jueves, 12 de mayo de 2011

Admirabilísimos socialistas: Manuel Abelenda Catoira


Para profundizar y documentar esta percepción que tengo, en el sentido de que la mayor parte de los individuos fusilados por estos pagos durante guerra civil eran para echarles de comer aparte, bien porque eran de los que agitaban los árboles, bien por ser de los que recogían las nueces, vamos con un ejemplo que me parece de libro.

El pueblo español en sus estratos humildes siempre se enorgulleció con aquel latiguillo que decía: pobre, pero honrado. No parece que fuese el caso del que me ocuparé en esta anotación que adscribo al populacho en donde podemos encontrar baja estofa, vulgaridad, chulería, falta de honradez, marginalidad, o conductas primarias. Conductas asociales en definitiva; cuyo origen creo que están, en el fondo, en un problema de impotencia mental no asumido ¿En virtud de qué cogno (con perdón) una sociedad decente debe reconocer como admirable, debe otorgar honra para siempre a un individuo de este jaez? Honra para siempre para todos aquellos españolitos humildes, la mayoría, que pasaron mil y una penalidades y no se deshonraron robando, coaccionando, realizando abusos deshonestos, etc.

Manuel Abelenda Catoira, al que ya conocemos en este blog, nace en nuestra ciudad el 2 de diciembre de 1909. De acuerdo con un informe policial de 31 de marzo de 1936 unido a la causa sobre intento de asalto e incendio al convento de los Redentoristas, del que ya nos ocupamos, se había distinguido en los dos últimos años como propagandista, yo añadiría a la luz del informe que también como individuo de acción, y militante de la juventud socialista, habiendo tomado parte activa en la mayoría de los altercados entre fascistas y extremistas de izquierda.

En Comisaría constaba que en 1923, con catorce años, fue denunciado una vez por escándalo y tres por hurto habiéndose fugado de casa este mismo año; en 1924, 1925, 1926 y 1927 se fugó de casa una vez cada año. En 1928 fue denunciado por abusos deshonestos. En 1929 por riña y escándalo. En 1930 vuelve a ser denunciado por riña, escándalo y malos tratos. En 1933 se le denuncia por romper una urna electoral y por pretender entrar violentamente en un colegio durante el escrutinio. En 1934 es denunciado por desobediencia, escándalo, riña, lesiones, insultos y malos tratos varias veces. En 1935 fue denunciado por lesiones y escándalo dos veces. Finalmente en 1936, antes del 31 de marzo, se le denuncia por lesiones y coacción, siendo detenido por presunto incendiario del convento de los Redentoristas. Si este extenso currículo constaba en Comisaría ¿no podremos suponer con fundamento, que lo dicho es sólo una parte de su extenso y según los señores de la memoria histórica, admirable currículo? ¿O es que la Policía iba a tener un conocimiento completo sobre todas sus posibles actividades delictivas? ¿Este tipo de individuos eran los que dirigían cartas a Casaritos y Victoriano Veiga con intención de entregárselas en mano? Unos agitaban los árboles y otros recogían las nueces ¿O no?

Vivía en la calle del Tren nº 1 a muy escasos metros de la casa en donde residían los hermanos de la Lejía. Si no me equivoco ese número debía corresponderse con un corralón conocido por el conventillo de la calle del Tren, en donde residían obreros y personas humildes. Allí vivía el gran portero del Deportivo Juanito Acuña; allí vivía una señora que conocí, de origen humilde también, que al igual que Juanito Acuña eran honorables, de una conducta irreprochable y que en absoluto se podía parangonar con la de este pollo socialista que ahora venden en el monumento de la imagen como un defensor de las libertades y la democracia, que me da la risa floja, vamos.

Según Lamela (p. 158) fue fusilado sin formación de causa el 23 de septiembre de 1936 en Rutis (Culleredo) habiendo fallecido como consecuencia de hemorragia meníngea ¿Que su fusilamiento fue excesivo de acuerdo con la mentalidad de nuestros días? Por supuesto. Pero no es cosa de aplicar la mentalidad de nuestros días, trampilla o falacia retórica a la que son tan aficionados los señores de la memoria histórica y que se conoce como presentismo. En aquella sociedad ibas por la calle, te daba el alto tres veces la Guardia Civil o los de Asalto y si no te parabas, te disparaban, caías muerto o herido, y se aceptaba y la legislación aceptaba con normalidad que te pudiesen matar por no pararte. Lo suyo será valorar la muerte de Manuel Abelenda Catoira en el contexto y mentalidad de aquella sociedad, y he de decir que en mi opinión tampoco se perdió nada que le aportase valor sino más bien todo lo contrario.


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