miércoles, 15 de septiembre de 2010

El Fedón . Su último libro


Hace pocos días os hablaba del Centro de Estudios Sociales Germinal, cuya biblioteca, modesta por más que se quiera magnificar su contenido, pereció entre las llamas frente al Real Club Náutico umbiliqueño. Esta biblioteca, además de libros extremistas, contaba al parecer con otros de filosofía. Éstos, o bien fueron echados en la misma pira para hacer bulto y que quedase bien la foto y puesta escena, o bien se los llevaron los muchachos de Falange para sus respectivas casas. Me sigue pareciendo creíble que los obreros, con el nivel de analfabetismo en la sociedad y hasta la escasa formación cultural que podían alcanzar como no fuese con un gran esfuerzo autodidacta, no leían por lo común otra cosa que no fuese el periódico. Con sus honrosísimas excepciones sin duda. Algunos de ellos, y algunos de los miembros de la junta directiva tal vez contaban con otra formación, probablemente autodidacta, y sí leían esos y otros libros. Vamos con un caso, emocionante.

El padre de un amigo mío, fue miembro de la junta directiva de Germinal. Llevaba tiempo intentando tirarle de la lengua para que entrase en las vicisitudes por las que pasó su padre, que una cosa es lo que se escribe, y otra lo que te puede contar de primera mano alguien que vivió los hechos siendo niño. Hace bien poco tiempo, en una reunión de amigos nos sorprendió y habló. Aclaró en primer lugar, que el tema nunca lo había tocado porque tiene por necrófilos (sic) a los que ahora se dedican a contar la película maniquea tan en boga, y se enfadaba.

Entre otras cosas, nos dijo que cuando estalló la guerra, su padre recibió la visita de la Policía. Ésta le dijo que sabían cuales eran sus ideales, que tenían de él malos informes, pero también buenos; que se estuviese quieto y nada le pasaría. Nada le pasó. La misma visita y advertencia se repitió cuando Franco visitó el pazo de Meirás por primera vez. Nunca ingresó en la cárcel. El padre de mi amigo vio como varios de los suyos eran reducidos a prisión y hasta muertos, teniendo que ir a más de un lugar alejado para identificar los cadáveres y que no fuesen sepultados como desconocidos.

También visitaba a sus correligionarios en la cárcel. Uno de ellos, compañero en la junta directiva de Germinal, sabiendo que iba a ser eliminado, tanto por su pertenencia a la asociación como sobre todo por su militancia y actividad sindicalista, le comentó que sentía una cierta envidia de aquellos otros presos que creían en un más allá, el consuelo que esto les podía proporcionar. Pidió al padre de mi amigo que le llevase a la cárcel El Fedón. Quería leer el Diálogo sobre la inmortalidad del alma. Tuvo el libro y pocas semanas más tarde apareció paseado. Impresionante y sobrecogedor ¿no?

Creo que fue Sánchez Albornoz quien dijo que la expulsión de los Jesuitas durante la II República fue el caramelo que se dio a gustar a la masonería para evitar la supresión de todas las órdenes monásticas. Si los de la media memoria tuviesen memoria completa y todos revindicásemos y ensalzásemos a los muertos de ambos bandos (como de forma muy modesta intento hacer yo ahora) no tendría mayor inconveniente en dar el nombre de este libertario que leyó ese Diálogo sobre la inmortalidad del alma en los últimos días de su vida. Como la situación está como está, me autocensuro y no seré yo el que dé a gustar el caramelo con el nombre, y me duele porque me parece una personalidad admirable.



2 comentarios:

Ramiro dijo...

Los libertarios que yo conocí ( no los pseudopacificistas de vestimenta militar de ahora ) acostumbraban a leer. Y valoraban muchísimo la cultura en las personas, así como la moralidad y la higiene en las costumbres. De todos modos, en la historia del movimiento obrero es constante la reivindicación de escuelas públicas y de la enseñanza obligatoria. Con respecto al extremismo, habría que tener en cuenta que en los sistemas políticos "liberales", y aun en los modélicos, el sufragio universal y el derecho de huelga se conquistaron a mediados o fines del XIX y no sin tirar-y mucho- del "AgitPro". ¿O en la propia "Declaration des droits de l'homme et du citoyen" no se dedica, por primera vez en la historia, el epíteto de "sagrado" (¡toma ya!) al derecho de propiedad? ¿Y no acuñó Boissy d'Anglas esa verdad profunda que puso fin a la Utopía el mismo día que detuvieron a Maximilien, a quie, curiosamente, no se le pudo oír defenderse porque tenía un tiro-supuestamente realizado por él mismo- que le atravesó la boca? Pues ésto dijo Boissy d'Anglas:"Un país gobernado por los propietarios está en el orden natural de las cosas". ¡Parece del treinta y seis!...

Ramiro dijo...

Y, abusando de su paciencia, he aquí lo que le espetó Maximilien en la Asamblea al infame Fouché, carnicero de Lyon durante el Terror y ministro de policía con Napoleón y con la Restauración:

"Dinos, ¿quién te ha encomendado la misión de anunciar al pueblo que no existe ninguna deidad? ¿Qué ventaja ves en inculcar a los hombres que una fuerza ciega decide su destino, que castiga por pura casualidad tanto la virtud como el pecado, y que su alma no es más que un débil aliento que se apaga en el umbral de la tumba? Desgraciado sofista, ¿con qué derecho te atreves a arrancar a la inocencia el cetro de la razón, para ponerlo en manos del pecado? (...) Sólo un criminal despreciable ante sí mismo , repugnante a los demásd, puede creer que la Naturaleza no nos puede ofrecer nada más bello que la Nada".