viernes, 4 de septiembre de 2009

¡Por España!


Reconozco, ya lo veis en ocasiones, que cuando me pican no tengo pelos en la lengua. No era el caso de una parienta que cuando se cogía un dedo con una puerta, exclamaba con toda naturalidad ¡VIRGEN SANTÍSIMA DE LOS DOLORES! Con la misma naturalidad, si yo me cojo el dedo con una puerta, seguramente me pondría suelto de vientre contra alguna señora de viejo oficio y advocación oros, espadas o bastos. En este mismo sentido, como las aguas que bañan Umbilicus mundi son algo frías (o frías de ísimos en ocasiones), también en ocasiones para bañarse hay que hacer un esfuerzo de aclimatación, aunque a posteriori uno salga diciendo que el agua estaba buenísima, porque una vez cubierto por el agua yo al menos revivo y recargo las pilas. Esta persona próxima a mí de la que os hablaba al principio, cuando se introducía en el agua solía pasar el mal trago con el habitual ¡ay que fríiiiiiiiiiiiia! Para que ese mal trago no fuese inútil, lo transformaba en sacrificio, y antes de zambullirse por primera vez exclamaba: ¡POR ESPAÑA! He de reconoceros que mis modales no son tan refinados, patriotas o religiosos, que si noto el agua fría y me estoy bañando con alguien, suelo decirle que el agua está fría de ísimos, pero me baño igual, que la satisfacción se encuentra tras la primera inmersión.

Viene a cuento este largo preámbulo porque hoy acabé un trabajito y estoy realmente contento. Los hay más largos, ya lo sé; más difíciles, lo reconozco; más laboriosos, claro que sí; los hay incluso que no tienen fin, pero este lo tenía, era mi trabajito, le tenía cariño, y lo he acabado después de que me acompañase durante casi dos añitos, todos los días siempre que otras atenciones me lo permitían. Espero que entendáis que no me pongo de ejemplo de nada, como tampoco me estoy colgando medallas ni doy lecciones a nadie. Tan sólo ventilo emociones de satisfacción porque estoy exultante, feliz (pero como una perdiz, oye) por haberlo visto terminado. Estuve a punto de llevar unos pasteles, que en algún sitio es costumbre cuando se termina un trabajo más o menos largo llevar pastelitos, pero pensándolo mejor tampoco estábamos tantos, el trabajo no era de equipo y se podría pensar que uno está buscando algún tipo de reconocimiento, quien sabe si alguien se podría sentir herido o agraviado, y en realidad compartir mi alegría tampoco me iba a satisfacer más, así que me ahorré los dulces, con gran contento de mis arterias y fastidio de ese malvado colesterol, que me han amenazado con la aún más malvada pastilla de simvastatina.

Cada uno se refuerza como buenamente sabe o puede: sacrificándose ¡por España!, viendo el resultado del trabajo concluido, recogiendo el sueldo a fin de mes, etc. No juzgo a nadie, pero sí creo que quien tiene un trabajo en la Administración debe trabajar desde su ámbito de responsabilidad, aunque sea el más humilde de todos. Sobre todo, siendo como son tan envidiados y denostados en este país los trabajadores públicos, sea por aquello que ocurriría si la envidia fuese tiña, sea porque quienes sienten ese rechazo sufrieron alguna injusticia en las oposiciones suspendiendo y dándose la plaza a algún digitalizado, sea porque se tiene un trabajo para toda la vida, sea porque se puede pedir el cumplimiento de la legislación sin temor al despido o represalias, sea porque el ponerse enfermito y estar de baja no son la antesala del despido, yo que sé... Aunque las cuestiones de imagen creo que son una engañifa para tontos, sirven para ligar y poco más porque en general la experiencia me dice que son un medio que se emplea para esconder la ausencia de lo que se quiere demostrar (digan lo que digan los de Deusto), en este caso, considero que hay que dar imagen, o si quieres dejar muy clarito ante la sociedad que se trabaja, y además -no me pongo de ejemplo, eh- que se hace bien, con los errores habituales en cualquiera que trabaja por bueno que sea. Porque si en la Administración el personal está seleccionado o debe estar seleccionado en base al criterio excelencia, se podrá presumir que quienes la sirven son los mejores en su campo. Y además a los mejores, si no contaron con alguna ayuda digital (que de todo hay...), no les será difícil hacer ver que lo son, por lo menos, tan buenos o mejores que los mejores profesionales de la empresa privada.

La congelación salarial está en ciernes, y si los parados tienen que pagar agua, luz o víveres, los trabajadores públicos, también, y no todos llegan a fin de mes de forma holgada, pero es muy popular esto de cargar contra los trabajadores públicos como si tuviesen forma de punch y fuesen elásticos, que ya me gustaría a mí, ya, que los que tanto nos envidian ahora recordasen que en época de vacas gordas tenían el pecho un poquito hinchado, y más o menos miraban a quien no trabajase para la empresa privada por encima del hombro, que si los funcionarios eran unos adocenados, gente sin iniciativa y demás lindezas que algunos recordamos; que ya me gustaría a mí, ya, que los mismos que proponen la congelación o la ven con tan buenos ojos, eliminasen o pusiesen el mismo ahínco en proclamar la eliminación del famoso plus de los altos cargos, o que se hiciese el mismo hincapié en que nuestros políticos se bajasen el sueldo, o cobrasen la misma nómina que tenían antes de dedicarse a la política (fontanería o paracaidismo, incluido), pero va a ser que nones. Así las cosas, yo comprendo hasta cierto punto a los que no trabajan porque total, es lo mismo. Trabajes o dejes de trabajar, la sociedad te va a colocar el sambenito de vago, y si esa generalización, es de suponer que injusta como cualquier otra, se comparte y alienta de forma demagógica por quien esté en el Gobierno, tenga el color que tenga, pues mira, también entiendes que algunos salgan con aquello de ¡a vivir (que son dos días)! o que te llamen primo por no hacer lo mismo.




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