miércoles, 4 de mayo de 2011

El Congreso de los Neotrileros


Ya sabéis que en aquella sociedad republicana eran más o menos comunes los timos, fuese a través de la carteta, del trile, del timo de la mancha, de la estampita, de la lotería, etc. Durante aquella república llegó a casa de uno que yo conozco un pariente que, como decimos en Galicia, non era ben listo, o lo que es lo mismo, le debía faltar un hervor, un grado, una cocedura. Estaba exultante porque se había encontrado con dos individuos que se decían emigrantes cuyo barco, que casualidad, salía ese mismo día y le ofrecían hacer un negocio redondo. Tenían un décimo de lotería y le habían mostrado una lista de números premiados en los que aparecía el número del décimo, agraciado con el gordo. Los emigrantes no podían cobrar el premio por la premura con la que les salía el barco, si bien le vendían el décimo por una cantidad considerable, pero muy inferior a la suma que obtendría una vez se hiciese efectivo el premio.

El negocio era redondo. Llegó el pariente a esta casa de la fotito, y le contó entusiasmado su buena fortuna al abuelo de ese que yo conozco, y como estaba algo tieso, le pidió prestada la suma que le pedían felicitándose por su buena fortuna. El abuelo lo miró con un cierto escepticismo y sólo le preguntó en donde estaban los emigrantes. Al responder que lo esperaban en plena calle, justo frente a la casa, se fue hacia la galería, abrió la ventana y en presencia del afortunado se asomó, los miró, y extendiendo el brazo movió la mano como diciendo: que os voy a calentar. De inmediato los supuestos emigrantes salieron corriendo y no se les volvió a ver. El chorreo y el pitorreo que le cayó a este pariente fue de los que se repiten por tradición oral porque el abuelo conocía de sobras el timo de la lotería, y que aquella lista estaba trucada para que apareciese el número que figuraba en el décimo.

Viene a cuento este largo preámbulo porque yo no sé si estamos ante un Congreso de Diputados o ante una cámara en la que la mayoría resultan ser unos simples timadores, "trileros" o trolls. Me acabo de enterar que el Congreso aprobó ayer una moción de Llamazares en la que se insta al Gobierno para que modifique los planes de estudio, de tal forma que la II República se considere "un referente democrático".

A cuadros me he quedao. Nos dice Payne en un artículo que enlacé hace pocos días que "
Javier Tusell, el gran maestro de la historia política española contemporánea, ha definido ese régimen como «una democracia poco democrática»". Tusell y Payne, deben ser para Llamazares y sus palmeros unos meros principiantes que no saben de lo que hablan. Él y sus palmeros sí. Con otro par.

Me pregunto si la Real Academia de la Historia, por ejemplo, no tiene nada que decir ante este afán de construir una historia oficial, dogmática, con un adoctrinamiento similar al que se puede dar en los regímenes totalitarios. Tal vez no haya que entrar al trapo ante un trolleo tan burdo, que total, para lo que nos sirven los políticos y para la consideración que tiene la clase política en nuestra sociedad, seguramente no influya, que para algo está la libertad de cátedra, vamos, digo yo ¿Y si prueban nuestros padres de la Patria a hacer aquello que tienen que hacer, ya sabéis, sacarnos de la crisis, reducir el paro, etc.?

Hace poco, Llamazares vino por estos pagos y visitó al proletariado de un poblado chabolista. Recordaréis que durante la II República el proletariado que le mola a Llamazares y a sus palmeros del SOE no era infrecuente que portase en los bolsillos desde navajas, pasando por pistolitas del 6,35, y hasta piedras. La desafección que tanto preocupa a los gurús de la izquierda hizo que los proletarios de nuestros días apedreasen a Llamazares. Leyendo cosas como la que acabo de referir, francamente, me alegro que lo apedreasen, por troll.

Llamazares y sus palmeros pueden seguir sin arreglar la crisis y poniendo como referente de democracia a la II República, que yo seguiré, con toda modestia y a nivel local, poniendo ejemplitos de todo lo contrario, con fuentes de primera mano en las que cualquiera puede comprobar que mienten (más que dientes tienen).



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