sábado, 19 de mayo de 2012

Atraco a un kiosquero

Tal vez os parezca que desciendo mucho al detalle, pero como por estos pagos se llegó a decir por un catedrático de Historia contemporánea que una de las cosas que quedaban demostradas (sic!) era que no había mucha violencia previa a la guerra, y yo creo que si la hubo, sigo ocupándome de casos que ponen de manifiesto que sí había mucha violencia previa. Respetando cualquier opinión, entiendo que los argumentos de autoridad son falacias retóricas y no me importa que algo lo diga un catedrático o quien sea, lo que hay que hacer es demostrarlo ¿o no? Soy de los que creen que una de las pocas instituciones a las que aún no llegó la democracia es la universidad, y me refiero a la contratación de profesores, que suele ser un traje a medida del amiguito que se quiere meter. Y como ni progres ni opusinos, ni otros grupos que emplean el método de "digitalización" quieren perder sus parcelitas de poder y enchufes varios, contamos con una universidad que no es nada o es muy poco en el panorama internacional. De nada sirve hacer inversiones para mejorar la calidad. En mi opinión lo prioritario para buscar la excelencia es regular el acceso a las plazas del personal docente e investigador, para que entren los mejores y para que se respeten los principios de igualdad, mérito, capacidad y publicidad en el acceso a las funciones públicas.

Me sigo quedando en torno a las elecciones de febrero del 36. Ese kiosco que aparece en el centro de la foto --que se deja enlazar, yo la enlazo, y pinchando se aumenta-- era de José Eirís Bocija, al que La Voz de Galicia llama José María Eirís y no debe ser José María Eirís Carro que vivía en San Nicolás 27, en donde tenía su tienda de venta de periódicos. Este José Eirís Bocija iba en la madrugada del 21 de febrero de 1936 hacia la calle de la Libertad (hoy Disciplina), a la que La Voz de Galicia llama del Progreso, sin duda por un error porque en la ciudad no había tal denominación, hoy Salgado Somoza (Cf. B.O.P. 9/9/1937), p. 698) calle en donde el kiosquero parece que tenía su domicilio. Le salieron al paso dos individuos desconocidos dándole el alto y le dijeron que les entregase el dinero que llevaba. Como se opuso y según La Voz les hizo frente, salió un tercero que lo agredió amenazando con pegarle un tiro. Ante esto Eirís Bocija les entregó 320 pesetas.

Estamos ante un atraco a mano armada, según lo evidencia haberse instruido la causa de acuerdo con la entonces vigente Ley de Orden Público, cosa que no sucedería si estuviésemos ante un robo en el que no se empleaban armas. En caso de tener que mojarme, apostaría por unos agresores con un perfil de aquella macarrada anarquista que no quería Dios, Patria ni Ley, al menos a juzgar por otros casos como el primer atraco a mano armada que se dio en la ciudad en 1934, perpetrado por anarquistas; el robo a las caballerizas municipales en enero del 36, idem; el atraco con doble asesinato en una tienda perpetrado en Vilarrodís (Arteixo) por otro anarquista, Luis Ardao, hoy ensalzado de forma bochornosa en el monumento dedicado por los señores de la memoria histórica; o el robo que se hizo en el almacén de harinas de Amador Alonso Alonso y hermanos.

Para variar, se instruyó sumario por este hecho, que fue sobreseído al no averiguarse quienes fueron los autores del mismo.

Se lee en La Voz de Galicia correspondiente al 22 de febrero de 1936:

Un atraco y 300 pesetas que vuelan

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En la madrugada de ayer, y cuando se retiraba a su domicilio de la calle del Progreso, el popular y apreciado industrial, corresponsal vendedor de periódicos de Madrid don José María Eirís, que tiene establecido su kiosco de venta en la calle de Juana de Vega, fué víctima de un escandaloso atraco.

Se conoce que los atracadores --que eran tres, estaban ocultos en espera del señor Eirís--, conocedores de su ruta habitual.

Al ver que llegaba, de súbito fué agredido por los dos desconocidos.

Se entabló una lucha y acaso no llevara en ella la peor parte el señor Eirís, cuando surgió de la sombra otro individuo que le descargó un golpe violento, paralizándole su acción.

Entonces le arrebataron trescientas pesetas y unas calderillas que llevaba.

Resultó el honrado industrial y apreciado convecino con varias contusiones y lesiones de consideración.

La Policía practica gestiones para dar con los atracadores --que huyeron veloces--, como supondrá el lector.

Se tiene las señas de alguno de ellos.



2 comentarios:

Mónica dijo...

Me encantan las fotografías que publicas. Gracias, me devuelves estampas de mi pasado, cuando cruzaba, exactamente por donde lo hacen los de la fotografía, de la mano de mi querida madre, siempre tan arreglada y guapa. Hasta bien entrados los sesenta no se pusieron semáforos entre el Cantón Bar y el Hotel de Francia ( ya en plena decadencia )

LA NIÑA DEL EXORCISTA dijo...

Gracias por el comentario.