jueves, 26 de enero de 2012

Un contrabandista evita ser detenido llamando fascista a un inspector de Tabacalera


Ya me ocupé en alguna que otra ocasión de este asunto. Como me deja el cuerpo según se ve arriba porque da idea de como estaba el país con el Frente Popular en el poder, me vuelvo a ocupar del tema para ampliar información, y seguramente no será la última vez que lo haga. Cuando los demagogos agitan con que el Ejército se levantó contra el pueblo --como si los militares no fuesen pueblo o la media España que los apoyaba tampoco fuese pueblo-- recuerdo este caso en el que los animalitos que lo protagonizan constituían ese mismo pueblo ¿o era el populacho, el de la barbarie, zafiedad, soecidad, malos instintos, y lo que era peor para Unamuno, el de la estupidez?

El relato de hoy tiene algún paralelismo con noticias de actualidad. Parece que entre lo que en Galicia se denomina esquerdallada, que por fortuna no engloba a todas las personas de izquierdas, sino más bien a las que agitan, los ciberpepiños de la red, los que se creen que la gente es, básicamente, imbécil, digo que entre esa esquerdallada no se entiende o no se quiere entender que en España la justicia no se aplica por tribunales revolucionarios en los que la ley y las garantías procesales son una cuestión menor ante las convicciones apriorísticas. En España contamos con un sistema judicial que ampara y ofrece una serie de garantías al reo. Al final de la causa, cuando un juez, tribunal o jurado popular dicta la resolución correspondiente lo hace formando estado de conciencia sobre el asunto, e in dubio... El sistema judicial español (y el de cualquier país civilizado, ¿no?) se da de bofetadas con la posibilidad de condenar en función de simpatías o antipatías y convicciones apriorísticas e incluso morales, como las que pueden tener los ciberpepiños ante determinadas noticias de actualidad. Si ellos estuviesen en el banquillo también pedirían que se les condenase con pruebas suficientes, y no mediante convicciones apriorísticas amplificadas por los medios, convicciones morales, o amistades y enemistades particulares. Vamos, digo yo...

El 31 de marzo de 1936 el inspector de la Compañía Arrendataria de Tabacos y jefe del Servicio de vigilancia, Bernardo Gómez Revuelta, hizo una aprehensión de tabaco de contrabando que portaban dos individuos: Antonio Díaz San Isidro y Ricardo Meizoso Veiga. Puso a disposición del juez de instrucción del Distrito de la Audiencia de La Coruña a Meizoso, porque Antonio Díaz se dio a la fuga. El 23 de abril siguiente, mientras el inspector paseaba por el Cantón Grande, vio a Meizoso Veiga otra vez en compañía de Antonio Díaz San Isidro, y quiso detener a este último. Parece que los contrabandistas llamaron fascista al inspector, lo que dio pie a ese pueblo que se mitifica vanamente, a echarse sobre el inspector que se libró de una agresión refugiándose en un estanco del mismo Cantón. También salió ileso porque lo protegieron varios cabos y soldados del Ejército, y hasta intervino al final un teniente al mando de un grupo de guardias de Asalto ¿Qué tendrá que ver este pueblo, el real, el de la calle, intolerante, violento, primario, con el tópico que los describe como gentes que sólo querían vivir en libertad, democracia, solidaridad y harmonía con el resto de la sociedad? Vamos, hombre, vamos...

Como quiera que una cosa es tener la convicción apriorística y hasta moral, de que los hechos ocurrieron como acabo de relatar, y otra distinta demostrarlo ante los tribunales, cuando se juzgó esta causa, la Audiencia Provincial no encontró pruebas suficientes para condenar por insultos y amenazas a los contrabandistas, estos se fueron de rositas, y la causa se cerró con un auto de sobreseimiento. Que le vamos hacer...

El Ideal Gallego da cuenta del hecho en su número de 24 de abril de 1936:

Un contrabandista acusa a un inspector de la Tabacalera de ser fascista

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Desorientado el público, un grupo pretende agredir al inspector.-- El contrabandista logra huir

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En ocasión en que ayer, a las siete y media de la tarde, perseguía por el Cantón Grande a un contrabandista con el fin de detenerlo, fué acusado de fascista por el perseguido, con el objeto de desorientar al público y poder huir, estando a punto de ser víctima de una agresión por un grupo de extremistas, el inspector de la Compañía Arrendataria de Tabacos, jefe del servicio de vigilancia, don Bernardo Gómez Revuelta.

Protegido por el escándalo que se provocó, el contrabandista pudo eludir su detención, mientras el inspector de la Tabacalera se vio obligado a refugiarse de las iras del grupo agresor, en el estanco del Cantón Grande.

Y por una vengativa acusación, pudo ocurrir un grave suceso, si no intervienen oportunamente varios cabos y soldados del Ejército, prestando su protección al señor Gómez Revuelta, quien, así, y más tarde con la cooperación de los guardias de Asalto al mando de un teniente previamente requeridos, se vio libre de una agresión.

ANTECEDENTES DEL SUCESO

El señor Gómez Revuelta hizo el día 31 de marzo último, una aprehensión de tabaco de contrabando que llevaban dos individuos, y consiguió detener a uno de ellos, llamado Ricardo Meizoso Veiga. El otro individuo se había dado a la fuga.

En aquella fecha, el tabaco apresado se remitió a la Tabacalera, y Meizoso Veiga fue puesto a disposición del juez de instrucción de la Audiencia, cuya autoridad incóo el correspondiente sumario.

SURGE EL INCIDENTE

Ayer tarde, en ocasión en que don Bernardo paseaba por el Cantón Grande, estando de servicio, se encontró con el Meizoso Veiga y con el individuo que se había dado a la fuga el día 31 de marzo.

Quiso el inspector de la Arrendataria de Tabacos requerir a los guardias para que detuviesen al que estaba incurso en el delito de contrabando, y como no encontrase cerca ningún agente, pretendió detenerlo él.

Dichos individuos se dieron cuenta de la actitud del señor Gómez Revuelta, y el Meizoso acusó a gritos a aquél, de fascista. ¡¡Y así ocurrió un suceso que pudo tener fatales consecuencias!! ¡Eso es todo!

El diario La Voz de Galicia, correspondiente también al 24 de abril de 1936 lo cuenta así:

UNA AÑAGAZA

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El inspector de la Compañía Arrendataria de Tabacos, D. Bernardo Gómez Revuelta, jefe del servicio de vigilancia en esta provincia, denunció ayer en la Comisaría de Policía que al pasar anoche por el Cantón Grande, cuando más transitado se hallaba, fue insultado por dos sujetos, quienes además, para atraer hacia él con mala intención y torpes fines la atención y aun el enojo del público, le acusaron a gritos, falsamente, de estar afiliado a determinado sector político.

El denunciante añade que los referidos sujetos quisieron hacerle objeto de una venganza, toda vez que tuvo que vérselas con ellos por contrabando de tabaco, aprehendiéndoles una partida de cierta importancia.

La estratagema de los tales surtió efecto de momento y el escándalo que se formó en el Cantón Grande fue mayor, teniendo necesidad el señor Gómez Revuelta de ser auxiliado y de cobijarse prudentemente. El público impresionable, juzgó mejor ponerse de parte de los matuteros, que huyeron aprovechando el revuelo.

Varios agentes de la autoridad acompañaron luego al citado funcionario hasta el Hotel donde se aloja y de donde salió para ratificar su protesta y la denuncia.





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