miércoles, 20 de octubre de 2010

Las otras cartas


Es un lugar común con estos señores que les falta media memoria el que te pongas debatir con ellos, aportes argumentos, razones mejores o peores, y en cuanto ven que la razón los supera, que les demuestras que emplean una doble vara de medir, o que ponen la parte ancha del embudo para sus amiguitos y la estrecha para los que no lo son, es un lugar común, digo, que a falta de argumentos apelen a los sentimientos, y a todo correr te sacan la última carta de un fusilado, o de un pariente que lo pasó muy mal con la muerte en cuestión. Claro, porque los de derechas asesinados por las izquierdas no tenían familias que lo pasaban fatal. Este sábado leíamos el caso del tío del abad del Valle de los Caídos, asesinado por las izquierdas por ser proveedor de leche de un convento. Media España tenía que resignarse a morir... No se resignaron, no, y además les dieron p'al pelo, los humillaron y Franco se les murió en la cama, que esto último aún no lo han superado, y la sociedad española evolucionó por si misma sin ruptura hacia la democracia.

Como estos semidesmemoriados tienen el embudo siempre a mano, se olvidan de forma sistemática de otras cartas, las generadas como consecuencia de los asesinatos de las izquierdas. La que sigue, transcrita en el ABC, fue enviada por un padre, a la sazón propietario del Circo Price, al entonces ex conde de Gamazo, y éste la leyó en las Cortes republicanas el 8 de julio de 1936:

Yo tenía un hijo, un hijo ejemplar, estudioso, formal, obediente y cristiano, temeroso de Dios y obediente hasta la exageración de sus padres. El martes pasado, después de asistir a una función de cine, se separó, a las nueve y cuarto de la noche, en la glorieta de Bilbao, de un amigo, con la idea, después de cenar, de asistir aquí, en el Circo, al "catch". Desde la glorieta de Bilbao a Luchana, 29, donde vivía, desapareció. Figúrese los días de angustia que hemos pasado sin tener el más leve rastro de él, a pesar de que yo, por mis relaciones cordiales con la Dirección General de Seguridad, he puesto media Policía en movimiento. Esta mañana me ha comunicado la Policía que en el término de Pozuelo había aparecido el cadáver de mi pobre hijo. Allí nos hemos ido su madre y yo, y ¡qué cuadro! ¡Horrendo, señor conde! Criminal y feroz. Han tenido a mi pobrecito hijo cinco días secuestrado, atado a una silla fuertemente, y después, seguramente por tener la Policía ya cerca, para mejor desembarazarse del cuerpo del delito, en un automóvil lo han llevado a la carretera de Pozuelo, lo han tirado al suelo desde el interior del coche y lo han asesinado vilmente. Mi hijo se llamaba José María Sánchez Gallego, de dieciocho años de edad, sin estar afiliado a ningún partido político, aunque no quiero ocultarle que sus amigos -todos- eran de derechas, y algunos, afiliados a Falange. No deseo de usted sino que en las Cortes exponga este nuevo caso, para ver si entre todos consiguen librar de esta lacra social a nuestra amada España.


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