jueves, 28 de julio de 2011

Papeles de Salamanca a Cataluña


Se ha armado un cierto revuelo con la última salida de papeles del Centro Documental de la Memoria Histórica a Cataluña tanto de trabajadores de los archivos, como de investigadores como Policarpo Sánchez. Yo tengo claro que los fondos deben encontrarse en donde se realizó la primera acumulación de los mismos, que es la válida. Es evidente que nadie va a sacar de Salamanca los fondos incorporados como documentos probatorios, cosidos a causas tramitadas por el Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo. Pero las colecciones de papeles del centro de documentación que le informaba y que no tuvieron una tramitación ulterior, sí.

Han surgido estos días denuncias en las que se señala que se está devolviendo a Cataluña documentación que no tuvo su primera acumulación en esa comunidad, que por los avatares de la guerra fue trasladada de forma sucesiva por ejemplo desde Madrid a Valencia y acabó en Barcelona como pudo acabar en cualquier otro sitio, sin que se corresponda con fondos barceloneses. Eso es otra cosa y desde luego no estoy de acuerdo con esa "devolución".

En cualquier caso tengo claro que lo primordial es respetar los dos principios de la archivística, el de procedencia y el de respeto al orden original: devolver a sus fondos originarios los documentos que les fueron entresacados. También tengo claro que si bien en la Cochinchina entra dentro de lo posible que haya trabajadores e investigadores cualificados a la hora de manejar el fondo del Consejo de Castilla, me temo que es mucho más probable que tenga más usuarios, se entienda mejor a la hora de describirlo y se aproveche mejor en España.

Me parece también que se mezclan churras con merinas cuando se dice que son archiveros nacionalistas que tienen más de nacionalistas que de archiveros los que demandan la restitución de los fondos a su comunidad de origen, que al parecer el origen geográfico de los fondos no importa. Insisto en que sólo estoy de acuerdo en la restitución de los que proceden efectivamente de Cataluña. Y se hace esa mezcla porque en mi opinión, el sentido común dice que los bienes patrimoniales pertenecen a una comunidad ¿También se aplicó un criterio nacionalista cuando el mariscal Petain devolvió a Franco los papeles de Estado, de la Negociación de Francia, que nos habían expoliado durante la guerra de la independencia en Simancas y se conservaban en Francia desde hacía casi siglo y medio? ¿Fue un error la devolución del Guernica a España? ¿O tal vez es normal que los papeles del período en que Serrano Súñer fue ministro de Asuntos Exteriores se encuentren en una fundación privada en lugar de hallarse en el Archivo de ese Ministerio, en el que existe una laguna para ese período porque el ministro se llevó los expedientes a su casa? ¿Tiene más sentido y resulta más significativo el Códice Calixtino en un gran archivo que en la propia catedral de Santiago?

De los males que trae la centralización napoleónica tenemos algunos ejemplos los gallegos. Es muy conocido el caso de los topónimos erróneos por problemas de lectura, cuando no "imposibles", con los que se describen los fondos de monasterios y conventos gallegos que conserva el AHN. Vamos, que estar familiarizado con una lengua y con su toponimia ayuda a la hora de describir ¿o es que alguien que no tenga ni papa de latín, por muy sencillo que resulte el latín medieval puede describir documentos escritos en esta lengua con un mínimo aseo? Esto por no recordar que fuera de Galicia se arman unos líos de consideración al no entender lo que es una parroquia, un lugar, un coto, una jurisdicción, una división del territorio muy nuestra que da origen a interpretaciones, volcadas en descripciones que en más de una ocasión hacen subir algo las comisuras de los labios.

La centralización no sólo concentra la riqueza cultural de una comunidad en un punto, empobreciendo cultural y económicamente al territorio de origen, sino que en cuestión de archivos, como estos nunca se dotan con personal suficiente (o se han dedicado a investigar o rascado la barriga a placer los archiveros durante decenas de años), se da el caso de haber volúmenes considerables de documentación sin describir o como si no lo estuviesen debido a la parquedad de las descripciones. En un archivo más pequeño se supone que la tarea se puede abordar con un volumen de personal inferior porque también es inferior el volumen de documentación. La concentración de documentos en un punto, es también un peligro porque pese a que nos enorgullezcamos de nuestra tecnología, ningún archivo está libre de sufrir un incendio, de padecer una inundación o de sucumbir en un terremoto como ocurrió recientemente en Colonia. Si la documentación se encuentra en centros más pequeños, dispersa, es mucho más improbable perder toda la documentación de un período que se concentraba en un macroarchivo, como se perdió la que se conservaba en el Archivo General Central de Alcalá de Hernares. No es lo mismo perder los libros sacramentales de una iglesia como consecuencia de un desastre, que todos los libros sacramentales de una diócesis cuando el desastre afecta al archivo diocesano. Hay que establecer un punto de equilibrio y por lo dicho, entiendo que las grandes concentraciones documentales, no son en absoluto una panacea, sino que suponen asumir un riesgo considerable.

En favor de la centralización napoleónica se suele aducir el peregrinaje, al parecer una tortura a la que se somete a los investigadores cuando desean consultar fondos que no están concentrados en un macroarchivo. Bien, un invento como otro cualquiera. No hay tal peregrinaje o si lo hay es mínimo. Al menos yo no recuerdo a un investigador que se haya dedicado a consultar todos los fondos de las delegaciones de Hacienda del país, o los de todas sus audiencias, o los de todos sus gobiernos civiles, etc. Más que nada porque el volumen de documentos a rastrear sería considerable, y al igual que no se hacen historias de los lápices desde la más remota antigüedad a la actualidad, tampoco nadie estudia todos los expedientes de venta de bienes nacionales generados con los procesos de desamortización a lo largo y ancho del país. Lo que puede haber es un investigador que consulte todos los fondos de esos organismo para una comunidad, y sobre todo lo que hay son consultas puntuales que se pueden resolver en la mayor parte de los casos por correo. Los principales usuarios del fondo de la Delegación de Hacienda de Lugo, serán los residentes en esa provincia ¿O alguien puede creer que va a ser más común que los sevillanos usen con más frecuencia este fondo, o que el expediente policial del Deportivo Alavés motive más consultas procedentes de la Cochinchina que de la provincia de Álava?

Por todo lo anterior, precisamente para no hacer peregrinar a Salamanca a los catalanes, me parece muy acertado que sus fondos se consulten en Cataluña, no sólo por ellos, sino por reintegrar a sus fondos originarios los documentos que se entresacaron de los mismos ¿O es que alguien consideraría normal que, pongamos por caso, si en Salamanca se conservan los libros de actas de acuerdos municipales de un ayuntamiento catalán que custodia en su archivo municipal toda o la mayor parte de esta serie, y tiene cinco o seis de esos libros en Salamanca, que la serie se quede coja en el archivo municipal para que en Salamanca pueda conservarse una agrupación inorgánica de documentos?



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