viernes, 30 de septiembre de 2011

'Nomes e Voces': más sobre su escasa fiabilidad


Cualquiera pensará que los persigo y busco en donde fallaron. Pues no. Tan sólo contrasto en ocasiones la información que poseo con la que publicaron ellos (y otros autores) y me reafirmo en la idea de que ese proyecto fue una "chapucilla" propagandística para escandalizar; como tal, se hizo a todo correr, y lo que de él proceda en mi opinión es menos seguro que un caramelo a la puerta de un colegio.

Me ocupo hoy de un individuo para el cual este proyecto considera que se le debe otorgar honra para siempre, y no le duelen prendas en colaborar a la hora de reconocer públicamente a alguien que como veremos fue condenado hasta en cuatro ocasiones por hurto, y una por estafa. Condenas de las que no creo que nadie ponga en duda, que resulta para el homenajeado una indignidad manifiesta. Por el hecho de haber sido fusilado tras sentencia dictada en consejo de guerra, el chorizo recupera honor y dignidad. Vamos, hombre, vamos... A otro perro con ese hueso.

Los habitantes de Carballo tienen fama de ser trabajadores, también en ocasiones algo bruscos en sus modos. Los han perjudicado en su fama --menos de lo que ellos creen-- las colonias de moinantes asentadas en su término municipal, que de día venden en ferias o trabajan como carteristas, y de noche desvalijan chalés o roban animales y cosechas en casas de agricultores y ganaderos. No todos los ladrones de Carballo son de ¿etnia? moinante, pero sospecho que la mayoría de los ladrones de Carballo son moinantes, y me quedo con la duda de no saber si en realidad el individuo protagonista de esta anotación, fusilado y homenajeado tanto por el proyecto Nomes e Voces, como por los señores de la memoria histórica, era un moinante, que sería ya pa mear y no echar gota.

RAMÓN FERNÁNDEZ N. (PARA NOMES E VOCES, RAMÓN FERNÁNDEZ NAYA ).

Es sabido que a los hijos de soltera se les ponía el o los apellidos de la madre. En caso de que la madre tuviese un solo apellido, se ponía este como primer apellido del hijo y de segundo no se le ponía apellido alguno o se le añadía un No o N. Todo ello para significar que el hijo carecía de padre que lo hubiese reconocido, que era hijo natural, esperando un reconocimiento y el añadido de un segundo apellido que tengo la sensación de que pocas veces se producía. Me ocupo en esta anotación de Ramón Fernández N., al que sin tronar ni llover, el proyecto Nomes e Voces y el monumento que erigieron los señores de la memoria histórica, como veis, dio en llamar Ramón Fernández Naya... ¿Cómo es posible que este proyecto se dedique a pontificar sobre las reglas conocidas del oficio historiográfico? Porque venderse se venden de_luxe, pero en la práctica resulta que la calidad, el rigor, la minuciosidad, el oficio historiográfico en definitiva, escasea.

Me llama la atención que en ese monumento sólo aparecen 15 hijos de soltera con un solo apellido de los 571 inscritos, un 2.6%, lo cual me parece a ojímetro algo escaso y por ello y en vista de este ejemplo me pregunto si se habrán inventado apellidos. Con un poco de suerte, saldremos de dudas en otras anotaciones.

Ramón Fernández o Ramón Fernández N., pero nunca Ramón Fernández Naya, nace en la feligresía de San Martín de Cances, termino municipal de Carballo, el 18 de diciembre de 1915. Hijo de madre soltera, en 1936 se informa sobre su conducta como una persona que llevaba tiempo haciendo una vida errante, dedicándose al hurto y al robo, motivos por los que había sido procesado y condenado en diversas ocasiones. Efectivamente, en 1932 lo condena la Audiencia Provincial de Pontevedra y el Juzgado del partido de Carballo, ambos por delitos de hurto; en 1933 es condenado por la Audiencia Provincial de La Coruña en dos sentencias, una por hurto y otra por estafa; en el mismo año también lo condena la Audiencia de León por delito de hurto. Supongo que dentro de pocos años tendremos como referente grotesco a las políticas de memoria histórica, con las que se llega al extremo de levantar un monumento con apoyo de las tres universidades gallegas, en el que se tributa reconocimiento público y con subvención estatal, a un individuo que resulta ser un delincuente común.

Durante el mes de julio de 1936 un cosumero --empleado del Resguardo de arbitrios municipales, dicho en fino-- del fielato de Santa Margarita vio que Ramón Fernández entraba en la cabina de un camión parado y salía con un gato mecánico. El empleado de consumos no dio mayor importancia a este hecho pensando que podía ser suyo. Pero al enterarse a principios de agosto por el hermano del propietario del camión, que le habían entrado a robar en el vehículo, le indicó que había visto salir del mismo a Ramón Fernández con un gato mecánico. El día 8 de agosto, también vio como el mismo Ramón Fernández intentaba vender un gato a otro individuo. Por todo ello avisó a Jesús Escariz Expósito, hermano del propietario del camión, que a su vez avisó a unos guardias de Asalto quienes procedieron a la detención de Ramón Fernández. Llegados a Comisaría, fue este reconocido como autor de un hecho grave realizado contra el Ejército en los últimos días de julio. Pasa a disposición de la autoridad militar que lo procesa por rebelión en causa 333 de 1936, siendo condenado a sufrir la pena de muerte y pasado por las armas a las siete de la mañana del 11 de noviembre de 1936.

El hecho de pasar el detenido a disposición de la jurisdicción de Guerra debió ocasionar alguna confusión en la Dirección de la Prisión Provincial, que no acusa recibo a la jurisdicción civil de la detención e ingreso en la cárcel de Ramón Fernández. Tampoco comunica al juez civil que no lo deja en libertad provisional sin fianza según disponía el auto de procesamiento de este, porque quedaba retenido a disposición de la jurisdicción militar. Por todo ello, pese a estar Ramón Fernández fusilado desde el 11 de noviembre de 1936, el juzgado que instruyó el sumario y la Audiencia siguen sus trámites como si siguiese vivo. Como no aparece y por lo tramitado todo indica que se había puesto en libertad, llegan a publicar requisitorias en el BOP y BOE para su busca y captura. Se enteran del fallecimiento del procesado en junio de 1937 cuando se envía a Cances Grande, a casa de la madre de Ramón Fernández, a un agente judicial. La madre del procesado comunica al agente que no tiene noticias de su hijo desde noviembre pasado, y que según rumor público fue muerto en las inmediaciones de La Coruña, y lo cree cierto al carecer de noticias suyas. El desbarajuste burocrático se soluciona pidiendo certificados de defunción a los registros civiles de la ciudad, con resultado positivo en el Juzgado Municipal del Distrito de la Audiencia de La Coruña cuyo juez certifica que Ramón Fernández, de 20 años, natural de Cances (Carballo), fue pasado por las armas a las siete horas del día 11 de noviembre de 1936, según comunicación remitida por el juez militar permanente del Octava División. Todo ello hace que se archiven las actuaciones. Tengo un certificado de esta partida de defunción a la vista (t. 18, fol. 209 v), la misma que debieron consultar los miembros del proyecto Nomes e Voces, y en ella se lee Ramón Fernández, a secas, sin N. y por supuesto sin Naya.

En las notas que os adjunto se le nombra como Ramón Fernández N. o Ramón Fernández, nunca Ramón Fernández Naya. A través de fuentes que me merecen todo crédito, sé que en la causa militar 333 de 1936 que lo llevó a ser fusilado, se le nombra como Ramón Fernández N. y no Ramón Fernández Naya. Con lo cual tenemos una evidencia más sobre la escasa fiabilidad de los resultados obtenidos a través del proyecto Nomes e Voces que otorgan a este individuo un apellido in-ven-ta-do, como determinada corriente historiográfica.



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