viernes, 28 de noviembre de 2008

Fractura de archivos


Nada peor para los archivos y el patrimonio documental que las guerras y sus secuelas. Pueden estar perfectamente conservados, organizados y descritos, pero cuando la guerra entra en un archivo suelen producirse los daños de irreparables de todos conocidos.

Un ejemplo de lo anterior se dio con ocasión de la revolución gallega de 1846. Cuando los sublevados entraron en el monasterio suprimido de San Martín Pinario -sede de la Administración de Bienes Nacionales del partido de Santiago-, emplearon como parapeto en balcones, ventanas y demás huecos de fachada, los libros y legajos incautados como consecuencia de las medidas desamortizadoras. Y sorprende que sólo el archivo "que fue de los monjes benedictinos [de San Martín Pinario] quedó intacto por su posición reservada e insinificante para guarecerse en él la fuerza revolucionaria".

De que los fondos no estaban ni mucho menos mal cuidados, así como de la preocupación por rescatar y poner a buen recaudo los documentos, da idea el angustioso oficio que firma José Alonso Estrada, administrador de Bienes Nacionales del partido judicial de Santiago de Compostela, dirigido al administrador principal y contador de Bienes Nacionales de la provincia de La Coruña:

Después de los disgustos y gravísimos perjuicios que a la par de los vecinos honrados y pacíficos de este pueblo he sufrido con la revolución, vino, punto menos que a trastornarme el juicio, la desagradable novedad de haber penetrado en las oficinas del edificio ex Monasterio de San Martín que ocupaban los archivos y libros de las bibliotecas de conventos, la fuerza revelde refugiada al mismo edificio en el día de ayer para hacer resistencia a las tropas leales, según noté velando sobre su custodia desde la calle, una vez privada la entrada al repitido edificio, perciviendo que se hallaban militares dentro, y en las bentanas y balcones colocados como de parapeto, a granel, multitud de volúmenes.

Esta ocurrencia que nadie en mi lugar podría evitar en circunstancias como las que desgraciadamente deprimieron a esta población me puso en el mayor conflicto, porque siempre miré con amor los intereses del Estado, siendo así que durante la revolución, con todo afán celé por ellos; pero me fue imposible en la tarde y noche de ayer. Todas eran desgracias, todo era confusión, y hasta el momento en que felizmente nos creímos sosegados, imposible también ha sido penetrar a los locales donde estaban la oficina y archivos.


Felizmente, libre el pueblo de la intrusa dominación y advertida según llevo referido aquella triste novedad, en el primer momento me presenté al excelentísimo señor general jefe D. José de la Concha como única, y entonces principal autoridad, suplicándole me prestase los ausilios necesarios para contener los robos a que estaban espuestas las oficinas fracturadas, y pasé con el señor brigadier jefe de estado mayor a colocar vigilantes en todas las puertas de las habitaciones que ecsistían a cargo de esta Dependencia.
En seguida y sin detención di parte de lo ocurrido al señor subdelegado de Rentas para que se sirviese disponer un escrupuloso reconocimiento en las propias oficinas, al mismo tiempo que ganando tiempo encarecí la asistencia al promotor fiscal del Juzgado, también oficialmente, mas como uno y otro se encuentran ausentes según contestaciones vervales de sus domésticos, acudí sin dilación al señor alcalde municipal, y asimismo al espuesto excelentísimo señor, para que tubiese a bien delegar persona que en representación de la autoridad militar prestase asistencia al preciso reconocimiento que encarecí a dicho señor alcalde por fe de escribano, vista de inteligente y testigos de conocida honradez y providad, y en efecto se está practicando por acuerdo de ambas autoridades, dejando cerradas y selladas las habitaciones según se van inspeccionando.

El daño que ya se patentiza es de enorme consideración, y causa el mayor sentimiento reconocer hechos trizas los mejores protocolos, instrumentos y libros de todos los archivos; sólo el que fue de los monjes benedictinos quedó intacto por su posición reservada e insinificante para guarecerse en él la fuerza revolucionaria. Luego que el espediente se encuentre en estado, daré a VSS conocimiento de todo lo que resulte; pero por de pronto les ruego se sirvan elevar al de la superioridad este desagradable suceso, que verdaderamente me fue imposible evitar, como justificaré a plena satisfacción y en la más solemne forma.


Dios guarde a VS muchos años.

Santiago, abril 24 de 1846.
José Alonso Estrada
[rubricado]

Archivo Municipal de A Coruña, Rey Escariz, caja 7, carpeta 7

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