miércoles, 18 de abril de 2012

¿Un comunista muerto en Culleredo?


Me cuentan quienes vivieron los días de elecciones en aquella república durante su infancia, que en esas jornadas no se dejaba salir a los niños a la calle. Había mucho revuelo y se decía en las casas que los de Asalto patrullaban las calles con armas largas; que la Guardia Civil recorría la ciudad a caballo, con su corneta correspondiente que daba toques de atención, simulaban cargas al galope si se formaban grupos que perturbasen el orden, siendo además imponente la imagen de aquellos guardias civiles que estaban obligados a usar mostacho, con sus tricornios y capas largas, dando sablazos, etc.

No sé si recordáis un vídeo de hace poco que recogía un incidente, ya no recuerdo si en Valencia o Barcelona, en el que varios niñatos llamaban hijo de tal y de cual a unos antidisturbios mientras estos como corderitos sólo decían: circuleeeeeen, graciaaaaaaaas, circuleeeeen, graciaaaaaaaaas... Bueno, yo creo que esto es nuevo. Desde siempre se consideró algo muy grave insultar --no digamos ya agredir-- a una fuerza armada. Éstos no son otra cosa que los representantes del poder --cuya legitimidad en una sociedad democrática digo yo que no se cuestiona ¿o se cuestiona sólo con los hechos evidenciando un fondo totalitario?-- para que los ciudadanos se conduzcan dentro de los límites de la Ley y del respeto a los derechos de los demás. Digo que esto de insultar a una fuerza armada y que salga gratis, en mi opinión es nuevo. Durante la II República, por ejemplo, si la Guardia Civil llega a detener a esos niñatos, el jefe de la fuerza daría parte al auditor de la División, que ordenaría al juez militar permanente de la misma que instruyese una causa; si en el proceso de investigación llegan a aparecer indicios racionales suficientes para reputar a los maleducados un delito de insulto a fuerza armada, la causa sería elevada a plenario siendo vista y fallada por un consejo de guerra, que impondría a los reos una pena congruente con la dureza propia del Código de Justicia Militar de 1895.

Sigo en Culleredo y esta vez en la capital municipal, en Tarrío. En el ejemplo de hoy no hay papeles de archivo que documenten lo sucedido --o yo no los localicé-- porque estoy convencido que al ser insultada y agredida la fuerza, se dio parte de lo ocurrido al auditor de la División que conoció de las diligencias judiciales. Como una buena parte de las causas militares anteriores al comienzo de la guerra civil y algunas de las posteriores se conservaban en el cuartel de Artillería de La Coruña, debieron arder en el incendio que afectó a este establecimiento el 17 de septiembre de 1960. Me temo que no queda más remedio que seguir lo ocurrido a través de la prensa. En la mañana del 16 de febrero de 1936 un grupo de Guardias Civiles al mando del teniente Jaime Lorenzo Antelo, se dirigió a Ledoño para practicar averiguaciones con las que esclarecer lo ocurrido en la agresión a Eduardo Reboredo. Al pasar por Tarrío vieron que una camioneta transportaba gente dando vivas y cánticos. Le dieron el alto y al percatarse los ocupantes del vehículo que era la Guardia Civil, salieron campo a través e hicieron disparos contra el teniente, que ordenó continuar la batida. Se encontró un revólver con cuatro cartuchos cargados y dos disparados; también se encontró un hombre herido, que fue trasladado en la misma camioneta a La Coruña adonde llegó ya cadáver. Se trataba de José Otero García o Rumbo, de 18 años. La Voz (Madrid) o El Siglo Futuro, ofrecen varias noticias sobre este incidente y coinciden en señalar que los ocupantes de la camioneta eran comunistas. Aunque el comunismo antes de la guerra por estos pagos como por la mayor parte del país no era nada, en el Ayuntamiento de Culleredo tengo la impresión de que contaban con alguna presencia, tal vez sus juventudes.

Os dejo con la noticia que publica La Voz de Galicia correspondiente al 17 de febrero de 1936:

EN CULLEREDO

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UN HOMBRE MUERTO

A media mañana se tuvo noticia en La Coruña de que en Tarrío, lugar de Culleredo, había ocurrido un sangriento suceso.

La versión que se da del hecho es esta:

Cruzaban en una camioneta varios jóvenes que regresaban de asistir a la boda de uno de ellos apellidado Barbeito. Se dice que iban cantando y dando vivas.

Fuese por esto o por la necesidad de cachearlos y porque con arreglo al reglamento de carreteras el vehículo no estuviese habilitado para conducir viajeros, la Guardia Civil allí de servicio --un sargento y una pareja-- les dio el alto.

No se detuvo la camioneta y hasta se dice que los ocupantes no sólo desobedecieron la intimación sinó que se apearon y huyeron a campo traviesa, haciendo algún disparo.

La fuerza, que ya había repetido la voz de alto, hizo fuego entonces.

Uno de los proyectiles alcanzó en el antebrazo izquierdo a uno de aquellos jóvenes, penetrando la bala el pecho. Resultó llamarse José Otero Rumbo y ser vecino de Orro.

Le prestó rápidamente los primeros auxilios el médico del distrito señor Ladrón de Guevara, quien dispuso que se le trajese al Hospital de La Coruña.

Cuando llegó en un automóvil a este establecimiento, ya había fallecido. Quedó en el depósito de cadáveres para practicarle la autopsia.

Tenía el desgraciado 18 años y habitaba en Orro con sus familiares.

El trágico episodio que puso una nota sangrienta en la paz ciudadana de ayer, fué muy lamentable.

La Guardia civil detuvo al conductor del vehículo, Guillermo Martínez, a Rosendo García Vázquez y José Naya, que ocupaban con la víctima la camioneta.

LA VERSIÓN OFICIAL DEL SUCESO DE CULLEREDO

A las ocho y media de la mañana, cuando el teniente de la Benemérita don Jaime Lorenzo Antelo, con el sargento don José Sánchez Rodríguez y los guardias don Juan Gubiel y don Tomás Rodríguez Longo, que habían salido de esta capital, se dirigieron a Ledoño, de Culleredo, a practicar unas diligencias con motivo de haber sido agredido y herido un apoderado de un Colegio electoral y a la vez garantizar el orden. Al llegar al lugar de Tarrío, en el mismo municipio, se encontraron con una camioneta que llevaba dirección contraria a ellos llena de paisanos. Trataron de detener el vehículo para cachear a los ocupantes del mismo; pero al darles el alto y apercibirse aquéllos de que era la Guardia civil, salieron huyendo en distintas direcciones. Los guardias les persiguieron, mientras el oficial cuidaba de que la camioneta no se pusiese en marcha; pero sucedió que se hicieron varios disparos contra él y entonces acudió en su auxilio la fuerza que mandaba. Ante esta agresión, el oficial ordenó siguiese la batida por aquel lugar, hallándose un revólver con cuatro cartuchos cargados y dos descargados. En el talud de la carretera se encontró a un hombre herido, que resultó ser José Otero García de dieciocho años, soltero, vecino de Orro, en Culleredo. Estaba aún con vida, y en la misma camioneta ya citada, se le trasladó a la Casa de Socorro de La Coruña, adonde llegó ya cadáver.

Se detuvo a tres individuos en el lugar del suceso, pero se les puso en libertad por no resultar nada contra ellos.


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