sábado, 4 de febrero de 2012

Origen republicano y coruñés del estoque de cruceta


En La Coruña hubo una gran afición a los toros. Acudían familias enteras y era costumbre hacerlo de punta en blanco, estrenando ropa, o habiéndole dado la vuelta a la prenda que fuere para aprovechar la mejor apariencia del tejido en su revés. Era tal la afición que familias modestas llegaban a empeñar, a falta de joyas, los colchones, y con lo que les daban adquirían los abonos.

A día de hoy esa afición ni de lejos es mayoritaria, como tampoco lo es el antitaurinismo --permítaseme el palabro-- sino que la gente es mucho más tolerante, y ya les gustaría a los antitaurinos convocar al volumen de público que acude cada año a la nueva plaza de toros de La Coruña, plaza cubierta que recibe el nombre de Coliseum. No soy un aficionado a los toros. Voy a los toros (sobre todo cuando las entradas me salen gratis-total XD) y me lo paso bien, me entretiene y me emociona, mucho más que el circo, por ejemplo. No percibo las crueldades, sangre chorreante, olor a esta y demás plagas de Egipto que anuncian los antitaurinos, sobre todo cuando publican imágenes demagógicas, en primer plano, que ni con prismáticos ve el público en la plaza, como tampoco ve una madre que tiene la necesidad de abortar cómo se tritura o macera con una solución salina su feto. Tan sólo noto en la plaza un cierto olor a urea, a los ácidos grasos volátiles que pueden contener las heces del animal, y poco más. Nada especialmente desagradable, y menos insoportable.

Traigo a colación esta historieta a raíz del anuncio del ministro Wert, que tiene intención de declarar BIC o similar la fiesta de los toros, asunto que no me parece mal. Echo de menos en el nuevo ministro que aún no haya dicho ni mu sobre la política archivística y bibliotecaria que piensa desarrollar, tal vez porque todavía no encontraron a la persona o personas que las lleven y está algo perdido.

Los viejos decían que antes de la Dictadura de Primo de Rivera la suerte del picador era una auténtica carnicería. Al realizarse sin peto, era común que los caballos muriesen en la plaza o al ser acometidos por el astado que acabasen con las tripas al aire. Estas heridas en ocasiones no determinaban la muerte del caballo, se le cosían y una vez recuperado volvía a salir en cualquier plaza, así que también era común ver caballos cosidos, recosidos y requetecosidos. Con la Dictadura de Primo de Rivera se hizo obligatorio el empleo del peto en los caballos y se acabó con aquella carnicería.

También contaban los viejos que el origen de estoque de cruceta empleado para descabellar se encuentra en un accidente fortuito y desgraciado que ocurrió en la vieja plaza de toros de La Coruña el 6 de agosto de 1934. Estaba Juan Belmonte descabellando un astado cuando este cabeceó y lanzó el estoque a gran altura. Al caer fue a clavarse en el pecho de un espectador que falleció a los pocos minutos. Efectivamente, sobre este hecho el juzgado incóo sumario que fue sobreseído en la Audiencia. Este accidente debió conmocionar a la opinión pública e hizo que el gobierno abriese una información pública ante la Dirección General de Seguridad a fin de determinar los procedimientos que permitiesen realizar el descabello evitando accidentes como el ocurrido en la plaza de toros de La Coruña. Tras haberse ampliado el plazo para presentar estoques de descabello, al fin se dictó la Orden de 6 de enero de 1936, del Ministerio de la Gobernación, que hizo obligatorio el estoque de cruceta que aún se emplea hoy cuando el matador no atina con la espada y resulta necesario descabellar.

Los mismos viejos también recordaban con indisimulada satisfacción que durante el Franquismo Manolete toreó en la Monumental de México, país con el que el nuestro no mantenía relaciones diplomáticas. Con sorpresa, el torero advirtió que cuando se disponía a torear, en lugar de izarse la bandera entonces oficial de nuestro país, los mejicanos hicieron ondear la tricolor republicana. Manolete dijo que lo podían llevar detenido, pero él con ese trapo no toreaba. Fue tal el escándalo que se armó en la plaza que no hubo más remedio que buscar e izar la rojigualda y Manolete hizo al parecer una faena extraordinaria.

Os dejo con la noticia que publica La Voz de Galicia correspondiente al 7 de agosto de 1934 en donde se relata el hecho luctuoso que dio origen al estoque de cruceta.

El triste suceso de la plaza de toros

En la reseña de la corrida de toros de ayer --puesto que la del domingo fue suspendida a causa de la lluvia-- se hace referencia a un triste suceso ocurrido en la plaza.

Lo acaecido fue que durante la faena, un tanto fatigosa, realizada por Belmonte en el primer toro, al intentar el diestro un descabello salió despedido el estoque, el cual luego de alcanzar regular altura y de dar una vuelta, fué a caer casi perpendicular en la cuarta fila --o quinta, si se cuenta la delantera-- del tendido número uno.

Como se trataba de un estoque de hoja pesada, de los que se utilizan para el descabello, descendió con la punta hacia abajo y con gran fuerza.

Alcanzó el arma fatalmente al espectador, situado en la referida fila, don Cándido Roig Roura, de 38 años, casado, armador de buques, con domicilio en Puerto del Son.

Había venido a La Coruña para asistir a la corrida de toros, bien ajeno a lo que le iba a suceder.

El estoque se clavó en uno de los espacios intercostales del lado derecho del mencionado espectador, interesando el pulmón y ocasionándole grandes destrozos. El propio herido tuvo fuerzas aún para arrancar el arma, que había quedado clavada en el pecho, pero inmediatamente cayó desvanecido sobre la grada.

Recogido por algunos amigos y familiares, entre los que figuraban los señores de Iglesias Roura, de esta ciudad, que le acompañaban, se le trasladó a la enfermería en donde hubo de ingresar en estado preagónico. Ocupó una cama, y a los pocos minutos, cuando se iba proceder a hacerle la cura, falleció.

El infortunado espectador deja viuda --doña María Roura Martínez-- y cinco hijos.

Sus familiares de La Coruña realizaron gestiones para trasladar el cadáver al domicilio de aquéllos.

En la enfermería prestaban servicio de guardia cuando ocurrió el suceso los médicos don Eliseo Sánchez y don Julio Collazo y el practicante señor Vázquez Río, quienes, dada la gravedad del caso, nada pudieron hacer.

O

Al arrojar rápidamente el señor Roig el estoque que se le había clavado, éste fue a herir levemente, de rechazo, en una pierna, al periodista local don Carlos García Puebla, que recibió asistencia en la enfermería.

O

También Belmonte fue asistido de una esguince en la muñeca derecha, producido al intentar el descabello, del que se derivó el trágico suceso reseñado acaecido al producirse el diestro la lesión.

También el empleado de la plaza don Francisco Pereiro, recibió una herida al clavársele una banderilla en el muslo izquierdo, donde le quedó el arpón clavado y siendo preciso ensanchar la herida para extraerle el hierro.

Se le curó en la enfermería, calificándose la herida de pronóstico reservado.

O

El suceso que determinó la muerte de don Cándido Roig produjo penosísima impresión entre los espectadores.

Sus familiares de La Coruña recibieron con este triste motivo muchas expresiones de pesar, a las que unimos la nuestra muy apenada y sincera.




No hay comentarios: