jueves, 6 de diciembre de 2012

Un muerto a tiros en San Andrés

Esto ahora no pasa y con Franco tampoco, que yo sepa, vamos. Me resulta complicado trasladar la sensación de miedo que percibo en aquella sociedad, a veces detectada en detalles nimios como una firma empequeñecida en algún militar, que vuelve a adquirir sus dimensiones normales al comenzar la guerra. En este caso un conjunto de factores, el miedo, el ambiente de tensión y la ligereza en lo que a expedición de licencias de uso de armas cortas se refiere, ocasionaron un homicidio.

Benigno López, de 54 años, conserje del mercado de San Agustín llevaba --según se declaró probado en la sentencia-- unos cuatro meses siendo vigilado por varios individuos que al pasar junto a él proferían frases amenazadoras como que había que liquidarlo. Benigno comentó esta preocupación que sentía con dos compañeros de trabajo, pero estos le quitaron importancia y la preocupación interiorizada se convirtió en obsesión. El 25 de mayo de 1936, cuando el conserje se retiraba a su vivienda, uno de los que lo seguían le puso la mano en el hombro y dijo: despídete de la vida hasta, la eternidad. Entró en el portal y no ocurrió nada. A la mañana siguiente, es decir, el 26 de mayo de 1936, cuando salía de su domicilio en San Andrés sobre las nueve de la mañana, vio de nuevo a los individuos en la acera situada frente a su casa, que comenzaron a marchar al ritmo de Benigno, calzada por medio. Al llegar a Santa Catalina, a la altura de la farmacia Central --que se cambió o se está cambiando estos días-- uno de sus perseguidores cruzó de acera hacia la sombrerería Dandy --que cerro este año-- y Benigno, al verlo con una mano dentro de un bolsillo, creyó que llevaba un arma con la que lo iba a agredir. Sacó la pistola que usaba con la licencia y guía correspondientes y disparó dos tiros contra su perseguidor, que llegó al Hospital en estado preagónico y falleció. Benigno estaba atemorizado ante "los atentados que en aquel tiempo venían produciéndose". Lo entrecomillado aparece en la sentencia como hecho probado.

Manuel Casás, va más allá. Este popular alcalde había defendido a otro primer regidor, Alfredo Suárez Ferrín, junto con otros encausados que lamentablemente fueron condenados a muerte en consejo de guerra. Y recuerdo que según se dice fue llamado al orden por el tribunal militar, que podía pasar al banquillo de los acusados; y recuerdo también que se negó a firmar las notificaciones de las sentencias en las que se condenaba a muerte a sus patrocinados, como estos tampoco las firmaron. Los defendió en todo lo que estuvo a su alcance y los propios reos con sus familias le estaban muy reconocidos por lo que se había implicado. Manuel Casás, en la defensa de Benigno López, se refiere al clima de miedo que había en aquella sociedad de mayo de 1936 aludiendo al "ambiente de alarma que se advertía entre las gentes de esta ciudad, a causa de graves atracos y atentados a las personas que venían realizándose por aquel tiempo". Esta frase forma parte de su escrito de conclusiones definitivas, fechado en febrero de 1937.

El fallecido se llamaba José Mourelle Ferreiro, de 36 años, y era natural de Brión, sin oficio ni domicilio, conocido por la policía como timador y al que la sentencia califica de conocido maleante. Ni uno ni otro parecen tener significación política o social así que este homicidio en mi opinión está más relacionado con el ambiente de tensión que había en aquella sociedad con motivo de las mil y una pejigueras que ocurrían aquí y allá, un día sí y otro también, y que sobresaltaban a la población. Esto ahora no pasa, aunque se luche para agitar a la gente y manejarla con dogmatismo, crear tensión, buscar confrontación, pontificando, en los foros intentando crear guerras de llamaradas... A otro perro con ese hueso tan entretenido, que en general no entro a  esos trapos, vamos, que tururú :)

Mis notas.



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