sábado, 27 de agosto de 2011

Joven Socialista: Semanario Órgano de la Juventud Socialista de La Coruña


De esta publicación conozco sólo tres números por haber sido incorporados a causas criminales instruidas con motivo de las denuncias efectuadas contra el semanario por injurias a las autoridades. Causas que fueron todas sobreseídas con motivo de la amnistía que promulgó el Frente Popular en cuanto llegó al poder. Por cierto que como defensor actúa Ramón Suárez Picallo, lo que me reafirma en la creencia de que tanto republicanos como galleguistas al carecer de bases sociales, se dejaban querer. Los más bestias agitaban los árboles y los más finos recogían las nueces y se protegían a la vez con esta ayuda "desinteresada" de las iras de los violentos. Os dejo como siempre mis notas en donde podréis encontrar los siguientes números:

5, de 24 de noviembre de 1935

6, de 1 de diciembre de 1935

7, de 8 de diciembre de 1935

El director de Joven Socialista era Luis Tato Vento y en él colaboraban socialistas como los hermanos de la Lejía (los "hijos de Iglesias"), de los que se cita de forma explícita a France. Constaba de cuatro páginas, tres de ellas dedicadas a publicar noticias o entrevistas del Servicio de prensa de la editorial Renovación, de la Federación Nacional de Juventudes Socialistas. En la cuarta se incluían comentarios de actualidad local o avisos.

Por lo que se refiere a la línea editorial yo diría que predomina o destaca lo siguiente:

1) Fascinación por la Unión Soviéntica. En el nº 7, en una entrevista a Largo Caballero, se subtitula: Un socialista no puede asustarse de la bolchevización del partido. En el nº 5 se incluye otro artículo titulado: Dieciocho años de poder obrero. Otros titulares: Coljosianas condecoradas con la "Orden de Lenin". 50.000 segadoras-trilladoras, en donde se aborda el número de las que se iban a producir durante el año 1935. Un auto cada cinco minutos, que al decir de la noticia se producía en la Fábrica Stalin de Moscú. Los altavoces en las calles de Moscú, dando a conocer la colocación de 800 de estos que tenían su centro emisor en la plaza Roja para transmitir desde allí la "emoción de las muchedumbres bolcheviques", etc.

Quiero decir con todo lo anterior que no son estos los socialistas que venden los propagandistas de la memoria histórica en series de televisión, en libros, publicaciones o páginas web. Está claro que denostaban el modelo de aquella república. Su objetivo era la revolución y su modelo la URSS. Nada de defensa de la república, la democracia y las libertades como repiten los propagandistas de la memoria histórica. En su caso, acepto que defendían la república popular, la democracia también popular, pero en absoluto una democracia liberal. Un suelto a modo de ejemplo:

En Rusia se agrupan los trabajadores para hacer el trabajo en común. En los países capitalistas, en España, por ejemplo únicamente se trabaja en común en los campos de concentración ¿A qué esperamos, trabajadores, para unirnos y derrocar de una vez para siempre este régimen de injusticias y latrocinios?

2) Incitación a la violencia. Agresividad y conductas primarias. En el nº 5 se incluye un suelto en el que se da a conocer una nota del Comité provincial de ayuda a los presos y a sus familias. Según éste, un canalla se hacía pasar por un tal Antonio Alcántara, de Granada, el cual nos encarga que se desenmascare al canalla que se hace pasar por él y que se le dé su merecido. En otro, con motivo de las declaraciones de un exministro republicano radical en donde hacía hincapié en que siendo antimarxista era un firme partidario de la justicia social, el periódico insta: ¡Obreros anarquistas! Votad a los radicales... un salivazo en la cara.

En medio de un suelto se acepta con toda naturalidad que días antes se hubiese dado "una soberana paliza a un esquirol". Se exalta la hombría de los socialistas, frente a un gobernador civil que faltaba a la "hombría para imponer su autoridad". Se trataba de "un gobernador fascista, y como fascista los homosexuales tienen su protección".

3) Amenazas de muerte. En la sección local también se leen varias amenazas de muerte, veladas y no tan veladas para cuando cuajase su revolución o para el momento oportuno. En el número 5:

El Santo Padre ha dado su bendición al bandidaje de Mossolini [sic] en Abisinia. No nos sorprende. En todos los países del mundo, los curas bendicen los acorazados y cañones. No nos sorprende, pero cuando llegue la hora, no nos vengan con aquello de "no matarás".

En el nº 6:

En Rusia, son condecorados por el trabajo realizado los obreros.

En los países capitalistas, en España, por ejemplo, son condecorados con la orden de la República y otras varias órdenes, los holgazanes, los que no producen, los que se distinguen matando y apaleando obreros, los que hacen negocios sucios de millones a espaldas del pueblo, en fin todos aquellos canallas y bárbaros que algún día haremos desaparecer.

En el nº 7 y también en la sección local, Banderillas, se lee:

Enrique González López, hermano del diputado, ha robado del Sindicato de la Junta de obras del puerto 568 pesetas --quinientas sesenta y ocho pesetas-- . Con esta clase de ladrones llegará el día en que tomaremos una determinación, y aunque sea hermano de su hermano, será igual, correrán la misma suerte.

Como quiera que la media España a la que amenazaban no se resignaba a morir, emplearon contra ellos los mismos métodos que habían propugnado y que hoy se nos antojan inaceptables. Y les pararon los pies, tal vez en algunos casos mataron moscas a cañonazos; pero de antiguo se sabe lo que le ocurre a quienes siembran vientos.




martes, 23 de agosto de 2011

Un relato fiable sobre el Alzamiento en La Coruña


En general, los relatos procedentes de publicaciones editadas en zona republicana sobre lo ocurrido en Galicia durante el Alzamiento o durante la guerra no suelen tener ni pies ni cabeza y no se compadecen en absoluto con lo que se conoce a través de fuentes fiables. No me parece que la falta de fiabilidad sea aplicable al relato que sigue, cuyo autor es en mi opinión el concejal Martín Ferreiro Álvarez, que fue quien en tarde del 19 de julio de 1936 descerrajó en el Ayuntamiento el arcón en donde se conservaba la dinamita para las obras del parque de Santa Margarita. El relato tampoco es perfecto y resulta confuso a la hora de indicar cuando se hizo con la dinamita. Martín Ferreiro indica que llegó al Gobierno Civil el domingo 19 de julio por la mañana, en donde permanece, y que por la tarde estuvo ausente del Gobierno Civil de tres a nueve de la noche, sin que explique a donde fue. Más bien de tres a nueve de la noche del domingo almorzó y a continuación realizó gestiones para hacerse con la llave del arcón en el que se guardaba la dinamita. Al no fructificar, entre las seis y ocho de esa tarde violentó la cerradura y transportó el explosivo a los bajos del edificio que ocupa el teatro Rosalía de Castro, que en 1936 era también sede del Gobierno Civil y Diputación Provincial. Este concejal obtuvo su acta en 1931 como candidato del Partido Republicano Radical Socialista. En 1935 se integra en Unión Republicana.

A través de este relato se puede comprender porqué la esposa del gobernador Juana Capdevielle era denostada como "la Gobernadora"; porqué Ángel Ramos la llama "malvada individua"; o los motivos que llevaron a Santos Bugallo a tenerla por una "mezcla entre arpía y comunista". De acuerdo con el relato que atribuyo a Martín Ferreiro, Juana Capdevielle propuso tomar como rehenes, entre otros, a los familiares del jefe de Estado Mayor, el representante más caracterizado de la UME en Galicia, teniente coronel Luis Tovar Figueras. Debía ser de las que pensaban que el fin justificaba los medios aunque hubiese que pasar por encima de los derechos de los demás tomando como rehenes a mujeres, niños y ancianos inocentes.

El nombre de Martín Ferreiro Álvarez aparece como víctima de la represión franquista en el monumento dedicado por quienes perciben nutritivas subvenciones públicas. Una falacia más como la del magistrado Policarpo Fernández-Costas Valdes, como la de la supuesta víctima que en realidad se cayó de un pino, como la que se cayó a un camino desde una finca alta y tantas otras a las que se pretende rendir homenaje en el monumento en cuestión y que fallecieron como consecuencia de accidentes fortuitos. La decadencia de la educación en España hace que, lamentablemente, ninguna de nuestras universidades se encuentre entre las doscientas primeras del mundo. En lo que a memoria histórica se refiere, no parece una casualidad en vista de estas chapucillas; de que se mueven en el campo de lo políticamente correcto; que pontifican, que se miran al ombligo, que silencian cualquier discrepancia y demonizan toda disidencia de un supuesto consenso con el que en el fondo entiendo que dan alas al dogmatismo para establecer la prohibición de pensar. Todo ello, no por intereses académicos sino en mi opinión y para cuestiones de memoria histórica, por intereses meramente políticos; por complacer a la izquierda más radical, que queda muy cool; por intereses económicos o de alcanzar un supuesto prestigio nacional con la inclusión de algún profesor de estas universidades como vocal en comisiones políticas que reciben el eufemístico nombre de comisiones de expertos; prestigio que no obtienen cuando se les compara con sus pares, con las universidades extranjeras.

Hablando de chapucillas de universidad, Martín Ferreiro pudo escapar a zona republicana. Al concluir la guerra debió pasar a Francia en donde fue internado como tantos otros en alguno de los campos. Se puede documentar que fue deportado a Mauthausen el 13 de diciembre de 1940 y se le da por fallecido en este campo el 23 de noviembre de 1941. Vamos, que será una víctima del nazismo, nunca de la represión franquista. Pero como cualquiera diría que tanto las universidades españolas como los ruidosos si bien muy minoritarios (al menos por estos pagos) colectivos de memoria histórica, no supieron lo que hacer para cargar las tintas sobre el franquismo, no sólo tuvieron que incluir a las víctimas del Frente Popular como Fernández-Costas, sino que se vieron en el caso de tener que incluir de forma también falaz a esta víctima del nazismo. Con lo cual encontramos un argumento más para tener a esa relación de supuestas víctimas como fruto académico de la propaganda, que como vemos carece en absoluto de rigor historiográfico. Os dejo con el relato de Martín Ferreiro, algo extenso pero interesante y que vuelco al castellano de donde lo tomo, porque sin duda esta fue la lengua en la que se escribió el original, y también porque la ortografía empleada en la publicación es un poco extraña:

Mi querido amigo:

Agradezco la calidad que me atribuye como testigo de lo que pasó en nuestra tierra y voy a responder a su carta diciendo con toda fidelidad al recuerdo lo que vi y puedo atestiguar. Procuraré merecer su confianza anticipada dejando a un lado supuestos vagos o inseguros y dando fe solamente, de lo que sé.

Su cuestionario se refiere a La Coruña. Me es muy fácil recordar cuanto allí en torno a nosotros pasó. Son cosas tan graves, imágenes tan vivas, que pienso que no se olvidan mientras se tenga aliento. De lo que yo afirmo como allí ocurrido, no tema que nadie lo desmienta. Puede algún detalle, por la perspectiva, parecer distinto al que lo viese de más lejos, pero no variará su sentido.

Las primeras noticias de la sublevación se supieron en el Gobierno Civil, y muy pronto se propagaron en forma de rumor. Era el día diecisiete de julio por la tarde. Esa noche ya hubo gentes por los centros gubernativos en la misma actitud leal que en otra fecha peligrosa: el famoso diez de agosto.

El sábado, a media mañana, se daba en las pizarras de los periódicos una nota muy optimista de nuestro Gobernador diciendo algo del movimiento. Pero afirmando que el Gobierno, dueño de la situación, acudía a castigar a los rebeldes, y que nadie abrigase temor.

No obstante, toda la gente de izquierda de más responsabilidad seguía acudiendo al Gobierno Civil. Fue pasando el día en aquel ir y venir. Se movían las fuerzas de Asalto. Por la noche se vio más de cerca el peligro. Se transportaba arena y casetas de la playa para el recinto del Gobierno. La comunicación con Madrid, que aún seguía en las primeras horas, se perdió de madrugada. Después, aún más tarde, dijo el Gobernador que había conseguido hablar a través de Bilbao. Pero se veía con claridad que el peligro era grande.

Mientras tanto, la gente (usted sabe que La Coruña es liberal) llenaba los soportales del Gobierno Civil y toda la calle de enfrente. Yo tuve que pasar el domingo a las diez y media de la mañana para el Gobierno, y muchos de la muchedumbre me gritaban (como a otros en caso semejante) pidiendo armas ¡Pobre de mí! ¿Dónde las tenía? Pero cuando estuve arriba hice la misma petición. Me dijeron que no me apurase que las habría en su momento, y que podíamos tener confianza en las fuerzas afectas entre las que se encontraba el cuartel de Atocha controlado por Caridad Pita.

Bien, dije yo: pero no están de más las precauciones. A continuación le pedí al secretario de la Confederación señor Moreno, que me mandase media docena de hombres de confianza, y fui a buscar la dinamita que teníamos en el Ayuntamiento para llevarla a los bajos de la Diputación. Enteré del hecho al Alcalde, que se encontraba en el Gobierno Civil y me quedé allí. Estaban también el Gobernador, señor Pérez Carballo, Guzmán, Zapata, Somoza, Rodríguez Otero, Maseda, Mazariegos, el comandante de la Guardia Civil, señor Ríos, Julio Suárez Ferrín, el comandante de Asalto y el ayudante, el secretario de la Confederación, Eirís, Leovigildo Taboada, y muchos otros que andaban de un lado para otro; y también la señora del Gobernador. Se dijo que podíamos ir a comer tranquilos. Si había novedad avisarían las sirenas de la flota pesquera y, mientras tanto, no se dejarían de vigilar los movimientos de los fascistas.

Desde ese momento hasta las nueve de la noche, hora en que volví a subir al Gobierno, nada sé; a esa hora me dijo Eirís que todo seguía igual y que "ellos" no se atreverían a salir, que estaban tomadas las precauciones de vigilancia; así que hasta el día siguiente, se podía dormir...

El lunes, ya desde temprano, vimos todos la gravedad del momento. El día anterior las organizaciones obreras habían dado órdenes para que se acudiese al trabajo mientras no avisasen las sirenas de la flota pesquera; pero en muchos obradores ya no se trabajó. El Gobernador seguía incomunicado con Madrid; ya sólo podía mantener comunicación con el resto de Galicia. Esto se agravó con la noticia de haber sido detenidos Caridad Pita y Salcedo. El hecho sorprendió a nuestra autoridad que pidió una reunión del Frente Popular, mientras que por los aparatos telefónicos íbamos llamando a los pueblos de la provincia para que acudiesen a La Coruña. Entonces se encontraban allí las personas que nombré, y también el diputado Maurín. Tal vez hubiese alguien más que no recuerde. Sé que en el Casino Republicano había un segundo comité del Frente Popular, y tengo que señalar que la señora del Gobernador estaba también en un teléfono, cercano al que yo usaba, dando rápidas órdenes.

Serían ya las doce y media de la mañana. Parecería que en ese momento había comenzado la lucha. No era así. Hubo un poco de calma. El Gobernador expuso que iba a hacer desfilar a las fuerzas leales. Su señora le indicó que tomase como rehenes a la familia de Tovar, del que se de decía que iba a asumir el mando de los rebeldes, y las de otros que se tenían por tales. Era tarde ya.

A las tres menos veinte minutos los facciosos lanzaron contra el Gobierno los primeros cañonazos desde el Parrote. A esa hora veníamos de comer de la calle de los Olmos, Rodríguez Otero y yo, y nos encontramos en la calle real al doctor Barbeito que se encaminó con nosotros hacia el Gobierno Civil. No llegamos allí porque en el camino, frente a la librería de Lino Pérez, nos encontramos a la señora del Gobernador acompañada por un ordenanza y nos pidió que la llevásemos a casa de López Abente, en la misma calle. Como entonces ya habían comenzado los paqueos fascistas desde muchas casas de esa vía y travesías, en más proporción en la rúa Nueva y en la de García Hernández
[San Andrés], yo me uní a nuestros grupos, Barbeito se fue al hospital al ver los primeros heridos, y de Rodríguez Otero no volví a saber.

Se generalizó la lucha en la Telefónica, Juana de Vega y plaza de Pontevedra, en donde ya la Guardia Civil se nos había enfrentado. Se luchaba en las calles del Socorro
[Juan Canalejo], Orzán y travesías contra los militares que habían salido del cuartel de Artillería de Zalaeta; y había tiros en todo el sector de la rúa Nueva, Santa Catalina, Real, Olmos, Galera, San Nicolás, debido al paqueo y a que venían hacia el Gobierno Civil los militares, al mismo tiempo que otros salían de la ciudad Vieja, también en la misma dirección.

Serían ya las ocho horas. Los nuestros se corrieron por la calle Real al Gobierno Civil. Eran milicianos y de Asalto. Ya en la calle de Bailén estaban en silencio las dos ametralladoras que allí había en la puerta del estanco y en el primer piso del Salón París. Oímos que nos gritaban desde el primer piso del Gobierno "¡Alto el fuego!". No hicimos caso a los dos primeros avisos. Al tercero los de Asalto se fueron a los portales y todos nosotros tras ellos. Allí nos detuvieron los rebeldes. Tenían miedo. Temblaban, eran pocos, no se explica como nos dominaban de aquella forma. Yo pensaba que había sido una burrada que se hubiese quedado nuestro estado mayor allí en el Gobierno.


lunes, 22 de agosto de 2011

La Casa de Bendamio


Concluido el primer día de lucha en la ciudad, 20 de julio de 1936, las milicias del Frente Popular tienen que replegarse y tomar posiciones en puntos altos. El Ejército domina la Ciudad Vieja, Pescadería, internándose en el Ensanche hasta la plaza de Galicia. No avanzan más porque se les hostiliza desde la zona que ocupaba el edificio sindical de la CNT situado en Federico Tapia. Este, sospecho que se encontraba el mismo lugar en el que luego se levantó el edificio de Sindicatos, hoy sede del COAG. Las milicias del Frente Popular, si bien el día 21 intentan un avance por Linares Rivas con la llegada de las columnas de mineros de Viveiro y Noia, no pasan de la plaza de Orense y tienen que replegarse una vez más haciéndose fuertes en una línea que va de Santa Margarita a la Fábrica de Tabacos, pasando por las Escuelas Labaca en Juan Flórez, Chalet de Torrado, Casa de Bendamio, Casa de las Cigarreras en Cuatro Caminos hasta dicha Fábrica de Tabacos en la Palloza. Al final del día 21 las milicias frentepopulistas son de nuevo desalojadas replegándose a posiciones que se encontraban en la zona de la actual estación de Autobuses (antigua Estación de Ferrocarril del Norte de España), Monelos, Fábrica de Tabacos, Montiño o los Castros. Por último, el día 22 se toma la estación del Ferrocarril del Norte en donde el día 20 las milicias habían colocado contra la pared a los trabajadores de la estación con intención de fusilarlos, tal vez para que les indicasen en donde se encontraba un vagón con armas; también el 22 se libera el cuartel de los guardias de Asalto, en General Sanjurjo esquina Río de Monelos, que estuvo aislado durante tres días.

Santa Margarita, el Montiño, los Castros y otros lugares, siguen llamándose así. Al barrio del Gurugú se puede acceder subiendo la escalinata de la calle del Pozo. El chalet de Torrado se encontraba en el punto más alto de Linares Rivas, en donde se encuentra esta casa de Rafael González Villar. Más problemática resulta la localización de la casa de Bendamio, o de la que se cita por Silva Fereiro como "obras en construcción de Bendamio". Carlos Fernández recoge (p. 576) un testimonio anónimo en el que se dice que la casa de Bendamio era un "edificio en construcción entre las avenidas de Fernández Latorre y Primo de Rivera". Sospecho que el edificio tenía en construcción los dos últimos pisos. En cualquier caso la casa de Bendamio según tradición oral que pude recoger está aquí, la misma que aparece en la imagen que acompaña a esta anotación. A día de hoy no es el edificio más alto de su entorno, pero en 1936 estaba rodeado por inmuebles mucho más bajos y desde él se podía dominar un avance del Ejército por Linares Rivas. Me dicen también que "durante la guerra" en el sótano de esa casa --al que se accede bajando por la escalinata de Rafael del Río-- se atendió a heridos.



lunes, 15 de agosto de 2011

Armería Eirea


Cuenta Payne (p. 51, n. 2) que en la primavera de 1934 "durante tres horas de cacheos en el centro de Madrid se ocuparon a los transeúntes ciento tres armas de fuego". En aquella sociedad era muy común la posesión de armas con o sin licencia, no sólo por los falangistas que eran una minoría, sino por las izquierdas como vimos en este blog y cualquiera que conozca un poco aquella sociedad y la proliferación de conductas primarias, reconoce. Si la población empleaba armas, también existían comercios dedicados a su venta, así como a la de accesorios para las mismas. Uno de estos era Casa Eirea, establecida en el local que hoy ocupa esta tienda de ropa en el nº 67 de la calle de San Andrés, aquí.

En la mañana del 20 de julio de 1936 Salvador Eirea Otero, al saber que en otras armerías se estaba realizando una requisa de armas cerró su comercio. Fue a buscarlo a su domicilio el teniente de Asalto Isidro Pousada Serantes, que de orden del gobernador estaba recorriendo las armerías de la ciudad para incautarse de las armas y entregarlas a una parte del pueblo, el que en aquella sociedad y en vista de lo que por ejemplo ocurrió con el magistrado Policarpo Fernández-Costas Valdés, de lo que sucedió en el Cuartel de la Montaña, o que no sólo se llevaban las armas sino que robaban otros objetos en estos comercios, no resulta exagerado identificarlo con el populacho. Pousada no lo encontró en su casa y Eirea en compañía de su hijo Manuel se trasladó al cuartel de la Guardia Civil, cuerpo que era el que de acuerdo con la legislación entonces vigente asumía las competencias en lo que a inspección de armas se refiere. Allí se le dijo que no podían hacer nada y que lo mejor era que se trasladase al palacio de la 8ª División Orgánica, en el que fue recibido por el jefe de Estado Mayor, teniente Coronel Luis Tovar Figueras. Este le ordenó que se quedase en la División y de ningún modo entregase el armamento.

Las milicias del Frente Popular acabaron asaltando la armería, y según Lamela (pp. 73-76) fue Pepín el de la Lejía --en entrevista que le concedió-- el que le dijo que había sido él mismo quien forzó el cierre de Casa Eirea retirando con sus hombres las armas. De las armas que se llevaron --porque no sólo se llevaron armas-- destacan cuatro revólveres, tres pistolas, cuarenta cuatro escopetas, así como cientos de cartuchos y balas. Decía que no sólo se llevaron armas porque este asalto recuerda a otros varios de los que nos ocupamos, como el de los almacenes de la Casa de Socorro de Santa Lucía, el asalto a la casa de Carlos Puga, la ocupación del Gobierno Civil en las elecciones de febrero del 36, los asaltos al convento de los Redentoristas, en los que recordaréis que tras el del 20 de julio se pusieron a la venta los colchones producto de la rapiña al precio de 3 y 4 pts., etc. De la clase de individuos que desvalijaron la armería Eirea da idea el hecho de haberse llevado, además de las armas: 45 cinturones de caballero; 2 máquinas de afeitar; 29 monederos de piel de cocodrilo y 3 de serpiente; 50 monederos corrientes; 42 carteras; 3 pitilleras de cocodrilo; una cartera y pitillera de camaleón; 4 docenas de cucharas para sopa; 3 docenas de cucharillas para café; 22 balones; 24 extractos de perfumes; 6 tarros de crema; 2 docenas de pastillas de jabón; 17 cañas de pescar; 38 petacas; 69 tijeras; linternas, pilas, bombillas, cuchillos, navajas, cortaplumas, navajas de afeitar, etcétera, que con los daños en el comercio, Salvador Eirea valoró en 11.921,86 pts. de la época y de las que pidió se hiciese responsables civiles subsidiarios a las autoridades del Frente Popular que poseían bienes y con cuya anuencia se desarrollaron estos actos vandálicos.


jueves, 11 de agosto de 2011

La casa de la Maragata


Voy con otro caso en el que un falangista mítico, Patiño --ya nos ocuparemos de él-- perseguido y maltratado como tantos otros, no se resignó a ser asesinado, en este caso por los de la Lejía. Uno de los cargos más serios que se imputaron a Bébel, France y Jaurés García García durante la instrucción del juicio sumarísimo y posterior consejo de guerra que los llevó a ser fusilados, fue el intento de asesinato del falangista Eduardo Patiño Pérez.

Al parecer Patiño, un joven de 27 años, obrero humilde, analfabeto como tantos otros, que durante la II República tanto trabajó en la construcción como en las labores de carga y descarga de los barcos en el muelle, natural de Curtis, se encontraba ese verano de 1936 pasando unos días con su familia en la parroquia de Santa María de Ois (Coirós). El miércoles 22 de julio iba por la N-VI a la altura de Ois (en realidad O Fontelo dentro de la propia parroquia de Ois) cuando se encontró un coche parado. Al pasar junto a él reconoció entre sus ocupantes a Bébel, France y Jaurés García García, que a su vez también lo reconocieron: "ese es un fascista de Coruña". Como los de la Lejía desde el coche comenzaron a hacer ademanes con las pistolas y Patiño no llevaba armas, cruzó hacia la casa de la Maragata para refugiarse entre la maleza del monte, siendo tiroteado durante la huida e incluso en el monte por si al azar le alcanzaban.

¿Sería cierto este cargo que se imputó a los de la Lejía? Como para los señores de la memoria histórica cualquier aspecto desfavorable que aparezca contra sus hagiografiados en los autos de una causa criminal instruida por la jurisdicción de Guerra es siempre falso, confundiendo las escasas garantías procesales que podían tener los reos en un juicio sumarísimo con la que dicen falsedad de las declaraciones de testigos (si estas eran desfavorables a los encausados, claro está), me fui a ver si localizaba la casa de la Maragata. En los pueblos aún se conserva una muy rica tradición oral y en este caso hubo suerte. Una vez que localizo la casa, un estanco y taberna de las habituales en la Galicia rural, pregunté si sabían algo de un tiroteo ocurrido allí al comienzo de la guerra. Salió una señora de provecta edad a la que llamaron quien me refirió que su madre y su tía estaban sentadas fuera de la casa, en unos bancos de piedra que aún se conservan. Tuvieron que ir para el interior porque varios individuos disparaban contra otro; que una de las balas impactó en el muro de la casa y allí se veía la señal hasta que la reformaron; y que el individuo se refugió en el monte detrás de la casa. Por cierto, también pregunté si alguien había ido a preguntar por este caso, y una vez más resultó que nones.

Vuelvo a lo mismo que decía en la anotación anterior. La pena de muerte se nos puede antojar inaceptable con la mentalidad de nuestros días. Pero como quiera que tanto nuestra mentalidad como nuestros días no son los de la II República, empleando la lógica de la época, habrá que decir que a los de Lejía al fusilarlos sólo les hicieron lo mismo que ellos querían hacer con el bueno de Patiño: matarlo. Como resulta que media España no ser resignaba a morir, no sólo físicamente, o a ser asesinada, los de la Lejía, hoy mitificados sin que se les conozcan los méritos y sí los deméritos, no fueron los únicos fusilados.




martes, 9 de agosto de 2011

Escopeteros en la casa de Corredoira


Otro de los lugares de lucha fue el final de la calle de San Andrés. El día 21 de julio por la tarde, al parecer cuatro o cinco escopeteros se apostaron en el tejado de la casa de Corredoira, la que veis en la imagen y en cuyo bajo hoy ocupado por un supermercado estuvo hasta hace no muchos años la mueblería Corredoira. Entre los escopeteros parece que estaba Pepín el de le Lejía. Con rifles y escopetas hostilizaban a los soldados que se encontraban en la panadería de Carro, que por esas fechas ya debía ser de los Macho. La panadería de Carro se encontraba en la calle de San Nicolás ocupando el lugar por el que se abrió la calle del marqués de Pontejos y la cervecería que se encuentra a la izquierda, aquí.

Al parecer también, otro grupo pasó al portal de la casa de Aspe, hoy un solar en el número 4 de la calle de San Andrés. Subieron al segundo piso que por aquellas fechas se encontraba vacío y allí tiraron las armas que luego se encontraron.

Como estos escopeteros --con independencia de que no causasen bajas-- no disparaban para hacer cosquillas a los soldados sino para matarlos, cualquiera creo que puede explicarse los motivos por los que, de ser detenidos los primeros, hubiesen sido pasados por las armas. Si esta responsabilidad alcanzaba a los dirigidos, la de los dirigentes no era inferior. Dirigentes (gobernador civil, esposa, alcalde, dirigentes del PSOE o UGT, diputado de IR, etc.) que dispusieron el reparto de armas para que la población civil desatase la revolución y matase o hiriese a los militares alzados. No les causaron otro daño distinto al que ellos pretendían ocasionar a los alzados: matarlos. La pena de muerte se nos puede antojar inaceptable con la mentalidad de nuestros días, pero la II República restableció la pena de muerte y la mantuvo en el Código de Justicia Militar.



sábado, 6 de agosto de 2011

El Hotel Europa


Le voy a dedicar varias anotaciones a lugares que fueron protagonistas al comienzo de la guerra. Por tener un nombre popular o por haber desaparecido, no se suele conocer su ubicación precisa a día de hoy, y me consta que existen dudas. La foto quiere dar idea del solar en el que se encontraba el Hotel Europa, en el número 81 de la calle de San Andrés, aquí. Sobre él se levantó una parte del edificio de la actual Nova Caixa Galicia. Al parecer era un hotel muy del XIX con su fachada de sillería y una escalera que quienes conocieron este inmueble recuerdan como muy romántica. Al pie de esta escalera fue asesinado el 20 de julio de 1936 el magistrado de la sala de lo penal de la Audiencia, Policarpo Fernández-Costas Valdés. Por aquellas fechas cuando un varón se desplazaba a otra ciudad, bien por razones de estudios o de trabajo, si era soltero o dejaba a su esposa en su lugar de origen, no alquilaba un piso ni compartía un piso de estudiantes. Lo común era que fuese a vivir a una casa de huéspedes o a un hotel.

En el caso que nos ocupa, parece que el mencionado 20 de julio llegaron las milicias de izquierdas con el propósito de cachear a los huéspedes mientras estaban almorzando en el comedor del hotel, situado en la planta baja. El magistrado hizo saber su condición y se adelantó hacia la escalera para subir a su habitación rehusando el cacheo. No le dio tiempo a subir porque le dispararon, no para que se detuviese, sino directamente a la cabeza para matarlo. Al menos una de las dos balas o las dos hacen que fallezca como consecuencia de "hemorragia cerebral traumática" (p. 163).

En contra de lo que se dice y repite, en el sentido de que los nacionales colmaron de homenajes a todas sus víctimas con calles, placas y otras distinciones, durante cuarenta años además, no hay ni hubo en el lugar ni en la Audiencia una placa que recordase este asesinato. Tampoco se le dedicó una calle o se le tributó cualquier otro homenaje durante el Franquismo. En este sentido, tiene guasa que en esa hoja volandera publicada por la memoria histórica local, que conservo como oro en paño y en la que aparece la relación de unos 571 muertos "víctimas da represión franquista" durante la guerra civil en La Coruña y 9 ayuntamientos más o menos próximos, relación que sirvió de base para ese monumento en el que se esculpieron los nombres de los supuestos represaliados, digo que tiene guasa que se incluya a este magistrado entre las víctimas de la represión franquista cuando en realidad fue víctima de la barbarie revolucionaria. Las cosas de la memoria histórica, que ni es memoria porque como vemos se les va la olla, ni menos historia, como no sea la historia del ranchero enamorado o alguna similar.



martes, 2 de agosto de 2011

Millán Astray: hijo predilecto de La Coruña


Con motivo de una reciente sentencia en la que se reconoce que no es de aplicación la ley de memoria histórica a la hora de retirar el título de hijo predilecto que su ciudad natal había concedido a Millán-Astray en 1922, tal vez convenga dedicar una anotación al contexto en que se consideró que José Millán-Astray Terreros era merecedor de gloria inmarcesible como héroe popular que era.

Es sabido que la guerra de Marruecos constituyó una sangría de soldados de reemplazo, que llegaban al frente y eran masacrados de forma sistemática. Millán-Astray consideró que España precisaba de un cuerpo de élite que pudiese sustituir a los soldados de reemplazo y se creó la Legión en 1920. En ella no sólo supo incardinar a muchachos que procedían de los estratos más humildes de la población, sino que los dignificó y los convirtió en los héroes que habían parado la sangría que había sufrido la sociedad española hasta entonces, de la que pocas familias se habían librado. Si esos soldados se habían convertido en héroes, no hay para que decir que el organizador del cuerpo alcanzó una popularidad inusitada.

En julio de 1922 Millán-Astray emprendió viaje a Galicia para descansar unos días en el balneario de Mondariz, y también para incrementar el reclutamiento de voluntarios para la Legión. Llegó a Orense el 16 de julio siendo obsequiado con un banquete y pronunciando el consabido discurso. Tras el descanso en Mondariz, se desplazó a Vigo el 27 de julio en donde fue de nuevo homenajeado pronunciando una conferencia en el Teatro Odeón, abarrotado de público. El día 28 emprendió camino a La Coruña. A Santiago fue a esperarlo el popular escritor Alejandro Pérez Lugín acompañado de varios periodistas, diputados y amigos. En los pueblos del trayecto fue objeto de manifestaciones de afecto. Los ayuntamientos de Enfesta de Oroso (hoy absorbido por Santiago), Ordes y Culleredo, salieron a la carretera deteniéndose el entonces teniente coronel en estos puntos para corresponder al homenaje.

En La Coruña el recibimiento fue multitudinario. Se organizó una caravana de 33 automóviles que lo espero en Alvedro, en la propia finca de Pérez Lugín en donde se sirvió un lunch. Precisamente la imagen tal vez esté tomada en esta finca de Pérez Lugín, en Alvedro. Más tarde partieron para la ciudad en donde fue objeto de un entusiasta recibimiento. Entró en La Coruña a las siete y media de la tarde, coincidiendo con la salida del trabajo de las cigarreras de la Fábrica de Tabacos, que en tanto que mujeres humildes y madres agradecidas, se unieron a los manifestantes y acompañaron a Millán Astray hasta el Ayuntamiento a cuyo balcón se vio obligado a salir para agradecer a la población el homenaje, que algunos medios califican como delirante. En el propio ayuntamiento, se produjo en términos de gran modestia y dijo que en África sólo se portó como un coruñés.

El sábado 29 Millán Astray visitó la Fábrica de Tabacos para agradecer a las cigarreras su gesto. A las dos de la tarde visitó la redacción del diario El Orzán, en donde fue obsequiado con un vino. Ya a las siete pronunció una conferencia en el teatro Rosalía de Castro. Al salir y en la propia calle fue de nuevo objeto de grandes manifestaciones de simpatía. También se celebró en su honor un banquete en el popular Circo de Artesanos en el que por unanimidad se acordó su nombramiento como socio de honor de la entidad, solicitando a la vez del Ayuntamiento que se le otorgase el título de hijo predilecto de la ciudad. Salió de La Coruña en tren el domingo 31 con destino Santander, y fue muy comentado el hecho de que la oficialidad de Infantería --cuerpo al que pertenecía el fundador de la Legión-- no acudió a despedirlo pese a haber sido invitada; también lo recibieron de paisano sus integrantes y con gesto hosco ante la adhesión popular. Este desaire produjo cierto desagrado e incluso se barajó la posibilidad de recoger firmas para que el ministro de la Guerra sustituyese el Regimiento de Infantería Isabel la Católica por otro cuerpo.

Por último, el Ayuntamiento, de mayoría republicana como siempre, haciéndose eco de la petición unánime del Circo de Artesanos, acordó el día 3 de agosto nombrar a Millán Astray hijo predilecto de La Coruña, título que revocó un acuerdo de la comisión que depuró los nombres de las calles y que una jueza acaba de anular.

Me comentaba hace tiempo un militar que retirar la estatua de Millán-Astray, el nombre de su plaza o el título de hijo predilecto resultaba absurdo porque Millán-Astray podía parangonarse a nivel internacional con un general Patton. Pero vivimos una etapa bochornosa que parece llegar a su fin en donde el partido del gobierno por echárselas de izquierdista, cuando su política económica no distribuía de forma más equitativa la riqueza, se dedicó a dar alas y a potenciar a los individuos más exaltados de nuestra sociedad: desde señores que tienen un odio visceral al Ejército, que no sabían donde meterse de la rabia que les entró cuando España ganó el mundial de fútbol, hasta comunistas trasnochados que sólo aspiran a tener un protagonismo personal que la sociedad no les otorga en las urnas o es minoritario una y otra vez.