viernes, 19 de abril de 2013

Asesinato en la Ciudad Jardín

Me contaba hace tiempo una señora cuyo padre estuvo en un campo de concentración instalado en una playa francesa, que los suyos no pudieron ganar la guerra porque su progenitor le decía que hasta había peleas frecuentes entre correligionarios. Yo diría que no vivían sin dar rienda suelta a los instintos primarios, bien fuese a bofetada limpia, bien tirándose piedras, o en el caso de las mujeres promoviendo peleas entre ellas, que en los años 30 produce verdadera nausea abrir un periódico y comprobar que no había día en que dos mujeres no se peleasen en plena vía pública.

El asesinato de hoy para mí tiene su origen en que los anarquistas no se llevaban bien ni con ellos mismos. A última hora del domingo 5 de julio de 1936, Francisco Suárez Cabana, obrero afiliado al Sindicato de peones y albañiles, de la CNT, se encontraba de guardián en una caseta de las obras que desarrollaba el Ayuntamiento en la Ciudad Jardín. En el edículo había herramientas y unos cuantos cartuchos de dinamita. De repente llamaron a la puerta dos individuos, uno parece que como de 16 o 17 años y otro de unos 40. En cuanto abrió, Francisco Suárez se encontró con los anteriores portando sendas armas cortas de fuego. El de más edad le exigió ¡manos arriba! pero como el obrero titubeó, le agarró el brazo derecho y se lo levantó mientras el más joven hizo un disparo que hirió a Suárez Cabana bajo el ombligo ocasionándole varias perforaciones en el intestino y mesenterio que le provocaron la muerte en la mañana del lunes.

Tengo bastante claro que estamos ante un atentado promovido por el terrorismo anarquista, y esto tanto por el hecho de que al entierro no se sumó la Federación Local Obrera enviando coronas y representantes como ocurrió en el entierro de Luis Amboage, ni publicando la noticia en Solidaridad acusando al fascismo, esquiroles, etc.; también lo tengo bastante claro por los precedentes de robo de dinamita en el parque de Santa Margarita; como también porque cuando se enjuició la conducta de José Miñones, un policía declaró ante el juez militar que este diputado --al que se tenía por enlace con los elementos que mantenían el estado de subversión-- dijo a una persona de la total confianza del policía algo así como que los militares no tenían nada que hacer porque los obreros tenían mucha dinamita; como incluso porque La Vanguardia, que dada la distancia podía sortear con mayor facilidad la censura que ejercía el gobierno del Frente Popular, señala que el hecho según rumor, tenía su origen en un intento de robo de la dinamita que se guardaba en la casilla, sugiriendo a la vez un crimen social.

Al no poder procesarse a nadie, la Audiencia Provincial dictó un auto de sobreseimiento quedando, una vez más, este asesinato como el de los hermanos Freire y Pastora, impune.

Versión de El Ideal Gallego correspondiente al 7 de julio de 1936:

Un guardia del Municipio asesinado a tiros en la Ciudad Jardín

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Se hallaba en el interior de una caseta donde se guardaban herramientas y algunos cartuchos de dinamita

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Dos individuos, que se dieron a la fuga, hirieron gravísimamente de un tiro, en la noche del domingo, al obrero municipal Francisco Suárez Cabana, que se hallaba prestando servicio como guarda en una casilla destinada a guardar las herramientas y algunos cartuchos de dinamita en la Ciudad Jardín. El herido falleció poco después.

A las once menos cuarto de la noche del domingo se hallaba de guardia, en una casilla móvil --de las que se emplean para guardar herramientas-- perteneciente a una obra municipal, en la Ciudad Jardín, el obrero del Municipio Francisco Suárez Cabana, de 38 años, casado, natural de Carral, con cinco hijos menores, que habita en Monte Castillo, casa 1926, cuando llamaron inopinadamente a la puerta de la casilla dos individuos: uno que tendría cerca de 40 años,  y otro, de 16 o 17 aproximadamente.

Al abrir la puerta el guarda, el de más edad le encañonó con una pistola, ordenándole imperiosamente "¡Manos arriba!". El guarda, sorprendido, titubeó un instante y, entonces, aquél le agarró el brazo derecho, que levantó, mientras el joven le disparó un tiro que le hirió gravísimamente en el vientre, con cinco perforaciones de intestino.

Inmediatamente huyeron los asesinos al sentir que se acercaba una pareja de la Guardia Civil que se hallaba de servicio en aquella barriada.

Recogido el herido, fué trasladado al Sanatorio del Socorro y, más tarde, al Hospital, donde le practicó una delicada intervención quirúrgica el doctor señor Rey Grimaldos, auxiliado por el médico de guardia señor López del Castillo, y el practicante don Jesús Guian.

Personado en el Hospital el Juzgado de guardia, compuestos del juez de Instrucción del distrito del Instituto don José Samuel Roberes, el secretario señor Otero Calviño y el oficial don Antonio Garfia, procedió a interrogar al herido, quien, pese a las graves lesiones que sufría, declaró relatando el hecho en la forma mencionada.

UN DETENIDO POR LA GUARDIA CIVIL

La Guardia Civil dio una batida por las inmediaciones del lugar del suceso y detuvo a un individuo, llamado Tomás Longueira Bermúdez. Este fué presentado al herido, quien afirmó que el detenido no era ninguno de los autores del atentado. Longueira Bermúdez quedó, no obstante, detenido a disposición del Juzgado.

El herido declaró que no tenía ningún enemigo personal. Siempre perteneció al Sindicato de peones y albañiles, y estaba muy bien conceptuado.

Su esposa, Carmen Fernández, no sospecha de quiénes pueden ser los autores del vil asesinato.

En la casilla se guardaban algunas herramientas y unos pocos cartuchos de dinamita.

Los obreros municipales de pala y pico acordaron suspender las faenas como protesta del asesinato.

FALLECE EL HERIDO

A las ocho de la mañana de ayer dejó de existir el infeliz obrero.
Hoy, a la una, se practicará la diligencia de autopsia por los médicos señores Villardefrancos y Ponte Ferreiro y el practicante señor Otero.

Versión de El Pueblo Gallego (Vigo), también de 7 de julio de 1936:

Un guardia de la ciudad muerto a tiros por unos desconocidos

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EL HECHO OCURRIÓ A MEDIA NOCHE DEL DOMINGO

La Coruña.-- A las doce de la noche del domingo en la Ciudad Jardín, el guarda de Obras del Ayuntamiento, Francisco Suárez Cabana, de 39 años, fué sorprendido por dos sujetos desconocidos, los cuales empuñando sendas pistolas, le obligaron a levantar las manos, y seguidamente hicieron contra él varios disparos, uno de los cuales le alcanzó en pleno vientre.

Una pareja de la Guardia Civil, que se hallaba a unos cien metros aproximadamente, del lugar del suceso, realizó pesquisas para detener a los autores del crimen, sin conseguirlo, por lo que procedieron a recoger al herido, conduciéndolo, sin pérdida de tiempo, a la Casa de Socorro del Hospital, donde fué sometido a una delicada intervención quirúrgica, pues tenía siete perforaciones de intestino.

En gravísimo estado quedó ocupando una cama del Hospital, donde falleció ayer a las nueve de la mañana.

Los obreros municipales pararon hoy con objeto de asistir al entierro.

Se ignoran los móviles del crimen así como los autores.

La víctima había declarado el sábado último en la Comisaría de Policía, como testigo, con motivo de una denuncia por sustracción de una pequeña cantidad en metálico a un tal Moraleda.

Previa autorización del Juzgado, el cadáver fue trasladado al domicilio de los familiares, en el barrio del Castrillón 2.

Hoy, martes, se practicará la diligencia de autopsia y como decimos se verificará el entierro.

Versión de La Voz de Galicia, asimismo de 7 de julio de 1936:

El suceso del domingo

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UN OBRERO EVENTUAL DEL MUNICIPIO RESULTA MUERTO DE UN BALAZO

El domingo, entre las once y media y doce de la noche, ocurrió un crimen del cual fue víctima el guardián de unas obras inmediatas a la Ciudad Jardín.

Se hallaba de servicio de vigilancia en una caseta, entre los chalets del doctor don Julio Casares y el "Sanatorio del Socorro" del doctor Ponte Ferreiro (D. Francisco), el guardián de las obras municipales que allí se están llevando a cabo, obrero eventual Francisco Suárez Cabana, de 39 años, casado, con cinco hijos, vecino del lugar de Castrillón.

Vigilaba confiado, cuando se le presentaron dos sujetos, que, revólver en mano, le dijeron: --¡Brazos arriba!-- y sin mediar palabra le hicieron unos disparos, cayendo a tierra mal herido.

Los vecinos oyeron los disparos y las voces del herido pidiendo auxilio.

Una pareja de la Guardia civil, que estaba prestando servicio por aquellas inmediaciones, acudió rápidamente al lugar del suceso. Y al enterarse de lo ocurrido dio una batida por aquellos lugares, sin poder encontrar a los autores del hecho.

El doctor don Julio Casares auxilió al herido, y como viera estaba grave por la importancia del balazo que presentaba en el vientre, en un automóvil, acompañado de la pareja de los citados guardias de la Benemérita, se le traslado a la Casa de Socorro del Hospital, donde se le prestaron los auxilios de urgencia.

Tenía un balazo con orificio de entrada, sin salida, en el vientre, debajo del ombligo, que le causó varias perforaciones en el intestino y mesenterio.

Su estado fue calificado de muy grave.

Se le trasladó al quirófano del citado establecimiento, donde se le practicó una difícil operación quirúrgica.

Una vez operado, se le dejó ocupando una cama en el Hospital municipal.

El Juzgado de instrucción se constituyó en el Hospital, tomando declaración al herido.

Parece que éste no conocía a los autores de la agresión.

Manifestó que representaban tener unos veintitantos años de edad.

En el lugar del suceso fueron encontrados dos casquillos de proyectil de distintos calibres y marca.

FALLECIMIENTO DE LA VÍCTIMA

En las primeras horas de la mañana de ayer, lunes, dejaba de existir el infortunado obrero.

A requerimientos de la viuda y demás familia, se permitió a esta por la autoridad judicial llevar el cadáver a su domicilio, desde donde se efectuará su sepelio.

La Guardia civil sigue practicando activas gestiones para dar con el paradero de los dos autores.


O

No se sabe a quien atribuir la agresión al infortunado obrero, quien --grato es decirlo--, gozaba de buena reputación entre sus amistades, y era fiel cumplidor de sus deberes.

Los obreros municipales, compañeros del finado, suspendieron ayer el trabajo, en señal de sentimiento por la muerte de Suárez Cabana.

Por último, os dejo con una imagen que publicó El Ideal Gallego, correspondiente al 8 de julio de 1936, en donde se ve una sola corona, la de los obreros municipales. Nada que ver con los entierros apoyados por la Federación Local Obrera, repletos de coronas.



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