jueves, 25 de marzo de 2010

Emocionarse en un archivo


Los documentos de archivo, tan cotidianos y a veces hasta anodinos para quienes trabajan con ellos todos los días no producen las mismas sensaciones para los que se acercan a ellos por primera vez ¿Te acuerdas cuando por primera vez pudiste ver, tocar, oler un documento de archivo y las sensaciones que te produjo? Se dice que un buen profesional debe tomar una cierta distancia con los asuntos que aborda, no implicarse demasiado... Hasta cierto punto, y en un archivo (que no es un hospital ni la funeraria), tal vez se puedan hacer más excepciones que en otros ámbitos.

Creo que pocas veces pueden los trabajadores de un archivo ver a alguien que se emociona; y aún menos llegarán ellos a compartir esa emoción. En los que se conservan fondos judiciales que reflejan toda la parafernalia burocrática desplegada para condenar a muerte a una persona, alguna que otra vez se contempla por parte los trabajadores la escena, tristísima, de un descendiente que según avanza en la lectura de la causa, se emociona tras leer la sentencia, la diligencia mediante la cual se acredita haberse leído la misma al reo, al ver la última firma de éste; y sobre todo, se emocionan al leer la diligencia acreditando ejecución o la que le sigue en la que se acredita el enterramiento. Si el investigador lo pasa mal, el trance no es menos duro-duro para los trabajadores.

Hay otras experiencias de emoción por parte los trabajadores que resultan dichosas. Imagina que un trabajador de cualquier AHP o asimilado está atendiendo una consulta catastral, le entrega a la consultante una de las típicas fichas de urbana, o expedientes de urbana, mientras le explica esto o lo otro. De repente, la buena de la señora contrae los músculos de la cara y empieza a sollozar:

--P: ¿Se encuentra bien? ¿Qué ocurre?

--R: Es que... en la foto aparezco yo frente a la casa... debía tener siete o diez años... Mi casa era humilde, no tengo fotos de mi infancia, y nunca pensé que llegaría tener una...

Y hay que ir a por unos pañuelos de papel y hasta por un momento contagiarse de la emoción que esa fotografía produce a la retratada. En fin, dichosa emoción que es de las que motivan y alegran el día.



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