Ya no queda nada del pueblecito de San Roque de Afuera, entre rural, urbano y marinero. Creo que comenté en alguna ocasión que la II República quedó fijada en la memoria del campesino gallego como una época de caos en la que, si no pasaban por el aro que marcase el correspondiente sindicato o grupo de izquierdas, les podían cortar los pinos jóvenes, les quemaban los pajares y alpendres, les derribaban los muros de mampostería que delimitaban las fincas, o bien, como en el caso de hoy, les ocasionaban daños en las cosechas.
El 1º de mayo de 1936 no sólo se festejó por aquellas buenas gentes de izquierdas quemando la iglesia de Iñás. Enrique Alvedro Maceiras contaba con varias fincas sitas en San Roque de Afuera que había plantado con patatas. En la tarde de ese día varios individuos le arrancaron la plantación ocasionándole daños tasados en 25 pts. Como me dicen que por esas fechas un saco de 50 kg de patatas costaba en torno a una peseta, el roto que le hicieron al agricultor pudo ascender a algo más de una tonelada de mercancía.
Se acusó en un primer momento a un tal José Rocha y otros, aunque no se pudo probar su participación y la Audiencia sobreseyó. No identifiqué los nombres del agricultor y acusado en las listas de represaliados, falangistas, etc. Podemos estar ante un conflicto relacionado con venganzas entre vecinos, pero tratándose del 1º de mayo y al haberse ocasionado los daños por la tarde, a plena luz del día, me parece más probable que se trate de un ataque por parte un grupo sindical o de izquierdas; que el agricultor no quisiese pasar por el aro que le marcaba algún sindicato o grupo de izquierdas y le levantasen la plantación. Por otra parte, el silencio de la prensa sobre este hecho tanto en La Voz de Galicia, El Ideal Gallego, o El Pueblo Gallego, que publican sucesos muy menudos, hace pensar en un ataque con motivación política o social, que no lo reflejó la prensa por censura o autocensura. El gobierno imponía a los medios una imagen de normalidad, no pasaba nada, pero pasaba.
Leía hace poco que el ejército nacional movilizó durante la guerra a 14 reemplazos, de 1939 a 1926; mientras los rojos tuvieron que hacerlo con 27, de 1941 a 1915, casi el doble. Los nacionales movilizaron a menos soldados forzosos porque tuvieron más voluntarios, que siempre salen del pueblo, como podría ser este agricultor, sus hijos o parientes.
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