miércoles, 4 de julio de 2012

Tráfico de armas

En una sociedad como la republicana que estaba en cosa de uso y tenencia ilícita de armas, como el salvaje Oeste, cualquiera supone que había un mercado negro en el que se podían adquirir con mucha más facilidad que en nuestros días. Algún tipo de confidencia debió poner a la Policía en la pista de que en el número 23, bajo, de la calle de la Florida, el "industrial" Celestino Rodríguez Correa, de 58 años, oriundo de Vimianzo, tabernero tal vez, vendía un revólver. Encontrándose declarado el estado de Alarma en todo el territorio nacional y suspendidas así las garantías constitucionales según era habitual durante la II República --lo excepcional fueron las pocas semanas en las que esas garantías constitucionales estuvieron en vigor-- la Policía registró el bajo, que también era vivienda, sin orden judicial previa, encontrando en un cajón un revólver. Puesto a disposición del Juzgado el 11 de abril de 1936, fue oído Celestino y dijo que el revólver se lo había  entregado para su venta un ciego que vivía por las Atochas, Benigno Suárez N., de 31 años, vendedor de periódicos y Lotería. Celestino le entregó a su vez 15 pesetas a cuenta. Parece que el hecho de ser ciego el Benigno, lo libro de ser procesado al no resultar posible que reconociese el revólver que le exhibió el Juzgado como el mismo que él había cedido a Celestino.

Se encarga de la defensa de este último el que luego sería famoso artista exiliado, Luis Seoane López, del Partido Galeguista. El fiscal solicitó en un principio para el procesado la pena de cuatro años, nueve meses y once días de prisión menor, pero en el acto del juicio oral el abogado logró que el fiscal apreciase una atenuante de buena conducta, o la inexistencia de peligrosidad social, solicitando tan sólo dos meses de arresto mayor, pena a la que lo condenó el tribunal y que cumplió en la Prisión Provincial de La Coruña.

No he podido averiguar nada sobre los dos implicados en este lío, pero me llama la atención que defienda al procesado, Luis Seoane, que no me encaja para nada defendiendo a un derechista que se dedicase a la receptación y tráfico de armas, y sí a alguien de izquierdas. Por último, el revólver incautado, tal y como consta en la causa, fue de las armas que robaron los revolucionarios de la Audiencia en la madrugada del 18 de julio de 1936, antes de la declaración del estado de Guerra. Para ello violentaron las puertas de una de las secretarías de Sala y del armario en el que se custodiaba este revólver y otras armas que estaban allí como piezas de convicción de sumarios, a la espera de ser remitidas a la Guardia Civil para que procediese a su inutilización. Creo que conocí a quien colaboró desde dentro, como trabajador de la Audiencia que era, a la hora de hacer el reparto de armas. Lo recuerdo alto, con bigote ancho, pelo ya del todo cano, que peinaba hacia atrás con ese fijador que daba al pelo un color algo verdoso; tenía alguna sortija voluminosa con un pedrusco arriba y portaba en su muñeca una esclava de oro de eslabones gruesos; recuerdo que fumaba tabaco de picadura. Buena persona, cariñoso con los niños, aunque solía ser tan serio que nos imponía respeto. Tenía fama de ser un viejo comunista, equivaliendo esto tan sólo a que era un señor de ideología muy izquierdista. Aunque fue condenado a prisión debió beneficiarse de no haber estado del todo claro que participase en el reparto de armas, o que este se hizo antes de la declaración del estado de guerra. Creo que salió pronto de la cárcel pero se encontraba en libertad vigilada. Quiere decirse con lo anterior que mientras no transcurriese el tiempo de la condena, cada vez que venía Franco a Meirás, se le suspendía la libertad vigilada e ingresaba en prisión, o tenía que salir a más de 150 km de La Coruña. En la posguerra sus hermanas solicitaron audiencia a Franco, que las recibió en Santiago de Compostela y les dispensó un trato afectuoso. Pero... ellas le pidieron que perdonase a su hermano, que todo había sido una chiquillada. El jefe del Estado les contestó: no tengo nada que perdonar ni dejar de perdonar. Que lo perdone Dios y mis muertos. 

 Mis notas.



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