miércoles, 23 de mayo de 2012

Anarquistas y atracos a mano armada

Voy a hacer un paréntesis para tratar de documentar esa presencia de anarquistas en los atracos a mano armada. El caso más grave se produjo en Vilarrodís (Arteixo) el 6 de diciembre de 1934 y en él fue protagonista Luis Ardao López, que atracó una tienda disparando contra la tendera de 36 años y su hija de 12 que escapaba. Ambas fallecieron. Luis Ardao estuvo en el penal del Dueso hasta que fue liberado en noviembre de 1936 por el Frente Popular, militarizado, nombrado teniente en Asturias, y allí devino en comunista. Cuando se liberó esta comunidad y regresó a Galicia fue capturado, acusado de rebelión militar y condenado a la última pena siendo pasado por las armas el 7 de marzo de 1938 (Cf. Blanco Rey, 448-456).

Otro de los casos en los que intervinieron anarquistas fue el robo al almacén de harinas de los hermanos Alonso. Estos, sé por tradición oral que eran varias mujeres y cuatro hombres: Amador, Marcelino, Alonso y Juvencio Alonso Alonso. Eran de origen maragato y trabajadores incansables como en mi experiencia todos lo son, habían emigrado a Fernando Poo. Allí se hicieron con algunos ahorros y regresaron a La Coruña para seguir trabajando. Tenían un horno de pan, la Panadería Fariña (tal vez adquirida por ellos o su padre a Nicandro Fariña) que estaba situada al comienzo de la avenida de Finisterre y llegaba el local hasta Médico Rodríguez. También contaban con un almacén de harinas en Sánchez Bregua. De la panadería se encargaba Amador sobre todo, y también Juvencio; del almacén de harinas, Alonso y Marcelino. La panadería durante la posguerra podía contar con unos diez panaderos y en ella se suministraban 20.000 racionados, quiero decir con ello que hacían ese número de barras pequeñas de pan al día, de panes de ración.

El almacén de harinas se encontraba en el número 5 de Sanchez Bregua, aquí. Sobre las siete de la tarde del 8 de marzo de 1935, cuando Alonso Alonso Alonso se disponía a cerrar entró un sujeto que pistola en mano le ordenó ¡manos arriba! Entraron a continuación otros tres, también portando pistolas que ataron de pies y manos al comerciante poniéndolo en una silla de cara a la pared. Lo cachearon mientras otro revolvía los cajones de la oficina y le exigían la entrega de la llave que abría la caja de caudales. No encontraron la llave, pero durante el registro le sacaron un reloj de bolsillo que devolvieron en cuanto Alonso los engañó diciéndoles que era sólo un empleado. Como botín se llevaron sendas pistolas que había en los cajones del escritorio pertenecientes a Alonso y a Marcelino, que las poseían con las correspondientes licencias y guías de pertenencia. Tras amordazar al comerciante, los atracadores se fueron por donde habían venido y Alonso pudo librarse de las ligaduras presentando las correspondientes denuncias.

El sumario fue sobreseído en un primer momento al no poder identificarse a los autores del atraco, pero el 31 de diciembre de 1935 se produce el atraco a las Caballerizas Municipales. Estas se encontraban en la calle de las Bombas --de la que me acabo de enterar hoy que oficialmente es sólo un tramo de Varela Silvari-- en el lugar que ocupa la plaza y viviendas aledañas a la misma que veis en la imagen. En las Caballerizas se encontraban los almacenes municipales, perrera, bomberos y el parque del servicio de limpieza. En la mañana de ese día de fin de año, el cabo de la cuadrilla de limpieza fue a la Pagaduría municipal para percibir el dinero con el que pagar los jornales y volvió con unos saquetes que contenían billetes y monedas. Dispuso que varios empleados del servicio de limpieza fuesen haciendo los pequeños montones de dinero con los que pagar a cada uno de los trabajadores. Cuando a las dos y media de la tarde estaban en faena entraron unos fulanitos, y dieron el consabido ¡manos arriba! al que los de limpieza no hicieron caso teniendo que efectuar un disparo para intimidarlos. Volvieron billetes y monedas a un saco y salieron por la calle de San Agustín, atravesando la plaza de María Pita. Los atracados que también fueron atados lograron librarse de las ligaduras con ayuda de otro empleado de la limpieza que llegaba en ese momento. Emprendieron veloz carrera tras los ladrones y con ayuda de un guardia municipal y un carabinero lograron detener en la Marina a dos de los cinco atracadores así como recuperar la mayor parte del dinero.

Los detenidos resultaron ser Amador Bermúdez Canosa, del Ventorrillo, y Manuel Riveiro García, de Someso. A ambos les ocuparon las armas y resultó que la ocupada a Amador Bermúdez era una de las sustraídas en el almacén de harinas de los hermanos Alonso, individuo que además fue reconocido por el comerciante como uno de los que lo habían atracado en marzo del 35. Por el atraco fue condenado a cuatro años de prisión, y por la tenencia ilícita de armas a tres, a los que hay que acumular la pena por el robo cometido en las caballerizas municipales.

El perfil anarquista del grupo se infiere de lo siguiente:

1) Cuando se hace un registro en el domicilio de Amador Bermúdez Canosa en Someso se le ocupa una pistola con su cargador y varias balas, así como cinco detonadores, que aunque el procesado declara que los tenía por el chiste que le hacía ver como reaccionaban con el agua, los detonadores se solían usar para hacer que explotasen bombas de dinamita, substancia esta que empleaban con maestría los anarquistas.

2) Al hacer un registro en la vivienda del otro detenido, Manuel Riveiro García, en el Ventorrillo, se le encuentran, entre otras cosas: un revólver descargado, unos polvos que parecen azufre junto con otros que no se identifican, dos antifaces negros, una litografía injuriosa para la Guardia Civil sobre procedimientos empleados para descubrir un atentado ocurrido en Bujalance, un lápiz que tenía marcadas las siglas C.N.T. F.A.I. y un carné de las Juventudes Libertarias.

A ver si sacó tiempo de donde pueda y me ocupo del primer atraco a mano armada, o del segundo si contamos el frustrado en la Casa Singer. Quien para mí, desde mi óptica local, es un vulgar atracador anarquista, Fernando Zamacola Abrisqueta, resulta devenir en falangista, siendo una figura principal al comenzar la guerra y durante esta en el Puerto de Santa María, llegando a otorgársele la Medalla Militar Individual y estando propuesto para la Cruz Laureada de San Fernando. Debe ser caso único el de un atracador al que se distingue o se pretende hacerlo con esas prestigiosas condecoraciones. No sé si tendría el mismo perfil de aquellos a los que por estos pagos se cantaba durante la guerra, medio en gallego, medio en castellano, pero con una cierta sorna:

 Antes eras anarquista
ahora eres requeté,
e si da volta á tortilla
anarquista outra vez.


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