miércoles, 6 de junio de 2012

Atraco de la banda de Zamacola sin Zamacola

El segundo hecho del que tenemos conocimiento sobre los atracos perpetrados por el grupo que quiso formar Fernando Zamacola Abrisqueta en La Coruña, ocurrió en un bar de camareras de la calle del Orzán que se encontraba en el lugar de ese edificio que veis. Tal vez debido a la omnipresente censura republicana, el atraco a la Casa Singer no fue conocido en los medios, enterándose La Voz de Galicia sólo de este segundo atraco, y no a través de la carpeta de prensa de Comisaría, así que para los periódicos este que nos ocupa hoy fue el primer atraco a mano armada perpetrado en La Coruña. En realidad fue el segundo.

En los primeros minutos del día 9 de abril de 1934 Nicolás Valero García y Manuel Enrique Barata Marques entraron en el bar de camareras de Orzán nº 16, en donde estaba tocando la guitarra un ciego. Dieron las consabidas ¡manos arriba! a los parroquianos y comenzaron a exigir el dinero. A la dueña del local, Consuelo Casanova Rodríguez, de 32 años, separada, le cogieron la recaudación del día, unas cien pesetas; a María Ventosa Saez, de 25 años, soltera, camarera, le sacaron 9 pesetas que tenía de las propinas; lo mismo hicieron con Teresa Fernández Otero, de 23 años, soltera, también camarera, a la que le ocuparon unas 20 pesetas; y no pudieron sacarle nada a Ramona Núñez Varela, de 23 años, soltera e igualmente camarera, porque nada tenía.

El comportamiento de los atracadores con el elemento masculino es diferente, como si las pobres chicas no fuesen obreras también, como si en su mentalidad fuesen simples mujeres de la orilla con las que todo valía, algo consustancial a la mentalidad machista de aquella sociedad. Dice Manuel Enrique Barata que "al ver que uno de los concurrentes solamente tenía consigo siete pesetas y se trataba de un obrero, se las dejaron, y enterados de que los demás eran igualmente obreros, no les quitaron cantidad alguna". José Moar Rey, de 26 años, casado, barbero, declaró que le encontraron un duro falso y por ello se lo devolvieron; pero Ramón Varela N. de 22 años, soltero, marinero manifiesta que no llegaron a registrarlo. Al poco de llegar al bar, entraron dos individuos a los que Barata identificó como "señoritos" y a estos sí les robaron. Eran Antonio Lorca Sánchez, de 34 años, casado, comerciante, vecino de Torreagüera (Murcia), al que le intervinieron unas 12 pesetas más un reloj que llevaba una cadena de oro para sujetar un dije. Entró con su amigo Francisco Dayas Rayos, de 43 años, casado, también comerciante, vecino de Orihuela, y a este le desplumaron unas 225 pesetas.

La alarma en la ciudad debió ser considerable y La Voz de Galicia, periódico en el que es inusitado el apasionamiento o los excesos verbales, pide que se investiguen los hechos, que con estas investigaciones se hagan razzias purificadoras porque había mucho mendigo que no era tal y demasiados individuos de los que no se sabía de qué vivían. De la relevancia del suceso da idea el hecho de haber asumido personalmente la investigación el comisario jefe, José Ortiz Moreno, que debió mover todos sus hilos y el día 15 de abril la Policía da con los atracadores y con Fernando Zamacola, que desde luego no entró en el bar pero no estaría yo muy seguro de que no cubriese a sus compañeros en el exterior, aunque esto sea sólo una especulación. Se llegó a publicar la foto de los detenidos hasta en La Vanguardia. Apresaron a los tres al salir de un cine de la calle de San Roque, el Salón Victoria, que estaba aquí. Era un cine conocido por el apodo de El Hueso al que iban los chicos del entorno de la plaza de España, sin que faltasen las prostitutas del barrio chino en albornoz que solían dejar regocijada a la concurrencia cuando el acomodador llamaba a una: FULANITA, ¡TIENES FLETE! Y contaba un chico que asistió a ese cine que el acomodador les sellaba el dorso de la mano, regresando a uno de los bancos corridos de madera en los que se sentaban cuando terminaban su faena. Lo cierto es que "interrogados hábilmente" los tres detenidos, o "estrechados a preguntas" cantan lo que en mi opinión no hubiesen dicho de no mediar algún que otro sopapo. Vamos, que estoy convencido, tanto por la vecindad de unos parientes con el cuartelillo de la Prevención de Seguridad durante la II República, lugar en el que me cuentan que se oían unos gritos tremendos de las palizas; como por recordar que en otra causa un detenido no se ratificaba ante el juez en la declaración prestaba a la Guardia Civil, por manifestar que lo habían amenazado con meterle la cabeza en el pilón, y que siendo tísico, cuando se lo habían hecho en otra ocasión, lo había pasado mal. Eso de la inmersión simulada que al parecer practicaron los americanos con terroristas árabes, para mí que ya se conocía aquí en los años 30... Quiero decir con lo anterior que por mucho empeño que pongan los señores de la memoria histórica, la tortura y los malos tratos a los detenidos para obtener una confesión, no fueron inventos del Franquismo, sino que ya los había antes. Ocurría que la sociedad bien pensante miraba para otro lado con tal de que se descubriese por ejemplo a los autores de este atraco y se los ingresase en prisión.

Por este robo a mano armada, Nicolás Valero y Manuel Enrique Barata fueron condenados a sufrir seis años, diez meses y un día de reclusión. El primero sale de la Prisión Provincial de Valladolid el 11 de junio de 1941. El segundo, fallece en la misma cárcel el 11 de mayo de 1940, y tal y como prevenía la Ley del Registro Civil, no se consigna en su partida de defunción que había muerto en una prisión, sino en la calle de Madre de Dios, en donde supongo que estaría la Prisión Provincial vallisoletana.

También se les juzgó por tenencia ilícita de armas, y en este caso sí que se acusó a Fernando Zamacola Abrisqueta. Se le encontró en la cisterna de su casa un paquete conteniendo una pistola y dos revólveres, que habían sido usados en los atracos a la Casa Singer y los dos últimos en el perpetrado dentro del bar de Consuelo Casanova. Como en aquella república no sólo el Frente Popular decretó amnistías, nuestros protagonistas se fueron de rositas por la tenencia ilícita de armas en virtud de la Ley de Amnistía del gobierno Lerroux, de 24 de abril de 1934, que firma el ministro de Justicia Salvador de Madariaga, nacido por cierto tal y como recuerda la placa, en ese número 16 de la calle del Orzán.

Versión de La Voz de Galicia correspondiente al 10 de abril de 1934:

MANOS ARRIBA


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ATRACO A MANO ARMADA EN UN BAR


 A las doce y media de la noche del domingo último, dos sujetos, pistola en mano, se presentaron súbitamente en un bar de la calle del Orzán núm. 16 y exigieron a la dueña del establecimiento, Consuelo Canosa Rodríguez, de 32 años, que les entregase la recaudación del día. Accedió ella en el acto, atemorizada, y les entregó unas cien pesetas.

No contentos con ésto, los pistoleros también reclamaron de una camarera que les entregase el dinero de las propinas que guardaba en una cajita debajo del mostrador. Ascendía el pequeño ahorro a 20 pesetas.

Lo mismo hicieron de otras dos camareras llamadas María Ventosa Saiz y Ramona Núñez Varela, de 22 y 23 años; pero como estas no tenían dinero alguno no pudieron satisfacer las exigencias de los aprovechados y audaces sujetos.

Lo mismo les ocurrió con unos jóvenes consumidores que allí había.

Como próximos a la puerta del bar se hallasen conversando dos respetables comerciantes forasteros, los pistoleros al verlos salieron para hacerlos entrar, lo cual lograron encañonándoles con las pistolas, a pesar de sus protestas. Entonces les desvalijaron de cuanto llevaban.

A uno de ellos le sacaron doscientas pesetas en billetes y cuatro o cinco duros en plata, y al otro unas doce pesetas y un reloj de nikel con su cadena de oro.

El atraco fue cosa de película, pues lo llevaron a cabo rápidamente, desapareciendo los autores sin que nadie les molestase. No hubo ni un grito en demanda de auxilio, pues todos quedaron perplejos y asustados.

El Juzgado de instrucción del distrito de la Audiencia entiende en el asunto.

En la Comisaría de Policía, en la carpeta de la Prensa, no había anoche la menor referencia de este hecho.

O

El escandaloso atraco del que aquí damos sobria noticia, es el primero de su índole que se comete en La Coruña.

Un mal síntoma, una iniciación criminosa que es fuerza atajar con energía. Delitos semejantes, que a la vez participan de robo y pistolerismo, son aquí perfectamente exóticos.

Urge averiguar quienes fueron los atracadores y deducir si se trata de un golpe aislado o si tiene ramificaciones y hay cómplices.

Existe en La Coruña, pese a los pesares, mucha gente maleante forastera, por si no fuese poco la que por acá --como en toda capital populosa-- actúa más o menos en la sombra: falsos mendigos y vagos que no se sabe cómo viven.

Se imponen sucesivas investigaciones, razzias purificadoras que alejen a los indeseables y atajen el mal en su comienzo, antes de que haya más que lamentar.



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