel, que es marinero.

Se quedó con el chófer uno de los tres sujetos, llamado Carlos Virosta Soto, de treinta años, vecino de la Travesía de la Avenida de Hércules, 47, quien voluntariamente se ofreció a abonarle la parte que a él correspondiese, acompañando al perjudicado a la Comisaría de Policía, donde se formuló la denuncia correspondiente, que pasó al Juzgado de instrucción de guardia.




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