jueves, 27 de octubre de 2011

¿Por qué iban armados algunos falangistas?


Por el mismo motivo que usaban armas japistas o trabajadores que no pasaban por el aro de afiliarse a la UGT o a sindicatos tributarios de la CNT, y no seguían sus consignas sobre huelgas y boicots. Todo apunta a que estos colectivos se encontraban constantemente amenazados y perseguidos. Recordaréis que con motivo de sendas comparecencias judiciales del jefe falangista Juan Canalejo, en ambas, dos jueces distintos le devuelven el arma que usaba; y en una de ellas podemos documentar que se atendió su petición basada en las "reiteradas amenazas de que viene siendo objeto" y ante el temor de que pudiese ser agredido por socialistas, "para en su caso defender su vida".

Vimos hace pocos días que un trabajador libre recibía en casa donativos para aquellos otros trabajadores que habían perdido su trabajo con la llegada al poder del Frente Popular por no estar afiliados a la UGT o a los sindicatos de la CNT. Este obrero contaba con una pistola en su domicilio. Constatamos que cuando se le juzgó por tenencia ilícita de armas, el tribunal redujo la pena al estimar como hecho probado que al comenzar a recibir la suscripción en su domicilio, el trabajador también recibió amenazas de muerte así como que su domicilio sería asaltado.

Acabamos de ver como los japistas eran agredidos por repartir propaganda electoral en la calle Real, o que su secretario fue objeto de un intento de agresión al día siguiente. Ocasiones ambas en las que todo parece indicar que los japistas emplearon armas de fuego para amedrentar a sus perseguidores.

En los tres casos, estas armas se utilizan como elemento disuasorio: o bien no se disparan y su mera exhibición es suficiente para conseguir que se les respete, o bien los disparos se hacen al aire porque no se producen heridos. Se llevan por lo que pudiera ocurrir, para evitar agresiones y como vemos, resultaban efectivas y no originaban lesiones. Veamos un cuarto ejemplo que reafirma lo anterior.

En la mañana del domingo 15 de diciembre de 1935 un grupo siete de falangistas van a visitar a dos o tres correligionarios presos. El rancho que se ofrecía a los presos en las cárceles no debía ser muy bueno porque es común que los visitantes les lleven comida, como en este caso. Sospecho que los presos son de fuera del partido judicial de La Coruña, o están sujetos a un arresto gubernativo. Sea como fuere, es lo cierto que por ahora no tengo información sobre el origen de su encarcelamiento, aunque parece que fue por agresión a personas. El grupo de visitantes falangistas es heterogéneo y está compuesto tanto por obreros humildes como por estudiantes hijos de burgueses, pasando por un miembro de una familia de posición acomodada, hasta con pazo solariego. Como dos de ellos van con camisa azul, el director de la prisión teme que fuesen a provocar algún altercado con familiares y amigos de otros presos de izquierdas cuyo horario de comunicación iba a comenzar y da aviso a Comisaría. Desde esta dependencia se llama al cuartel de Asalto de donde sale un coche con guardias al mando del capitán Manuel Patiño Porto, que recoge en Comisaría a un guardia de Seguridad. El capitán Patiño era según el P. Silva Ferreiro, de filiación izquierdista. El coche se dirige por el desaparecido matadero recorriendo la vieja carretera de Circunvalación y antes de llegar a la cárcel se encuentran con el grupo de falangistas caminando de regreso y que, contra lo que pensaba el director de la prisión, no promovieron ningún altercado. Identifican y cachean a:

Jesús García Pardo, de 25 años, auxiliar del Gobierno Civil, vestido con camisa azul y correaje.

Gerardo Martínez Pan, de 23 años, herrero, también con camisa azul y correaje.

Ramón Bermúndez de Castro Revellón, de 20 años, estudiante.

Carlos Montero Díaz, de 28 años, pintor.

Pedro Álvarez de Sotomayor y Castro, de 25 años, estudiante.

Javier Sanz de Andino Meleiro, de 20 años, estudiante.

Avelino Méndez Núñez, de 22 años, al que ya conocemos como conserje de Falange Española y vendedor de Arriba, que dice ser de oficio carpintero.

En las inmediaciones del lugar en el que los paran se encontraron dos pistolas automáticas, una más de fogueo y una porra de madera. Todo seco como si se acabase de abandonar. En Comisaría confiesan que una de las pistolas automáticas era de Jesús García Pardo, y la otra de Gerardo Martínez Pan. Ramón Bermúdez de Castro Revellón manifiesta en Comisaría que la pistola de fogueo era suya y Carlos Montero Díaz asume la pertenencia de la porra de madera. No obstante lo anterior, ante el juez instructor se desdicen de estas manifestaciones y las atribuyen a coacciones y amenazas de que fueron objeto por parte del capitán Patiño y otros. Que sufrieron coacciones, me parece muy probable, como también que estas pudieron ser muy eficaces para descubrir la verdad de los hechos.

Jesús García Pardo y Gerardo Martínez Pan ingresan en prisión y son procesados por tenencia ilícita de armas, aunque el primero puede demostrar que poseía licencia de armas desde 1933. El segundo no llega a ser condenado porque le afecta la amnistía que promulga el Frente Popular en cuanto llega al poder. Los demás pasan a disposición del gobernador civil de la provincia. Con motivo del procesamiento, se piden informes a la Policía sobre la conducta de García Pardo y Martínez Pan, que corroboran lo que sostenía sobre la constante persecución y continuas amenazas de que eran objeto aquellos falangistas. A diferencia de la derecha, que suele ser temerosa, ellos no se arredraban y hacían frente como podían a sus adversarios, que en aquella sociedad será mejor caracterizar ya como enemigos. Informa la Policía al juez instructor el 17 de diciembre de 1935:

En contestación a su atento oficio de 16 de diciembre actual por el que se me interesan antecedentes e informes a los efectos del párrafo 2º del artículo 5º de la Ley de 22 de noviembre de 1934 sobre Jesús García Pardo y Gerardo Martínez Pan a los que se les acusa de tenencia ilícita de armas; tengo el honor de informar a V.S. que el Jesús García Pardo carece de antecedentes en los archivos de esta Comisaría, y de los informes adquiridos por el personal a mis órdenes, dicho Jesús García Pardo es persona que goza de excelente conducta moral y pública en esta Capital, que según todos los datos adquiridos es incapaz de hacer fuego contra persona alguna, aun en el caso de ser agredido, y que precisamente por su filiación política está constantemente amenazado por los extremistas de ideología contraria a la suya, y por último, que aún en el supuesto de que llevase arma de fuego de cuya tenencia ilícita se le acusa, dado su carácter, sólo sería para amedrentar a sus contrarios en caso de un intento de agresión por parte de ellos.

Referente al Gerardo Martínez Pan, tengo a bien informarle que el día 10 de febrero del pasado año fue detenido por tenencia ilícita de armas; el 31 de marzo de 1935 se le ocuparon piedras en los bolsillos; el 24 de mayo del actual fue igualmente detenido por tenencia ilícita de armas, y el 25 del mismo mes y año a requerimiento de ese Juzgado se informó sobre su conducta en el sentido de que carecía de malos antecedentes en esta Comisaría y que de informes adquiridos por los agentes a mis órdenes es persona de buena conducta, aparte que dada su corta edad era de suponer no tuviera el propósito de efectuar hechos delictivos o ilícitos, lo que demuestra el hecho de que a pesar de habérsele ocupado varias veces armas nunca ha hecho uso de ellas, no obstante estar también constantemente perseguido por los adversarios políticos a que se refiere la primera parte de este oficio.

Como siempre, os dejo mis notas.

Una de las ocasiones en las que se detuvo a Gerardo Martínez Pan fue tal y como refleja el informe el 10 de febrero de 1934. Llegó con otros obreros --entre los que está nuestro ya conocido Educardo Patiño Pérez-- a una obra en construcción de la plaza de María Pita. Como no habían seguido las consignas de los anarquistas y trabajaron durante la huelga de la construcción, al abrir la puerta de la valla e intentar entrar al tajo, los obreros de la CNT los reciben con una lluvia de piedras, que estos obreros libres paran esgrimiendo pistolas. Una vez más, no las disparan, sino que las exhiben como elemento intimidatorio para protegerse de las agresiones. Lo anterior, también en mis notas.

Decía hace poco una persona que supera ya los 90 años, que todo lo que se cuenta ahora sobre el jefe falangista Juan Canalejo "es mentira", porque este tan sólo era "un chico muy valiente". Me temo que esa valentía, ese no dejarse amedrentar por las amenazas, coacciones, agresiones y en general el ambiente de opresión generado por socialistas, anarquistas y demás, es común a obreros libres, a japistas y a falangistas, cosa que no ocurría con la derecha moderada, la CEDA, que aguantaba el acoso y las agresiones hasta que entiendo que buen número de sus miembros se cansaron de poner siempre la otra mejilla. El clima de opresión llegó a su cúspide con el Frente Popular en el poder y buen número de ellos vieron en Falange Española su tabla de salvación e ingresaron en sus filas ¿Que después del 18 de julio y en zona nacional los perseguidos fueron los de izquierdas? Por supuesto. Tan cierto como que estos perseguían con anterioridad a sus oponentes y que los señores de la memoria histórica cuentan su película-milonga omitiendo (o falseando que de todo hay) la persecución de que eran objeto obreros libres, japistas y falangistas.

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