viernes, 25 de marzo de 2011

Proclamación del comunismo libertario en Oleiros


Ayer leía en La Voz de Galicia que en el término municipal de Oleiros, inmediato a Umbilicus mundi, se había inaugurado una nueva casa cuartel de la Guardia Civil. Lo que me recordó un suceso chusco que no es de temer vuelva a ocurrir: la proclamación del comunismo libertario en Oleiros en el año 1933. Un suceso en el que se tuvo el cuajo de intentar asaltar el cuartel de la Guardia Civil. Ya me diréis si el relato que sigue se corresponde o no con lo que hoy denominamos terrorismo y si el bueno de Julio Rodríguez Blanco no tenía razón cuando denominaba a la huelga de la construcción en su última fase, huelga terrorista.

El 13 de diciembre de 1933 los vecinos de dos parroquias de este término municipal, San Pedro de Nos [especialmente agitada: quemaron dos veces la iglesia, incendiaron un tranvía, pusieron una bomba en la casa del párroco, echaron a las monjas de la escuela que allí tenía la Fundación Juana de Vega, se les ocuparon depósitos de armas y explosivos, etc.] y Santa María de Oleiros, decidieron sumarse a la huelga terrorista iniciada en otros puntos de España a principios de mes con diversas acciones violentas. Llama esto la atención porque Oleiros fue y sigue siendo en parte, un lugar en el que diversas familias pudientes tenían chalés, pazos y fincas de recreo en general, en las que los lugareños obtenían trabajo o vivienda, bien como caseros o como empleados de las fincas. Quiero decir con lo anterior que no eran precisamente los trabajadores más desfavorecidos y pobres de aquella sociedad. El analfabetismo y la juventud eran abundantes, acabaron empapados de pseudoideología libertaria y no dudaron en emplear la violencia. No se diga que eran jóvenes idealistas, porque los de ETA también tienen ideales y si jugamos al presentismo como juega la media memoria, tengo que decir que me parecen igualmente abyectos ¿O no?

Al parecer a primera hora de la tarde de ese 13 de diciembre de 1933, los terroristas cortaron una carretera de la zona con varios postes que cruzaron sobre la misma. Acudieron tres guardias civiles para despejar el camino siendo tiroteados desde un bosque inmediato. También se intentó incendiar una finca en la que veraneaba Casaritos, que lo querían muchísimo como vimos. Mientras tanto, otro grupo de unos 60 o 70 hombres se dirigió a la casa cuartel de la Guardia Civil de Oleiros con intención de tomarla, creyendo que en la misma sólo se encontraban las mujeres de los guardias. No era así, en el cuartel permanecía el cabo comandante del puesto y un guardia, que repelieron a tiros los ataques producidos incluso mediante explosivos. Los defensores sufrieron algunas heridas, por fortuna de escasa importancia. Al escuchar las explosiones los guardias que despejaban el camino, volvieron al cuartel logrando dispersar también a los asaltantes. Para restablecer el orden, contaron con la ayuda de una camioneta de guardias de Asalto más fuerzas de la Guardia Civil que se desplazaron desde la capital. Los asaltantes enarbolaron una bandera roja y negra en la esquina de una casa proclamando el comunismo libertario; cortaron el suministro eléctrico y el teléfono; y abrieron zanjas en varios caminos con el propósito de cortar las comunicaciones. Sobre esto de abrir zanjas en los caminos, otro día día me ocuparé de un episodio en el que abren zanjas en los caminos, las cubren con ramas, y cuando llegan en su camioneta los guardias de Asalto, caen en ellas, siendo tiroteados desde las cunetas. En el asalto a esta casa cuartel de Oleiros, en un principio se detuvo a siete cabecillas.

Los disparos realizados por los sitiados para repeler el asalto ocasionaron la muerte de uno de los terroristas. A los pocos días, se encontró en una huerta inmediata al cuartel el cadáver de Francisco Llerena Quesada, destacado anarquista que presentaba sendos orificios de fusil en cuerpo y cabeza. En sus ropas se encontró un centenar de cartuchos.

Por supuesto que los detenidos no se fueron, (hasta la llegada del funesto) FP, de rositas. Aunque sólo se había declarado el estado de Prevención, tratándose como se trataba de un ataque a un edificio militar, los detenidos fueron juzgados en consejo de guerra ordinario de plaza, que se celebró el 16 de enero de 1935. Fue condenado a cadena perpetua Ernesto Santiso Rodríguez, de 26 años, liberado se supone que como los demás en la amnistía de febrero de 1936, que se hace falangista al llegar la guerra y fallece en el Tercio en 1937 (p. 201); Cándido Patiño, dos años de reclusión; Ricardo González Villaverde, seis meses y un día; Juan Riobóo Gómez, dos años; Jesús Serantes Gómez, cuatro años; Francisco Seijo, seis meses. Julio León Purón, José María Rey Ferreiro, Ricardo Pereiro Varela y Tomás Castelo, a varios meses de prisión. Si la noticia que utilizo es del todo cierta (otra noticia), de los trece procesados, tres saldrían absueltos al no mencionarse su pena.



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