domingo, 15 de septiembre de 2013

Coaccionadores

De acuerdo con el P. Silva Ferreiro, la huelga general planteada el 20 de marzo de 1936 fue pródiga en choques violentos. Vimos algunos en la anotación anterior así como otros, y hoy podemos documentar uno más. Al día siguiente, 21 de marzo, sobre las siete menos cuarto de la mañana, una pareja de la Guardia Civil se dirigía a relevar a los que se encontraban prestando servicio de protección en el transformador de Montrove (Oleiros). Quiero suponer que la Guardia Civil no prestaba servicio permanente en este punto, sino que dada la proximidad del núcleo anarquista de San Pedro de Nos --que había dado elocuentes muestras de sus actividades terroristas-- se quiso proteger el transformador, por ejemplo de un atentado con explosivos.

Lo cierto es que los guardias Antonio Dapena Corbal y Antonio Pérez Seoane se dirigían al transformador de Montrove en una camioneta a cuyo volante se encontraba el conductor del instituto, Manuel Bazaga Delgado. Al llegar a la pendiente que hace la carretera tras pasar los Castros, en las proximidades del Sanatorio de Oza, vieron que seis o siete individuos --a quienes de forma aséptica se llama coaccionadores-- estaban dando muestras de arrojo rodeando a un grupo de mujeres comarcanas. Se trataba de lecheras a las que vertían sus cántaros y otras campesinas que vendrían andando o en burro, y a las que inutilizaban los productos agrícolas que traían para surtir el mercado local. Los guardias se apearon para proteger a las mujeres y al ver esto los que hoy cualquier conciencia honrada designaría como maleantes informativos --por aquellos días les llamarían chulos, rojos, perros de la rabia, etc.-- se dieron a la fuga. Al distanciarse unos cincuenta metros comenzaron a tirar piedras contra la fuerza a la vez que proferían palabras que entraban dentro del tipo definido y castigado en el artículo 256 del Código de Justicia Militar (1890) como insulto a fuerza armada. Ya vimos algunos insultos usados en los años 30. Como por aquellos días el Estado protegía a sus agentes tanto como hoy en USA, los guardias hicieron un disparo cada uno con sus mosquetones y el conductor otro su pistola. Hecha una comprobación, parece que ninguno de los ofensores resultó herido, y al darse a la fuga, tampoco se les pudo exigir que respondiesen por su delito ante el consejo de guerra ordinario de plaza, que de ser detenidos, vería y fallaría la causa que se les instruyó y fue sobreseída.

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