sábado, 28 de julio de 2012

De la banda de los de la Lejía y del atentado al general Bosch

Ese edificio desaparecido que veis en el centro de la imagen se encontraba en la confluencia del Cantón Pequeño con Juana de Vega y Alameda. Era el viejo Gran Hotel de Francia, conocido simplemente como el Hotel de Francia. Allí ocurrió un hecho que, o bien es silenciado por los señores de la memoria histórica, o se refieren a él como a un presunto atentado contra el general Bosch ¿Presunto, presunto...? ¡Y un jamón!

La prensa local --La Voz de Galicia y El Ideal Gallego-- no dio cuenta del hecho sin duda por impedirlo la censura republicana, pero coló en el ABC de Sevilla.

LOS HECHOS

En la tarde del 17 de abril de 1936 llegó a La Coruña el general Carlos Bosch y Bosch, jefe de la XVI Brigada de Infantería con sede en León. Venía a presidir un consejo de guerra de oficiales generales que se celebraba al día siguiente en la sala de vistas del Juzgado Militar Permanente de la División, instalado entonces en el ala Norte del Cuartel de Atocha. La causa nada tenía que ver con lo político o social, sino que afectaba a una falta cometida por un oficial contra el honor militar.

El general Carlos Bosch y Bosch parece por sus declaraciones un tipo bonachón, detallista, algo sordo tal vez, dotado de una fina ironía que revela una inteligencia despierta y franca. En cuanto llegó al hotel dijo que a la mañana vendría a despertarlo su ordenanza, y que lo dejasen pasar. A eso de las seis de la madrugada del día 18 de abril de 1936 lo despertaron repetidos golpes en su puerta. Creyendo que era su ordenanza se levantó para descorrer la clavija y al haber dormido sin pijama, se volvió rápidamente a su cama y desde ella exclamó: ¡pasa hombre! Lo repitió, y en ese momento vio como se abría la puerta y se introducía por la misma un brazo empuñando una pistola con la que se hizo un disparo. La habitación del general contaba con dos camas. En la más alejada de la puerta descansaba él, y en la más próxima estaba tendido su abrigo de paisano que por fortuna debió confundir al pistolero y fue sobre el que dispararon, encontrándose posteriormente el abrigo junto con la ropa de cama y colchón con el orificio correspondiente, quedando la bala alojada en la parte inferior izquierda de este último. Los pistoleros salieron corriendo. El general declaró que el disparo casi no hizo ruido lo que le llevó a sospechar en un arma con silenciador ¿No sería algo sordo? Una señora que ocupaba una habitación inmediata gritó al oír el disparo: ¡un tiro, un tiro!

LA VERSIÓN DEL SERENO DEL HOTEL

Antonio Villaverde del Río, de 61 años, era sereno de noche del Hotel Francia. Había trabajado en los Almacenes Pulpeiro hasta su quiebra sin que estuviese sindicado o militase en partido alguno. De hecho, en su entorno le habían oído decir que estaba disgustado con la victoria del Frente Popular porque al no estar sindicado ni tener relación con partidos de izquierda, suponía que no podría obtener trabajo. Quiero decir con lo anterior que parece una persona de derechas. El sereno relató al Juzgado Militar y al del Distrito de la Audiencia, que sobre las cuatro de la mañana se presentaron cuatro individuos, que se fingieron inspectores de Policía, y en tono imperativo le exigieron el libro-registro de entrada de viajeros. Al no haberlo actualizado con los últimos huéspedes, les enseñó las papeletas que cubrían estos y que a la mañana siguiente se enviarían a Comisaría. Los falsos policías lo amonestaron por no haber cumplimentado el registro, advirtiéndole que seguramente le costaría una sanción al hotel, y se volvieron por donde habían venido.

Sobre las seis de la mañana, volvieron tres de los anteriores y empuñando pistolas exigieron que los llevase a la habitación en donde se alojaba el general Bosch. Uno se quedó en el vestíbulo y los dos restantes, sin dejar de empuñar las pistolas, se colocaron uno delante del sereno y otro tras este. Llegados a la habitación, le dijeron al del hotel que llamase, y al responder por segunda vez el general ¡pasa hombre! uno de ellos abrió la puerta y disparó. Los siguió en la huida, pero uno se dio la vuelta y al apuntarlo, desistió. El general Bosch según escribiría más tarde, llamó al sereno y le vituperé la impropia ocurrencia de despertar a tiros a los huéspedes XD

LA CAUSA

Al tratarse de un delito militar, cometido contra una autoridad militar, la Auditoría de Guerra de la VIII División Orgánica solicito al Juzgado de Instrucción del Distrito de la Audiencia que se inhibiese de seguir conociendo del asunto, cosa a la que accedió este, como se comprueba en estas notas. Siguió la instrucción por parte del Juzgado Militar Permanente de la División que concluidas las investigaciones sin haber identificado a ninguno de los autores, elevó el expediente al auditor de Guerra de la División, que acabo sobreseyendo provisionalmente la causa el 20 de mayo de 1936.

VERSIÓN DE LOS HERMANOS DE LA LEJÍA

La causa se reabrió al haberse detenido a Bébel y France García García, dos de los hermanos de la Lejía al comienzo de la guerra. En mi opinión, la Guardia Civil debía saber, porque lo vio alguno de sus integrantes o por confidencias, que un miembro del grupo había ido a comprar esa noche del 18 de abril una barra de nitrato de plata a la farmacia de Vigil, instalada entonces en el Cantón Grande. Con ella, se pretendió, al parecer también, pintar las letras U.H.P. en la frente u otra parte del cuerpo a la víctima del atentado. Así pues al ser detenido preguntaron a France lo que supiese sobre el atentado cometido contra el general Bosch, respondiendo que no sabía nada en concreto, pero había oído decir que en él habían tomado parte su hermano Bébel y Enrique Pena Vila. Hecha la misma pregunta a Bébel, acusó a Pena Vila y Fabián Alonso González que según él fueron a buscarlo a su casa para cometer el atentado, aunque se lo ocultaron hasta llegar al Cantón Grande; también dijo que  él se quedó en la calle mientras los otros dos entraban en el hotel. No tengo que avisar que en estas declaraciones el presunto autor de un delito va a negarlo o intentará aminorar su responsabilidad para que no se le acuse de ser autor del hecho, sino cómplice o encubridor, con lo cual el castigo sería inferior, si le cuela al tribunal claro está. Que la declaración de Bébel no fue obtenida mediante la tortura, se evidencia en el hecho de haber exigido que se tachase del atestado la palabra batiéndose (que había estado batiéndose en unas barricadas), cosa a la que accedió el popular sargento de la Guardia Civil, Manuel Santos Otero, que fue precisamente quien instruyó el atestado. Posteriormente ambos hermanos declararon ante el juez militar que no se ratificaban en lo declarado ante la Guardia Civil, pero me temo que los hechos relatados por ellos y los nombres que dan de quienes integraban la resistencia al Ejército en el Gobierno Civil y otros puntos, resultan en líneas generales veraces según se comprueba mediante otras fuentes, como el testimonio del huido, Martín Ferreiro Álvarez.

Dice un viejo refrán que en la guerra y en el amor el que gana lleva la razón. Los militares lo explicaban de un modo más técnico. Ellos consideraban que se habían alzado para defender a España de sus enemigos interiores, que la estaban destruyendo; por otra parte al haber declarado Casaritos en las Cortes que él era beligerante contra el fascismo --entendido en sentido amplio, no sólo falangistas, al menos para una parte de aquella sociedad-- esta beligerancia contra esa parte de la sociedad les hacía considerar al Gobierno, ilegítimo, por faccioso. Los militares constituían así la legitimidad pura y perfecta de la Patria alzada en armas, cosa que luego se demostró cierta con los hechos al haber resultado vencedores de la guerra y ser reconocidos como gobernantes legítimos por todas las potencias internacionales, quiero recordar que salvo México y la U.R.S.S., potencia esta con la que la República no mantuvo relaciones hasta el comienzo del conflicto. Bébel y France fueron sometidos a un juicio sumarísimo que se vio y falló en consejo de guerra ordinario de plaza, tal día como hoy en 1936, siendo condenados a sufrir la pena de muerte por un delito de traición a España al haberse opuesto y realizar una labor maliciosa contra los militares que representaban la mencionada legitimidad pura y perfecta de la Patria. Fueron puestos en capilla a las tres horas del 29 de julio de 1936, momento en que se les notificó la sentencia y el juez instructor les ofreció los auxilios (espirituales) que precisasen. Como el tiempo de estancia en capilla se redujo tan sólo a dos horas, fueron pasados por las armas en las inmediaciones del polvorín de Dormideras (Campo de la Rata) a las cinco de la madrugada.

VERSIÓN DE FABIÁN ALONSO GONZÁLEZ

En vista de la declaración de Bébel, el sargento Santos debió ordenar un registro en el domicilio de Fabián Alonso, que resultó infructuoso. Al saberlo éste decidió presentarse a la Guardia Civil, quedó detenido, y el mismo sargento Santos instruyó un nuevo atestado en el que declara Fabián Alonso González, de 22 años, soltero, afiliado a la Agrupación Socialista, perito mercantil aunque se encontraba al frente del bar de su padre, el Sport, instalado en el nº 1 de la Rúa Alta, muy cerca de la Casa del Pueblo de la Federación Local Obrera. En el bar paraban elementos obreros de la Casa del Pueblo y hacían tertulia juventudes socialistas y comunistas. Fabián Alonso dijo en su declaración que acostumbraba a frecuentar el Gobierno Civil desde que lo ocupaba Pérez Carballo, fusilado al iniciarse el conflicto. Según la Guardia Civil era un elemento destacadísimo de la Agrupación Socialista. Lamela señala que era comunista y socio de Germinal (p. 140), aunque no cita la procedencia de la información. Enjuiciada su conducta en consejo de guerra, se le condenó a sufrir la pena de muerte por un delito continuado de rebelión militar, aunque en realidad lo que pesó en su condena no fue la participación en el asesinato frustrado del general Bosch, sino su actuación en el Gobierno Civil y otros puntos al comenzar la guerra. Fue puesto en capilla a las cuatro de la mañana del 22 de febrero de 1937 y pasado por las armas tres horas más tarde en las inmediaciones del Polvorín de Dormideras. En sus declaraciones al juez militar señaló que el día del atentado cerró el bar Sport sobre las dos y media de la madrugada, saliendo en compañía de Pena Vila. Al llegar al Cantón se encontraron con Bébel y France García. El primero le pidió dinero y Fabián le entregó una peseta con la que se separó del grupo y fue a comprar una barra de nitrato de plata en la farmacia de Vigil. Siguieron los demás paseando y Bébel les dio alcance a la altura del Banco Pastor, en donde pidió a Fabián Alonso que le entregase la pistola que llevaba, cosa a la que accedió. Según esta versión entraron Bébel y France en el hotel para cometer el atentado mientras Fabián Alonso y Pena Vila se quedaban en la puerta.

INFORMACIÓN DEL ORDENANZA DEL JUZGADO MILITAR PERMANENTE

Durante la instrucción, en agosto del 36, se tomó declaración a un soldado que era ordenanza del Juzgado Militar Permanente. Según su declaración conservaba unas notas que tuvo intención de aportar a la causa cuando había sido abierta en abril, pero al poco le dieron licencia, se marchó a su pueblo, y al volver se enteró que la habían sobreseído. Alrededor de las cuatro de la mañana del 18 de abril de 1936 se recibió una llamada en el Juzgado de alguien que se identificó como policía. Estaba interesado en conocer si al día siguiente se celebraba consejo de guerra, si era de oficiales generales, quién lo presidía y a qué hora se celebraba. Lo solicitó con voz brusca indicando que era un dato que precisaba por reclamarlo con urgencia el gobierno de Madrid. Como el ordenanza no podía consultar los documentos, dio parte al oficial de guardia que no sabía nada. Puesto de nuevo al habla con el supuesto policía, ante la imposibilidad de proporcionarle la información interesada, la insistencia y modos imperativos, acabó por colgarle el teléfono. Realizadas las gestiones oportunas resultó que el número 2636 desde el que se llamaba al Juzgado Militar correspondía al bar Sport, a cuyo frente ya vimos que estaba Fabián Alonso.

INFORMACIÓN DEL POLICÍA FERNANDO FREIRE GAGO

También en agosto del 36 aporta luz sobre los hechos una declaración del agente de Vigilancia, Fernando Freire Gago. Este pudo ser testigo del hecho como afirma, o pudo recibir confidencias, por ejemplo de propietarios de bares, de algún sereno, de individuos que sabían como ocurrieran los hechos y a los que se dejó marchar a cambio de información (veremos un caso). Estas personas podían transmitir información a la Policía como confidencia, pero si tuviesen que declarar lo mismo ante un juez militar o ante un consejo de guerra, lo negarían, es de suponer que para evitar agresiones. Este policía declaró que al salir sobre las tres y media de la madrugada del 18 de abril, tras prestar servicio en el Gobierno Civil (hoy segundo piso de la Biblioteca de la Diputación), se encontró en la esquina de la calle Real a France García García, Enrique Pena Vila, Juan Martínez Fontenla, y Félix Gila Esteban. Los siguió hasta el Café Marineda (en donde hoy está el café Vecchio), al que entraron France y Martínez Fontenla, haciendo uso del teléfono y manteniendo una conversación corta. La mantenida con el Juzgado desde el número 2636 no había sido corta, y fueron dos llamadas las que mantuvo el ordenanza del Juzgado Militar con un mismo interlocutor. El policía declaró que pese a sospechar al enterarse del atentado, no puso estos hechos en conocimiento de sus superiores por no aconsejarlo aquellas circunstancias políticas, en vista de que las autoridades civiles no demostraban interés alguno en su conocimiento. Me lo creo. Si Fabián Alonso iba al Gobierno Civil desde que lo ocupaba Pérez Carballo, difícilmente éste iba a tomar medidas contra un correligionario o alguien próximo. Esto sin considerar la posibilidad de implicaciones en este centro, al menos a tenor de lo que cuenta en su Diario de un General, Álvaro Ramos, en el sentido de que la esposa del gobernador, Juana Capdevielle, era quien señalaba a los de la Lejía las víctimas a causar. Recuerdo que para ella el fin justificaba los medios, y así en la mañana del 20 de julio del 36, según versión del huido Martín Ferreiro Álvarez, propuso tomar como rehenes a las mujeres e hijos de los militares, cosa que junto con la resistencia en el Gobierno Civil colaborando en el reparto de armas con las que matar o herir a los militares, haber llamado a su marido cobarde (es tradición oral aún viva, que además recoge Silva Ferreiro) o haberle reprochado su cobardía por rendir el centro, en mi opinión, le costaron la vida. Todo ello debió evidenciar para aquellas mentalidades una personalidad peligrosísima para el mantenimiento del orden público, que era durante la guerra una obsesión en el estamento militar: pacificar el territorio, que nadie les pudiese montar grupos que les hiciesen una guerra de retaguardia, que bastante tenían con los frentes.

LA DETENCIÓN DE ENRIQUE PENA VILA

Una vez que es fusilado Fabián Alonso en 1937, la causa se paraliza hasta 1942 en que se reabre mediante un atestado del entonces cabo de la Guardia Civil Vicente Peralta, adscrito a la Brigada de Investigación, que no era andaluz como se lee, sino de un pueblo de Ávila. Peralta alcanzaría cierta notoriedad al ser herido en 1946 en la avenida de Rubine cuando perseguía a unos maquis. Al parecer la Guardia Civil había montado un dispositivo porque se sabía por confidencias que iban a secuestrar a las hijas de Pedro Abelenda, una persona acomodada que vivía en Ciudad Jardín y que había acumulado una cierta fortuna con la minería del Wolframio durante la II Guerra Mundial. Se le conocía como el Millonario del Wolfram. Se produjo un tiroteo, y el periodista Arcadio Vilela se refugió en el primer piso de un edificio de Rubine en cuyo segundo vivía una señora, hija de Guardia Civil, que me contó esto, y que fue la primera en ver el cadáver del periodista. Ella oyó unos tiros en su casa y bajó al primero, viendo el pecho ensangrentado de Vilela, y fíjate tú que se marcharon los bandidos porque si llegan a estar allí y me ven me liquidan también :-) Según ella huyeron por los tejados del Corralón de Rubine. El bajo estaba ocupado por los talleres de El Ideal Gallego, encontrándose las oficinas en el primero. Otra persona de edad, más bien izquierdista, que hablaba por lo que le había dicho el gerente de El Ideal Gallego, me aseguró que Arcadio Vilela ya entró herido en el edificio del periódico y que había sido herido por fuego amigo. A saber.

Vuelvo al surco, que me disperso. El cabo Peralta recibió confidencias que le permitieron detener a Enrique Pena Vila sobre las 22 horas del 5 de agosto de 1942, en la calle de Cartuchos (oficialmente Varela Silvari). Pertenecía al PSOE desde el año 1931 y fue presidente de las JJ SS hasta principios de 1935. En las elecciones de febrero del 36 fue candidato a diputado, aunque según él sólo se le designó para poder nombrar interventores y apoderados. En algunos documentos aparece como periodista deportivo y en otros como dibujante. Era árbitro de fútbol. En la tarde del 17 de abril de 1936 estuvo por unos cuantos bares en compañía de Félix Gila Esteban. De madrugada pararon en el Lívori, en la Rúa Nueva (tal vez aquí), en donde encontraron a Bébel o a France acompañado de Juan Martínez Fontenla. Según esta versión Félix Gila se acercó en un momento determinado al mostrador y al volver comentó que un señor que estaba allí de paisano era militar. Que le había oído decir que al día siguiente tenía que acudir a una reunión de militares fascistas. Salieron comentando lo ocurrido y se fueron al Marineda. De allí salieron paseando por los Cantones y al pasar por el Hotel de Francia, Félix Gila entró y fingiéndose policía examinó las entradas de viajeros, saliendo al ver que estaba hospedado el general Bosch. Gila propuso cortarle las barbas al general (en la foto que de Bosch publica La Voz de Galicia el 4 de agosto de 1936 aparece con bigote pero sin barba). Pena Vila y Martínez Fontenla según esta versión se opusieron, pero al ser presionados se vieron obligados a acceder. Fabián Alonso fue a su casa a por una pistola (¿y él y alguien más a llamar por teléfono al Juzgado Militar?), momento en que desapareció Félix Gila sin que volviesen a saber de él. Según su relato, subieron a la habitación acompañados del sereno: Bébel, France, Fabián y el propio Pena Vila. Llamaron, y al introducir Pena Vila el brazo se le disparó la pistola saliendo a la carrera. También señala que más tarde supo que no se pretendía cortarle las barbas a Bosch, sino que Fabián Alonso y France García habían comprado una barra de nitrato de plata para pintarle en la frente al general: U.H.P.

Como dato curioso, la Guardia Civil lo acusó de ser el inductor del atentado contra los hermanos Canalejo, a los que habrían disparado en la plaza de María Pita por orden suya. No lo prueban así que a saber.

Pena Vila fue condenado a sufrir la pena de muerte por un delito de rebelión militar, aunque en la propia sentencia se proponía su conmutación por cadena perpetua (30 años), como así ocurrió. A la altura de 1943 era raro que se fusilase a alguien acusado de rebelión militar (haber empuñado armas), salvo que hubiese cometido asesinatos o que se le probase que con las armas en la mano había herido a alguien, delitos que "repugnaban a las conciencias honradas". La cadena perpetua se le conmuta también en 1945 comenzando a extinguir los diez años que se le impusieron en la sentencia por la autoría del asesinato frustrado del general Bosch. Sale en libertad provisional en abril de 1949 dejando totalmente extinguida la pena en febrero de 1950.

JUAN MARTÍNEZ FONTENLA

La reapertura de la causa hace que se busque a Juan Martínez Fontenla y a Félix Gila Esteban. Según la Policía, el primero contaba 37 años en enero de 1943, había sido vecino de la calle de Juana de Vega 60-1º. Era miembro de la Agrupación Socialista desde el 11 de junio de 1931; fue nombrado secretario el 18 de enero de 1936, y según la misma Policía, era íntimo amigo de los de la Lejía; también fue miembro de la U.G.T. Según Lamela (p. 43, 78) fue delegado de la Agrupación Socialista Obrera de La Coruña en el Congreso de la Federación Local de la UGT celebrado en abril del 36. Desaparecido al comienzo de la guerra, lograría exiliarse en México. Al parecer estuvo complicado en el asalto a la Audiencia y consiguiente robo de armas conservadas allí como pruebas de convicción de sumarios el 18 de julio de 1936.

LA VERSIÓN DE FÉLIX GILA ESTEBAN

Por lo que se refiere a Félix Gila Esteban había sido masajista y entrenador del Deportivo, posteriormente trabajó para el Avilés. El 1 de abril del 36 la directiva de este equipo le comunicó que no podía seguir abonándole su sueldo así que dejó Avilés y retornó a La Coruña para ofrecer sus servicios al Deportivo. La Comisaría de La Coruña lo consideraba de ideas socialistas avanzadas, gran amigo de los de la Lejía así como de directivos de la  Juventud Socialista como Pena Vila y Martínez Fontenla. Estaba afiliado a la Agrupación Socialista y era suscriptor de Acción Socialista. Desapareció de la ciudad a raíz del atentado contra el general Bosch. La Comisaría de Sevilla, por contra, proporciona un informe sorprendente: al comenzar la guerra y crearse en Sevilla por Queipo de Llano las Fuerzas Cívicas al Servicio de España, se alistó en ellas con el número 1595, hasta el 11 de agosto en que se crearon las Milicias Nacionales de Sevilla en las que ingresó. Hizo la guerra en Infantería alcanzando el grado de sargento, pasando posteriormente a Sanidad Militar en donde ejerció su profesión de practicante. Militaba en FET y de las JONS. Tuvo a favor varios informes sobre su buena conducta, añadiéndose que no se relacionaba en 1943 con cuestiones de índole político o social, dedicándose únicamente  al ejercicio de su profesión. Con respecto al atentado por el que se le procesó, dijo al juez militar que él no participó en el hecho y se enteró al día siguiente de lo ocurrido porque se lo contó Fabián Alonso en el bar Sport. Según esta versión, Pena Vila y Bébel subieron a la habitación, quedándose en la puerta del hotel, France García, Martínez Fontenla y Fabián Alonso. Félix Gila declaró también que la noche del atentado estaba el bar Livori cuando llegaron Pena Vila y Martínez Fontenla, le preguntaron si conocía a unos señores que se encontraban en la barra y parecían militares, contestando que no los conocía de nada. Salieron los tres a la calle. Martínez Fontenla y Pena Vila se separaron de él y al parecer fueron a preguntar si en el Hotel de Francia se hospedaban militares. Volvieron y paseando se separaron a la altura de la Rúa Nueva. Gila se quedó en el Lívori, sin que supiese a donde fueron Martínez Fontenla y Pena Vila. Se marchó de este local al cerrar, y a continuación fue al bar Marineda en donde se encontró a Fontenla, Pena Vila, Bébel y France García. Desde el Marineda alguno de ellos llamó por teléfono, según cree a algún juzgado militar para saber si se celebraban consejos de guerra al día siguiente. Según esta versión, se marcharon los demás quedándose él con el dueño del bar hasta el cierre. Gila fue condenado en 1943 a sufrir seis años y un día de prisión mayor por su participación en el atentado contra Bosch, aunque ya se encontraba en libertad condicional en febrero de 1947.

Se encuentran datos del mayor interés en la causa 64/1936 de la Auditoría de Guerra de la VIII División Orgánica, contra Fabián Alonso y otros, abierta con motivo del atentado al general Bosch; así como en la 127/1936 contra los de la Lejía y otros por delitos comprendidos en el bando declaratorio del estado de guerra. Están depositadas por el Tribunal Militar Territorial IV --amenazadas como las demás por el madricentrismo-- en el Archivo Intermedio Militar Noroestes de Ferrol.

ALGUNAS CONCLUSIONES Y DATOS

Estamos ante un atentado que perpetró la tristemente célebre banda de los de la Lejía, de las Juventudes Socialistas, mitificados como unas pobres víctimas cuando antes de comenzar la guerra ellos eran los victimarios, cuando constituían una banda de revolucionarios que hoy denominaríamos terroristas ¿o no? La causa del atentado bien pudo ser una con la que especuló el propio general Bosch en sus declaraciones. Por aquellas fechas circuló la especie de que este militar se iba a poner al frente de una sublevación, y debido a ello trataron de asesinarlo. Eran tan zafios en cosa de chismes, tan primarios, no pareciéndome incluso que fuesen especialmente despiertos, que cualquier chisme les podía servir para hacer el chulo, bien asesinando a un militar, bien buscando armas en casas particulares o en la sacristía de la iglesia de San Pedro de Mezonzo. El atentado también pudo tener su origen en la actuación de este militar en Asturias y como lo que querían los socialistas era provocar una reacción militar que contaban con aplastar de inmediato ocupando ellos el poder, ahí podemos tener otra explicación para este asesinato frustrado.Sería un grano de arena más para provocar esa reacción de las derechas o los militares. Como quienes se dedicaron a investigar este período --bien por compasión acrítica hacia los perdedores de la guerra, bien por manipular y seguir cobrando las correspondientes subvenciones que les proporciona su trama clientelar incluso en tiempos de crisis--, no se ocuparon de este hecho en las entrevistas que realizaron a los allegados de los protagonistas y correligionarios, me temo que difícilmente se podrá ir más allá.

Lo que sí se puede decir es que de Falange el único atentado que se conoce en La Coruña durante la II República se redujo a haber ricinado a un muchacho que al parecer se había afiliado a Falange para espiarlos y dar cuenta a las JJ SS a las que pertenecía; tal vez estuvieron relacionados con el incendio de un coche en el Corralón de Rubine, pero tampoco está claro. Por el contrario los falangistas fueron objeto de agresiones continuas, una puñalada y hasta llegaron a ser tiroteados en María Pita De Renovación Española se conoce que uno de los hermanos Casteleiro tiró un tintero desde el balcón a una chica que quería arrancarles unos carteles. El piso de los Casteleiro (Armando y José Casteleiro Varela) en la calle Real fue asaltada en la mañana del 20 de julio de 1936 cuando se buscaban armas. Los Casteleiro llevaban ya unos cuatro o cinco días fuera de la ciudad debido a la persecución que sufrían y al haber sabido que tras el asesinato de Calvo Sotelo se les quería detener. Algún testimonio señala que fueron unas diez personas las que participaron en el asalto, y según Pena Vila, entre ellas Bébel, France y Jaurés García García. Tal vez Pena Vila se quedó en la calle y no llegó a subir. Los de Unión Regional de Derechas, aguantaron como corderitos todos los ataques o el asalto a su sede, y tuvieron que ser los militares quienes dijeron que hasta aquí hemos llegado. Se jugaron el cuello alzándose, a algunos se lo cortaron en otros puntos y otros más lo perdieron en la batalla, pero resultaron vencedores.

Si lo que se ha vendido sobre las JJ SS y sobre los de la Lejía no deja de ser un mito que como tal no refleja toda la verdad; si como vemos antes del 18 de julio aquí los perseguidos y maltratados eran los de derechas, los de Falange, los militares, aquellos que tenían por esquiroles, o los católicos; si vemos una y otra vez que los perseguidores eran los socialistas, sus juventudes, las izquierdas o los libertarios... No haber empezado y no los hubiesen calentado ¿o no?

Sobre los autores del atentado, yo me inclino a creer que subieron Bébel y Pena Vila, disparando este último. Frace acusa a su hermano Bébel y a Pena Vila. Este reconoce ser el autor del disparo. Parece también probable que Félix Gila fuese la primera vez al hotel y no la segunda, fingiéndose policía y rastreando las entradas de viajeros. Los demás se quedarían en el vestíbulo o cubriendo al grupo desde la calle. En cualquier caso, es un atentado de las Juventudes Socialistas que no se compadece en absoluto con la imagen que han dado de ellos los archisubvencionados señores de la memoria histórica. Así que visto lo visto no sé porqué Juan Canalejo no puede tener una calle o un hospital, y los hermanos de la Lejía deben contar con una calle y ser objeto de homenajes y monumentos públicos en base a historias míticas o hagiografías que se realizaron sobre ellos. Debe ser que el embudo por un lado no es lo mismo que por el otro o que para determinados políticos y sus mariachis la gente es, básicamente, imbécil. Con un par.




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