martes, 20 de marzo de 2012

Un falangista con balas dum-dum


Resulta sorprendente que el documento que me da pie para hacer esta anotación no haya sido usado para agitar por parte de los señores de la memoria histórica, especialistas como son en hacer generalizaciones de un caso aislado. Pero no, supongo que tal vez no fue usado este asunto porque la sentencia --dictada antes de iniciarse la guerra-- que condenó al protagonista, declaró como hecho probado que venía siendo objeto de constantes amenazas y persecuciones por parte "obreros afiliados a la C.N.T. y otras organizaciones marxistas".

Nuestro ya conocido Gerardo Martínez Pan, de 24 años, herrero que se había dedicado a trabajar en la construcción durante la huelga del 33-34, posteriormente estibador en la colla de la Asociación General Patronal, falangista, salía sobre las cuatro de la madrugada del 10 de marzo de 1936 de un bar situado en las inmediaciones de Linares Rivas, el Miramar. Parece que era amigo de una camarera y a tenor de los hechos probados en la sentencia --amenazas y persecuciones-- también parece probable que al salir fuese rodeado por un grupo de cinco individuos. Él llevó la mano a su gabán e invitó a los demás a que sacasen las suyas de los bolsillos mientas hacía lo propio. Dos de los que parecen agresores sacaron sendas navajas y preguntaron a Gerardo si no disponía de armas, a lo que este respondió mostrando un revólver. Tres de los que lo habían rodeado se dan a la fuga; Gerardo departe con uno de los que dice que poseían navajas, José Díaz González, de 35 años, fogonero marítimo, mientras el otro, Manuel Soto Mouriño, de 24 años, zapatero abandona el grupo. No por mucho tiempo porque volvió con una pareja de guardias de Asalto indicándoles que Martínez Pan poseía una pistola. Como se la había dado a guardar a su amiga camarera, esta la entrega a la Policía.

Las versiones de José Díaz y Manuel Soto son prácticamente coincidentes. Afirman que se encontraban en el Miramar y vieron que Gerardo Martínez Pan cambiaba una pistola del bolsillo trasero del pantalón al gabán, a lo que no dieron importancia. Es posible. Al cerrar el local y salir, se encontraron con que Gerardo encañonó a todos los clientes mientras decía que al que se moviese lo pateaba. Niegan que estuviesen más individuos que ellos y afirman que cuando detuvieron a Gerardo, este dijo a Manuel que aún tenía otra pistola en casa y que la usaría contra el denunciante. Esto último me parece creíble, aunque Manuel Soto Mouriño no aparezca en las relaciones y recursos sobre represaliados que consulté. Lo demás no me parece que encaje. Hemos visto varios casos en los que se detiene a Martínez Pan por tenencia ilícita de armas. Siempre es en situaciones en las que porta armas sin tener licencia, o en situaciones defensivas, nunca ofensivas. En otros juicios que tuvo se probó que estaba constantemente perseguido y amenazado, tanto por estar conceptuado como esquirol, como por ser falangista. Tras una petición fiscal de dos años de prisión el tribunal lo condenó a seis meses de reclusión, que no cumplió completos porque el 23 de julio fue puesto en libertad provisional por orden y a disposición del comandante militar de la plaza.

Sea como fuere, en el sumario aparece un informe en el que dos peritos armeros acreditan que el arma estaba en perfectas condiciones de funcionamiento y lo más llamativo para mí es que yo diría que describe unos proyectiles que si no son balas dum-dum, se le parecen bastante:

Que las cinco balas ocupadas con aquella arma, y para la misma, presentan la anormalidad de haber sido rebajado el plomo proyectil en su punta, hasta dejarlas casi achatadas totalmente, practicándose luego en esa misma parte o extremo una cruz acanalada, todo lo que hace que sus efectos sean de mucho mayor peligro.

Una anotación de lo más interesante sobre las balas dum-dum, aquí. Supongo que todo el mundo sabe que las dum-dum son balas expansivas (no explosivas), que se abren al impactar con un sólido provocando destrozos superiores al armamento común de la época, no al actual, o que están prohibidas en la guerra. Con ocasión del conflicto italo-abisinio, la prensa republicana daba noticias diversas sobre estas balas. Mientras unos sostenían que eran los italianos quienes las usaban, otros presentaban pruebas de que eran los abisinios. Demonizados como estaban estos proyectiles dieron pie a una intervención entre melodramática y efectista de Casaritos en el Congreso. Fue una sesión que recomiendo leer para quien no conozca lo que allí se trató. Calvo Sotelo pedía un desarme que afectase a derechas e izquierdas, no sólo a derechas. Casaritos afirmó al responderle, que en su despacho, se "estremecía de horror", al consultar un expediente de un registro domiciliario en Madrid, en el que se encontraron balas dum-dum "preparadas para los pechos proletarios". Recordó que el 2 de mayo se había detenido a un militar retirado ocupándosele 16 balas dum-dum. Se sacó del bolsillo unas cuantas y las colocó sobre el pupitre... Por demagogia, efectismo y melodrama, que no sea. Menos mal que un mes más tarde el mismo Calvo Sotelo pudo acreditar, también mediante un informe de los peritos armeros que intervinieron en el sumario por el que se juzgo al militar, que las balas que portaba no eran dum-dum. Las que llevaba Gerardo Martínez Pan, por la descripción, para mí que sí lo eran. En cualquier caso no creo que el asunto pase de la mera anécdota. Al menos yo no conozco estudios que hayan detectado su presencia, ni recuerdo que la tradición oral refiera algo sobre uso de balas dum-dum antes o durante la guerra, por estos pagos.

Mis notas.



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