martes, 26 de abril de 2011

Menos mal que era una época de calma


El 28 de agosto de 1935, Heraldo de Madrid publica una entrevista con el poncio umbiliqueño, el gobernador civil Emilio Novoa Rodríguez, quien dice que atravesamos una época de calma, como en mucho tiempo no se había conocido.

Pues menos mal que se trataba de una época de calma, impuesta, es justo decirlo, gracias a la eficaz gestión de este buen poncio. Digo lo anterior porque repasando mis notas, me encuentro con una causa criminal sobre un atentado a los agentes de la autoridad que se desarrolló tres días antes, el 25 de agosto de 1935. La causa contiene un dato significativo aunque se centra en una de tantas miserias de aquella sociedad. Un animalito llega a su casa embriagado, pretende entrar, y la esposa, suegra e hijas, temiendo que la emprendiese a golpes con ellas, no lo dejan pasar. Llevaba quince años maltratando a esta pobre familia. Las mujeres llaman al propietario de la vivienda que ocupaba una habitación del mismo inmueble, y este, a sus 63 años, medio desnudo y descalzo, tiene que descolgarse con una cuerda a través de una ventana para pedir auxilio a la fuerza pública. Encuentra a una pareja de guardias de Asalto sobre la una y media de la madrugada, y según declara uno de estos, realizaban el servicio de vigilancia de conventos por Ciudad Jardín. Está claro que no eran los de derechas ni Falange quienes obligaban a tener a una pareja de guardias de Asalto, incluso en época de calma, vigilando los conventos de Ciudad Jardín (Adoratrices, Compañía de María, y otras monjas que cuidaban enfermos las Siervas de María-Ministras de los enfermos), sino los chicos socialistas y anarquistas de la gasolina, hoy mitificados por motivos que racionalmente se me escapan.

Es un simple ejemplo de los problemas que ocasionaban esos radicales de la izquierda contra los que tenía que prevenirse aquella República, y que al final acabaron hundiéndola tal y como señalaba Rodríguez Adrados.



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