miércoles, 12 de agosto de 2009

Otro animalito


A estas alturas de la película, os supongo informados del último hurto perpetrado por un animalito que desgajó varios planos de incunables y libros raros, junto con otros de los siglos XVII y XVIII conservados en varias bibliotecas y algún archivo.

¿Qué voy a decir? Que uno se cabrea, se pone en la piel de los trabajadores y siente un escalofrío porque cualquier día por mucho cuidado que se intente poner y por más medidas de seguridad que haya, te la juegan. Digo que es inevitable por muchas medidas de seguridad que haya, a no ser que se considere aceptable exigir de cualquier ciudadano que entra en la sala de consulta de un archivo o biblioteca de investigación, no ya un cacheo como el que se efectuaba hace años en la BN, sino que se desvista y se le pueda revisar la ropa además de las hojas o cuartillas que lleve. Y aún así... Conozco el caso de una biblioteca universitaria en la que, entre dos estudiantes, uno tiraba los libros por la ventana y otro los recogía en la calle, cosa tan generalizada que obligó a la biblioteca a poner ventanas fijas; en una biblioteca pública, les robaron una enciclopedia completa haciendo una especie de rueda: el lector entraba por la puerta principal y salía por la de emergencia con un libro o dos, y volvía a entrar y repetía la operación, etc.

Por otra parte, todo apunta a que el temporal amaina, aunque leyendo los comentarios que se hacen a las noticias publicadas, creo que la gente no entiende que en un archivo o biblioteca sea posible e inevitable el hurto, al igual que lo es en El Corte Inglés en donde cada prenda lleva su cantarina, hay arcos, vigilantes de paisano y de uniforme, o cámaras ocultas y a la vista. Por cierto que si todo amaina, como espero, esto nos lleva a considerar que el cese de Rosa Regás, con independencia de que no me cayese especialmente bien, fue un pequeño circo que montó Molina para destituir a la escritora, que a nadie se le ocurre dar la noticia del hurto a la prensa sin haber capturado previamente al chorizo, proporcionándole así facilidades para que pudiese ocultar el botín, venderlo o destruirlo incluso. Y es cosa de felicitar a la consejera de Cultura de Castilla La Mancha, porque en lugar de montar la escandalera de Molina, reconoció lo que sabe cualquiera que conozca el paño, que lamentablemente, por muchas medidas de seguridad que haya, "estas cosas pasan". Felicitación que cabe hacer extensiva a la trabajadora que identificó al chorizo recordando una foto que les había enviado la Guardia Civil y la Biblioteca Nacional.

PROPUESTAS

¿Cuál es mi solución? No es mágica, pero siempre pensé que los archivos y bibliotecas que cuentan con bienes patrimoniales, tendrían que cumplir con un protocolo mínimo de seguridad, asunto este último que me consta se descuida en archivos pequeños, como si lo que pasó en la BN no pudiese suceder en cualquier sitio. En un archivo, en mi opinión, no se debe dejar entrar a los consultantes con carpetas, carteras, fundas de ordenadores, ni ningún otro objeto que impida observar su contenido, e incluyo algo tan inocente como puede ser la funda de unas gafas, que este animalito guardaba en la funda de sus gafas cuchillas, algunas hechas afilando una tira de una tarjeta de crédito o ¡los plásticos que dan rigidez al cuello de una camisa! Cosas veredes...

Hace poco le comenté a unos compis mi extrañeza porque dejasen entrar en la sala con maletines, ropa, o lo que llevase consigo el investigador, y me respondieron que no tenían sitio ni para las taquillas. De hecho, están tan sumamente agobiados de espacio, que tienen documentación por las escaleras y hasta en una antesala de los aseos... Y mientras tanto, el ministerio y el ayuntamiento correspondiente, pasándose la pelota: que si te ofrezco este terreno, que si este terreno no me vale, que si cómo que no te vale, que si no te puedo ofrecer otro, etc.

Yo conozco casos en los que la falta de personal es tan notoria, que sólo hay un trabajador en el archivo, que organiza, describe, hace las copias, sirve la documentación y se vuelve a su despacho una vez que lo hizo, y no hay cámaras, y puedes entrar con lo que te dé la real gana (maletines, bolígrafos y supongo que hasta tijeras). En otros archivos, te sirven la documentación y también por falta de personal se vuelven a la sala de organización, confiando la seguridad a unas cámaras que disuaden muy poco (creo yo) porque cualquiera puede ver que los trabajadores no paran de trabajar en otras cosas y no tienen tiempo para estar pendientes de las cámaras, que además creo que en algún caso son de las que no graban. También hay quien creo que considera algo así como ignominioso esto de vigilar la sala, vigilantes u ordenanzas incluidos: que si hay mucho trabajo y no se puede vigilar, cosa que nunca entenderé porque si hay un pico de trabajo y un investigador tiene que hacer cola a la puerta o esperar en su mesa por falta de personal, me parece preferible a que la sala de consulta esté sin vigilancia directa y exponer la documentación a las malas artes de alguno de estos animalitos.

También me preocupan los hurtos internos que es evidente que los hay y no sé si una solución estaría en el cacheo, y en este caso no sólo de los investigadores, sino del personal, revisando lo que lleven en bolsas, sobres, etcétera, cuando salen a tomar el café y al final de la jornada laboral. ¿Se aceptaría? Tengo serias dudas... Lo que me parece inaceptable es que archivos y bibliotecas no tengan un protocolo de seguridad cuando menos a nivel nacional, en el que se fijen unos mínimos para que una sala de consulta pueda estar abierta al público.

Os pongo unos cuantos ejemplos de medidas de seguridad que no me pueden parecer más acertadas, aunque en mi opinión todo se reduce a algo tan sencillo como procurar que la consulta de los documentos sea individual, que no se permita entrar en la sala con objetos que impidan observar su contenido, que el investigador no tenga ropa de abrigo puesta o doblada junto a su silla o sobre la mesa mientras efectúa la consulta, que exista vigilancia directa en la sala, y por supuesto, que no se permita el acceso con otro material escriptorio que no sea el lápiz de toda la vida.

En Simancas no tienen taquillas, pero dejas tus objetos personales en una mesa de la propia sala que tienes a la vista; cuelgas la ropa de abrigo en un perchero de la propia sala que también tienes a la vista, y por supuesto no puedes tener sobre la mesa otra cosa que no sea el portátil o unas hojas.

Para acceder a la Sala Cervantes de la Biblioteca Nacional se exige un carné de investigador para cuya expedición uno debe cumplir determinados requisitos, por ejemplo contar con una licenciatura y acreditar la residencia, mediante un recibo de agua por ejemplo. Esto no me gusta, para mí tendría que llegar con un DNI o pasaporte, pero en cuanto a medidas de seguridad, una vez que pasas por el arco-escáner y dejas tus cosas en la taquilla, sólo puedes entrar en esa sala con unas pocas hojas sueltas o el portátil, ni carpetas ni nada por el estilo. Una vez que llegas a la sala, un vigilante de seguridad te revisa las hojas, cosa que vuelve a hacer una vez que sales definitivamente. Pues muy bien.

En el AHN también pasas por un arco y tus objetos por un escáner, y sólo se entra en la sala con el portátil, o unas cuartillas (y no folios) junto con el lápiz, que tienen la gentileza de facilitarte si no llevas.

ARCHIVOS Y BIBLIOTECAS COMPRAN DOCUMENTOS DE PROCEDENCIA NON SANCTA

Por último... una cosa que me parece de suma importancia es no retroalimentar los hurtos. Archivos y bibliotecas compran materiales que están desgajados y recortados de documentos, o se compran libros que poseen un hueco en la portada para así no mostrar el sello que delataría su procedencia, etc. Es decir, tengo la sensación de que se ponen una venda ante los ojos para no ver la procedencia. Alguna vez me dijeron que así los documentos quedaban a disposición de todos. A mi me parece un modo de retroalimentar la bibliopiratería. Y lo mismo digo en lo que atañe a adquisiciones de fondos o colecciones en los que hay documentos que son de una procedencia... perfectamente conocida, y que el ilustre de turno sólo pudo obtener con manos largas o comportándose como un vulgar perista. En el caso que nos ocupa, el detenido me parece un pringao, como el que expolió los incunables de la BN, pero estoy convencido de que conoces casos de ilustres (ladrones), con los que nadie se mete, pese a que todo el mundo sabe lo que tienen y de donde lo obtuvieron... y no sigo que me pierdo.



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