sábado, 19 de septiembre de 2009

Todo sigue igual


Recuerdo que hace ya años (hace también años que las cosas cambiaron) en determinada biblioteca de investigación de Umbilicus mundi, había un cancerbero que te las hacía pasar... digamos que canutas. La biblioteca, magnífica, extraordinaria, y me faltan calificativos sobre su riqueza, era más un almacén de libros que no se solían usar, a no ser que tuvieses autorización del cancerbero o te las ingeniases para pasar sus filtros, porque una vez dentro, contabas con la complicidad del ordenanza y no tenías problema para consultar lo que quisieses. Tú llegabas a la institución y le decías al ordenanza que querías ir a la biblioteca. El contestaba que ya sabías que había que hablar con D. Fulano. Pasabas al despacho de D. Fulano, que con unos modales exquisitos una vez saludados te preguntaba, ¿qué desea? A lo que respondías que querías consultar esta o aquella obras. Él respondía que no las tenían (sin mirar el catálogo que al parecer era famoso por su memoria feliz, que no me creo tan feliz para una biblioteca de ese volumen). Insistías, ¿y no tendrán esta otra obra? Ponía cara de circunspección, hummm, pues no, no la tenemos. Como uno se conocía el truquillo porque era popular en determinados círculos umbiliqueños, planteabas la pregunta de rigor, consistente en saber si podrías consultar determinada publicación de la propia institución. Y claro, no te podía decir que no la tenía. Con lo cual, gentilísimamente te invitaba a subir a la sala de lectura.

A partir de ese momento te entendías con el ordenanza, consultabas los catálogos en fichas, y aún recuerdo con añoranza aquellos viejos catálogos, hoy tan raros, de autores y obras anónimas, de títulos y de materias. Con la complicidad de este amigo, le decías que habías localizado tal obra (a veces una de las que el cancerbero te decía que no la tenemos) y aquel cómplice te las bajaba con el gusto y amabilidad propio de aquella bellísima persona que era y hacía todo lo posible por ayudarte, pero con un cierto temor: Que no se entere D. Fulano. Si viene, te aviso, pones el libro en esa estantería y haces como si estuvieses consultando el que te autorizó.

Me ha recordado aquella historieta siniestra, cutre, un caso que leí hace varios días en Burgostecarios y hoy en la web de la ACAL. Al parecer, en Ágreda (Soria), han cerrado el archivo municipal, o trabajan a puerta cerrada por orden del alcalde o de la corporación, y para acceder al mismo hay que solicitar los documentos que te interesan a través de una instancia, sin posibilidad de que antes puedas consultar los instrumentos de descripción para conocer en dónde puede estar la información que te interesa... Tampoco esto es nuevo por Umbilicus mundi, que hace años también recuerdo ir a un archivo de diputación provincial, pedir el inventario, y que me preguntasen: ¿pero qué te interesa? A lo que repuse con estilo gallego (of course): ¿pero no puedo consultar el inventario? Obteniendo como respuesta una novedad: el inventario es interno.

Espero que las cosas hayan cambiado, pero como esto de los archivos es un no ganar para sustos aquí y allá, tanto por los anacronismos que se dan procedentes de políticos o incluso de profesionales... como esto de que la gente se crea que puede exigir aquello que la ley no obliga, y lo que es peor, las resistencias a los cambios que se producen, si tuviese que apostar, también apostaría porque el inventario sigue siendo interno.



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