lunes, 1 de abril de 2013

De los hermanos Freire y su asesinato (II)

Se suele decir a modo de chascarrillo que los madereros están o estaban forraos porque cuando iban a cortar árboles en una finca, era o es raro que no cortasen más troncos de los que les había vendido el propietario de la plantación; o que era también extraño que no cortasen en un terreno inmediato en donde nada se les había vendido. Algo de esto se pudo pegar a los hermanos Freire, como se hacen amigos de lo ajeno en tiendas y centros comerciales un sinfín de ciudadanos normales; o muy ilustres personajes que hurtan documentos en un archivo o en una biblioteca, etc. 

UN HURTO AL DESCUIDO

Pese a que la Alcaldía de Laracha informó que allí nada constaba en contra de la conducta de los hermanos Freire; pese a que en anotaciones posteriores veremos que diversos vecinos, la Guardia Civil de Laracha o Carballo, informaron que José y Francisco Freire Caamaño eran personas de buena conducta o de intachable conducta, me temo que esta sí tenía alguna tacha. Dejando a un lado que José condujese la camioneta sin carné, que no es muy edificante, el 29 de diciembre de 1934 los hermanos Freire se dirigieron a la agencia Ford de La Coruña, situada entonces en los números 1 y 3 de la calle de Rosalía de Castro. Entró Francisco Freire y pidió que le sirviesen aceite para el vehículo. Su hermano José lo esperó fuera y en un descuido del dependiente se apropiaron de un rollo de forro para frenos valorado en 373'5 pesetas.

Enterados en la Ford del hurto, un empleado, Demetrio Campo, se dirigió al cercano cuartel de la Guardia Civil y presentó la correspondiente denuncia ante el teniente, jefe de la Línea de la capital, Juan Aranguren Ponte. Este, auxiliado del cabo Domingo Silván Calvo y guardia segundo Antonio Guerrero Arostegui, pudo averiguar que los hermanos Freire habían ya salido de La Coruña con destino a su domicilio en Laracha. La fuerza los persiguió y pudo dar con ellos en Arteixo, en donde habían parado. Al efectuar un registro en la camioneta se les ocupó el carrete de forro para frenos. Enjuiciado el hecho fueron condenados en sentencia de 29 de mayo de 1936 a sufrir dos meses y un día de arresto mayor, accesorias y costas. Cuando se quiso ejecutar la sentencia el 17 de julio, habiendo fallecido ya los penados, el fiscal que ignoraba esta circunstancia solicitó que se les remitiese de forma condicional la pena impuesta al carecer de antecedentes y gozar de buena conducta. No hubo lugar porque ya habían sido asesinados, así que el tribunal acordó unir a la causa sendos certificados de defunción y archivarla Por cierto que en estos certificados consta que fallecieron en la Casa de Socorro de Santa Lucía como consecuencia de hemorragia interna. Vemos, una vez más, que antes de comenzar la guerra ya se consignaba en los libros de defunciones del Registro Civil la hemorragia interna sin que esta tuviese nada que ver con una paseo como querían los señores de la memoria histórica.

Mis notas.


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