viernes, 17 de agosto de 2012

De aquella tropa socialista

Escuchaba hace pocos días una tertulia radiofónica en la que se abordaba el caso Interligare cuando uno de los participantes se refirió al PSOE como la cosa más parecida a un partido criminal que se ha conocido en España: su fundador amenazaba de muerte a los adversarios; en el 34 se levantaron contra el poder público, llegando a asaltar el Banco de España de Oviedo; durante la guerra mantuvieron chekas; se hicieron con los depósitos empeñados en los montes de piedad y con ellos formaron el tesoro del Vita; el caso Roldan; el terrorismo de Estado; lo del BOE, etc. Bueno, más o menos. Se suele decir que la derecha ocupa el poder para hacer negocios y la izquierda para gobernar e imponer una pretendida superioridad moral. A día de hoy soy de los que creen que en lo de hacer negocios o formar tramas clientelares y de poder, los papeles se han invertido, o son equivalentes.

El ejemplo de hoy ayuda a caracterizar a la muchachada que podía acudir a la Casa del Pueblo de las Juventudes Socialistas, de la que ya vimos varios integrantes con antecedentes por delitos contra la propiedad (Pena Vila o Manuel Abelenda Catoira entre los que recuerdo ahora) pero me temo que estos delitos no eran exclusivos de los socialistas sino que individuos que serían capaces de robar también los podía haber en el Partido Radical, en la CEDA, no digamos ya entre anarquistas. De los de Izquierda Republicana, Unión Republicana o el Partido Galleguista yo diría que se caracterizaban más por sus tramas clientelares, por querer alcanzar el poder y resolverse la vida como político, o para llegar desde el Casino Republicano a la Comisión de Obras del Ayuntamiento y favorecer a los amigos, caciquear. No me imagino a ladrones ni ladronzuelos de Falange, al menos antes de comenzar la guerra, que una vez ocupado el poder probablemente algunos se olvidaron de esa sociedad pura y sin corrupción con la que soñaban, o se les unieron otros que de falangistas no tenían nada.

El 19 de abril de 1936 Eduardo García Carneiro acudió a la tienda de Raimundo Alence Maris --quiero recordar que aquí y que se llamaba El Pedal Gallego-- en donde se alquilaban bicicletas. Se hizo con una en nombre de Gonzalo Rodríguez Gantes, hospiciano, y se la entregó. Después de que este diese unas cuantas vueltas fue a la Casa del Pueblo de las Juventudes Socialistas --en la imagen-- y al salir se encontró conque le habían robado la bicicleta de la que no se volvió a saber. Ladrones y ladronzuelos los habría en otras organizaciones, pero en los socialistas creo que más. En principio a un católico humilde lo debe frenar el mandamiento que le insta a no robar (aunque hubo y hay demasiados pecadores); cuando se carece de este freno, o se mamaron unas convicciones en las que el robar se considera una indignidad, o las probabilidades para cometer delitos contra la propiedad en mi opinión se incrementan. En definitiva, que no veo a los cuatro hermanos de la Lejía robando --aunque tal vez mirasen para otro lado--, pero a otros muchos socialistas, sí.

Mis notas.


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