A este pobre párroco de Santiago de Arteixo, del que me dicen que destacaba por su bonhomía, no le dieron en el carné de identidad porque no existía, pero lo persiguieron tanto las izquierdas como en menor medida las derechas. Se llamaba Benito Rodríguez Noya y de acuerdo con su testimonio tras las elecciones de febrero de 1936 --que con sentido común califica de funestas-- la gestora municipal de Arteixo comenzó una persecución diabólica contra los curas. Él como los demás compañeros sufrió presiones para que abandonase la rectoral y entregase la iglesia. Querían dedicar la rectoral a casa del pueblo y el templo para cine y salón de baile. A esto D. Benito respondía que él saldría de casa para el cementerio, pero lo iban a acompañar cuatro o cinco más. Esta respuesta no agradaba a aquellas buenas gentes de izquierdas, así que se arbitró otro modo para que abandonase iglesia y rectoral.
LA CRUZ
El alcalde de Arteixo comunicó al párroco que el viernes 5 de junio de 1936 se procedería a la incautación del cementerio parroquial, y que debía encontrarse en el camposanto a las diez de la mañana de ese día. Allí se presentó D. Benito, y cansado de esperar, se dirigió a recoger el cadáver de un vecino para darle sepultura. La comisión municipal se presentó, el cura no estaba y esto dio pie para que el alcalde ordenase a la Guardia Civil la detención del sacerdote. La fuerza se presentó en la rectoral a las diez de la noche y le indicó que debía entregar la pistola que poseía con la licencia correspondiente, y lo detuvo claro. Se le trasladó al depósito municipal de Arteixo, una celda situada en los bajos del ayuntamiento que no se usaba porque los detenidos se encerraban en un hórreo. El depósito era un lugar asqueroso del que se servían los empleados y concurrentes al ayuntamiento a modo de evacuatorio. Allí, según tradición oral que recogió el P. Blanco Rey (pp. 1125-1138), fue vejado y maltratado. Se le aguijoneó, insultó, escupió y hasta, según se dice, se llegó a orinar sobre él desde una ventana que daba a la celda. Estaríamos en un caso similar al que me contaron hace poco sobre el cura de Sigrás, al que también se decía que le habían meado en el depósito municipal de Cambre. Los carceleros de D. Benito, el portero y el alguacil municipal, los Fabeiros, decían que iban a dar de comer al perro, o lo motejaban de cuervo negro.
Al parecer esa noche del viernes estuvo casi toda acompañado: la familia González, Julio Iglesias Rey y otros vecinos lo apoyaban llevándole mantas, comida, bebida y dándole ánimos constantes. En la mañana del sábado se hicieron gestiones y a las cinco de la tarde se recibió un oficio del gobernador civil ordenando la puesta en libertad inmediata del párroco. El alcalde se resistió a cumplirla y ahí empezó la contienda entre derechas e izquierdas. Las primeras con toda razón sosteniendo que el alcalde no era nadie para incumplir una orden de su superior jerárquico; las segundas, que no había más jefe en el pueblo y más gobernador que el alcalde. Siguió detenido. El domingo por la mañana se presentó el secretario del ayuntamiento en la celda para comunicarle de parte del alcalde que era libre, siempre que abandonase la rectoral y la parroquia antes de las diez de la noche. D. Benito, aunque sentía no poder celebrar la misa dominical, prefirió seguir detenido, aunque replicó al secretario: pero Sr., si en algo ofendí inconscientemente al alcalde, estoy dispuesto a pedirle perdón de rodillas y en público. El secretario se conmovió y fueron a ver al alcalde a su domicilio. Después de tenerlos largo rato a la puerta, recibió al secretario y lo despachó sin querer recibir a D. Benito, que volvió a su celda en donde pasó el domingo y parte del lunes. En la mañana de este día, encontrándose el pueblo amotinado para irrumpir en los bajos del ayuntamiento y liberar a su cura, llegó el delegado del gobernador que ordenó la puesta en libertad inmediata del párroco, cosa que ejecutó el oficial primero del ayuntamiento, acompañando al sacerdote hasta la rectoral gran número de vecinos.
Al parecer esa noche del viernes estuvo casi toda acompañado: la familia González, Julio Iglesias Rey y otros vecinos lo apoyaban llevándole mantas, comida, bebida y dándole ánimos constantes. En la mañana del sábado se hicieron gestiones y a las cinco de la tarde se recibió un oficio del gobernador civil ordenando la puesta en libertad inmediata del párroco. El alcalde se resistió a cumplirla y ahí empezó la contienda entre derechas e izquierdas. Las primeras con toda razón sosteniendo que el alcalde no era nadie para incumplir una orden de su superior jerárquico; las segundas, que no había más jefe en el pueblo y más gobernador que el alcalde. Siguió detenido. El domingo por la mañana se presentó el secretario del ayuntamiento en la celda para comunicarle de parte del alcalde que era libre, siempre que abandonase la rectoral y la parroquia antes de las diez de la noche. D. Benito, aunque sentía no poder celebrar la misa dominical, prefirió seguir detenido, aunque replicó al secretario: pero Sr., si en algo ofendí inconscientemente al alcalde, estoy dispuesto a pedirle perdón de rodillas y en público. El secretario se conmovió y fueron a ver al alcalde a su domicilio. Después de tenerlos largo rato a la puerta, recibió al secretario y lo despachó sin querer recibir a D. Benito, que volvió a su celda en donde pasó el domingo y parte del lunes. En la mañana de este día, encontrándose el pueblo amotinado para irrumpir en los bajos del ayuntamiento y liberar a su cura, llegó el delegado del gobernador que ordenó la puesta en libertad inmediata del párroco, cosa que ejecutó el oficial primero del ayuntamiento, acompañando al sacerdote hasta la rectoral gran número de vecinos.
A las ocho de la mañana del martes día 9 de junio, D. Benito recibió un oficio del alcalde indicándole que si a a las tres de la tarde de ese día no había abandonado el término municipal, volvería a ser detenido. Según Gil Casares, el alcalde lo obligó a marcharse, el párroco recurrió la orden ante el gobernador, que la dejó sin efecto, pero el Martís insistió en ella y el cura tuvo que abandonar el pueblo en el que vivía. El P. Blanco Rey refiere que en las fiestas patronales de Morás del año 1964, él mismo oyó contar a D. Benito, a sus 88 años, que huyó vestido de seglar pero al poco de abandonar la rectoral oyó ladrar a su perro y entonces me volví y dije: ca, coño, el buen pastor no abandona sus ovejas, coño. Y regresé a casa. La Guardia Civil parece que aquí también montó guardia en torno a la rectoral junto con varios feligreses porque amenazaban con incendiarla con el cura dentro. Otro paralelismo con respecto al asalto a la rectoral de Vilaboa. Al terminar de contar estas peripecias, el P. Blanco Rey vio llorar a D. Benito y a D. Nazario Rama Castro, capellán de la Grela, que también pasó las suyas.
D. Benito al final debió abandonar la parroquia y parece que se vino a La Coruña. Se movieron las mejores influencias, incluso izquierdistas como el diputado de IR, Manuel Guzmán García, católico, que en mi opinión era más negociante que político, pero su participación en el reparto de armas el 20 de julio, desde el Gobierno Civil, hizo que fuese condenado a sufrir la pena de muerte, que no fue conmutada pese a que alegó haber intercedido por el párroco de Arteixo. Lo cierto es que después de un mes de presión sobre el gobernador civil, Francisco Pérez Carballo, llegó un día en que manifestó: no me molesten más, no quiero saber nada de ese Cura, que se entienda con el alcalde, que es el que lo puede arreglar.
¿Qué camino le quedaba a D. Benino sino entenderse con el alcalde, si vivía en un país en donde los gobernantes hacían papel mojado de la ley para no enfrentarse con sus correligionarios? Se puede decir que fue una democracia poco democrática, una pseudodemocracia, o que la calidad democrática de aquella pretendida democracia era muy inferior a la actual, pero los hechos son elocuentes y están ahí ¿Y este es el régimen que exalta la progresía patria como un modelo a seguir? ¿Otra vez la mercancía averiada de Cataluña cantón independiente, España república federal o la política de laicismo correúdo como modelo? Vamos, hombre, vamos: tururú.
EL CALVARIO
D. Benito, con la tensión que le producía el abandono de su rectoral e iglesia, "con esto abandonado y en poder de extraños", dice, no vio otra salida que entrevistarse con el alcalde, y ahí comenzó su calvario porque las derechas no querían que tratase en absoluto con el alcalde. Deseaban que fuese un instrumento contra las izquierdas y este sacerdote lo único que quería era dedicarse a lo suyo y dejar la política para los políticos.
Tras las gestiones, el sábado 4 de julio acudió a casa del alcalde, Martís, en donde se encontraban varios revolucionarios que eran de los que amenazaban con volar la iglesia y rectoral, que aunque no fuesen ellos conseguirían a gente de la Casa del Pueblo de La Coruña que lo hiciese, según le dijo Martís. Lo coaccionaron. Para restituirse a la parroquia debía ingresar en la Sociedad agraria de campesinos de Arteixo, que no estaba federada a la UGT y CNT, pero había adquirido un matiz abiertamente izquierdista; debía comunicar en el ofertorio de la misa del domingo siguiente que regresaba a la parroquia con el beneplácito de la sociedad y corporación municipal; y que se obligaba a ello bajo pena de ser expulsado de la parroquia. D. Benito no vio otro camino que aceptar la coacción y el domingo 5 de julio anunció en el ofertorio de la misa lo que le habían exigido. Desde entonces fue estimado por todos los izquierdistas, incluso en los días álgidos al comienzo de la guerra, en los que la casa rectoral e iglesia fueron defendidas de tanto revolucionario como merodeaba por allí. Parece que la generalidad de las derechas estaba con el párroco, pero unos pocos no aceptaron que claudicase ante las ilegalidades y en cierto modo se convirtiese en un instrumento del alcalde y la Sociedad. El asunto debió escandalizar porque el 9 de julio, el arcipreste de Faro, Leoncio Barro, se apresuró a denunciar el caso al canciller de la Curia compostelana. Le había llegado por dos conductos distintos de testigos presenciales que el párroco de Arteixo en el ofertorio de la misa había realizado manifestaciones que suponían una claudicación, que contrastaba con la conducta reprobable de los que habían sido sus perseguidores. Todo ello motivó un expediente que acabó condenando al párroco a realizar tres días de ejercicios espirituales en una casa religiosa; y a ofrecer una satisfacción a los feligreses que se habían sentido ofendidos, en el ofertorio de la misma de un domingo o día festivo.
¿Quién dijo que aquello no estaba muy mal, o que no había esa anarquía a la que aluden algunas fuentes, tachadas de propagandíscas por los historiadores oficiales? La vemos todos los días, y a saber la que se escapa porque no dejó rastro en los papeles o porque no se conserva en la tradición oral.
¿Quién dijo que aquello no estaba muy mal, o que no había esa anarquía a la que aluden algunas fuentes, tachadas de propagandíscas por los historiadores oficiales? La vemos todos los días, y a saber la que se escapa porque no dejó rastro en los papeles o porque no se conserva en la tradición oral.
Creo que la vieja casa rectoral de Arteixo se encontraba en esta plaza de Santa Eufemia, cuyo solar cedió la Iglesia al Ayuntamiento a cambio de unos terrenos en los que se levanta el nuevo templo parroquial de Santiago de Arteixo, junto al balneario.
Os dejo alguna imagen más del exterior de la iglesia y su entorno.
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