viernes, 20 de julio de 2012

Dos intentros frustrados para apropiarse de tierras

Creo evidente que durante el período revolucionario español, especialmente en su última etapa tras la victoria (de hecho) del Frente Popular, la Ley era papel mojado para aquella media España que no votó a esta organización. Los católicos se veían acosados con incendios de iglesias o coacciones para menoscabar su libertad de culto, u ocupación de viviendas de sacerdotes para montar allí la Casa del Pueblo; la integridad física de cualquiera podía peligrar si se sabía que era de derechas o católico, etc. De todo ello hemos visto ejemplos un día sí y otro también. Como no podía ser menos, la propiedad privada también estaba en solfa. En el medio rural gallego, a falta de latifundistas, quienes se veían acosados eran los modestos agricultores típicos de Galicia, minifundistas, propietarios de unas pocas tierras y en su caso colonos de otras que en conjunto daban para poco más que el autoconsumo.

En abril de 1936 se pueden documentar dos intentos para ocupar tierras. Y también podemos ver algo que nunca se cuenta: que la II República concedió el derecho a voto a la mujer, pero esta seguía careciendo de personalidad jurídica. El hecho de que una mujer tuviese que ir acompañada de su esposo para abrir una cuenta en un banco, que tanto se usa para dar el kante, no lo inventó el Franquismo en contra de lo que se quiere colar. Durante la II República si una mujer quería entablar una demanda ante los tribunales o personarse en ellos, como carecía de personalidad jurídica, lo debía hacer "asistida de su esposo". Cuando entablaba una querella y otorgaba el consiguiente poder al procurador que fuere, comparecía ante el notario intervenida de su esposo --como se puede ver en cualquier querella entablada por una mujer-- con la autorización del marido, para prestar a su esposa la licencia marital.

Vuelvo al surco. Decía que en abril del 36 se pueden documentar cuando menos dos intentos frustrados para ocupar tierras en el entorno de La Coruña. El 1 de abril de 1936 Francisca Martínez Cortés, "asistida de su esposo Manuel Martínez Brea", denunció ante Juzgado Municipal de Cambre que era propietaria de una finca de la que había sido desahuciada la inquilina Pilar Montes, que la cultivaba con su esposo Andrés de la Iglesia Barbeito. Un día en que el esposo de la propietaria, Manuel Martínez Brea, iba con su hijo a trabajar esa finca, se presentó la Pilar diciendo que no estaba dispuesta a dejarles cultivarla y que ni el Juzgado ni nadie era quien para echarla de la finca. Maltrató el ganado, intento agredir al marido e hijo de la propietaria y como no paraba de tirarles piedras, tuvieron que marcharse. Supongo que a falta de testigos la acusada negaría los hechos y la causa fue sobreseída.

También nos enteramos a través de El Ideal Gallego correspondiente al 11 de abril de 1936 de otro intento de desalojar una tierra, se supone que para okuparla. José Seijo Serantes, de 26 años, vecino del Espíritu Santo, cultivaba como arrendatario un terreno de este lugar. Denunció a la Guardia Civil que noches atrás un grupo de desconocidos entre los que figuraba el antiguo colono Ramón Meiroa, lo amenazaron para que desalojase la finca porque en caso de no hacerlo se la incendiarían. Llamado el Ramón, declaró al parecer que él no tenía nada que ver con lo ocurrido, suponiendo que fueron algunas personas de La Coruña quienes amenazaron al José. Si tuviese que apostar me inclino a creer que esas personas podrían ser socialistas, individuos vinculados a la Casa del Pueblo de las Juventudes Socialistas. En una solicitud de julio del 37 en la que un vecino de Almeiras cuenta lo ocurrido con motivo del incendio de su iglesia parroquial y solicita al gobernador civil que quienes quemaron el templo lo reconstruyesen, dice en la parte expositiva (Lamela, 202-203):

El día del aniversario de la marxista república, dos pistoleros arma en mano (al parecer eran "los lejieros") mandados por los del centro comunista exigieron al párroco armas, que no hallaron.

Nos puede resultar muy gracioso lo de la "marxista república", pero resulta que estaban en guerra y en el otro bando no empleaban calificativos menos apasionados a la hora de llamar fascistas a cualquiera que no fuesen ellos y sus respectivos perros.Traigo esta cita a colación porque se sugiere una intervención de los de la Lejía, primerísimas figuras revolucionarias en la Casa del Pueblo; a los que la tradición oral atribuía todo tipo de desmanes. Sobre esta relación de la Casa del Pueblo con los desmanes recuerdo que el P. Blanco Rey publica un documento en el que el párroco de Arteixo da cuenta de los episodios de persecución, encarcelamiento por orden del alcalde, expulsión, etcétera, que sufrió con el Frente Popular en el poder. En una de las conversaciones del cura con el alcalde, éste le comentó que tenía intención de hablar con cuatro vecinos de los más revoltosos, para que estuviesen conformes en que el párroco volviese a su casa e iglesia; añadió (para variar en las autoridades del Frente Popular) que era incapaz de dominarlos y también que esos cuatro "eran de los que querían quemar la Iglesia, que aunque ellos no lo hicieran tenían proyectado buscar unos de la casa del pueblo de la Coruña que volasen la Iglesia y casa rectoral" (Blanco Rey, p. 1132).

Al igual que durante la guerra civil los revolucionarios de un pueblo solían cometer las quemas de iglesias, asesinatos, etcétera, no en su mismo pueblo sino en el vecino, yo diría que la Casa del Pueblo de las Juventudes Socialistas, como principalísimo núcleo revolucionario de la ciudad, pudo ser el lugar al que se acudía por revolucionarios de la comarca cuando había que cometer algún desmán, alguna ilegalidad. Los de la comarca no podrían cometerlos en su propio pueblo porque los reconocerían sus vecinos, cosa que difícilmente ocurriría si procedían de una población mayor como La Coruña que entonces contaba con 81.000 habitantes. No tengo que decir que estos intentos de ocupar tierras se perdieron al comenzar la guerra y por fortuna no se recuperaron con la llegada de la democracia.

Se lee en El Ideal Gallego correspondiente al 11 de abril de 1936:

Colono amenazado para que desaloje una finca

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El vecino del lugar del Espíritu Santo, José Seijo Serantes, de 26 años, que lleva en arriendo una finca sita en aquellos parajes, denunció a la Guardia civil que noches atrás un grupo de desconocidos, entre los que figuraba el antiguo colono de la finca, llamado Ramón Meiroa, le amenazaron para que la desalojara advirtiéndole que de no hacerlo así en breve plazo, la incendiarían.

Detenido Ramón Meiroa, declaró que él había sido lanzado de la finca hacía un año por falta de pago, pero que no sabía nada del delito de que se le acusaba. Supone que algunas gentes de La Coruña fueron las que amenazaron a José.




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