sábado, 4 de septiembre de 2010

Más milongas: libros que arden mal


Según los últimos estudios del CIS, los políticos constituyen el tercer problema de país. Coincido en que no se enteran o no se quieren enterar de la misa la media con demasiada frecuencia. Vamos con un ejemplito que da idea del nivel maribel, porque voy a suponer que la chica no dice lo que dice siendo consciente que miente, sino que es un problema de formación.

Los medios de comunicación nos sorprendían ayer con un titular que recoge las declaraciones de una concejala umbiliqueña en las que aprovechando que el Pisuerga riega Valladolidad, deja caer: "dende o 36 non había unha queima de libros igual". Se entiende estupendamente (creo), pero traduzco para evitar susceptibilidades: "desde el 36 no había una quema de libros igual". A otro perro con ese hueso...

Sin entrar en el fondo de la cuestión, vamos con el titular. Se refiere la concejala a una quema de libros que hicieron los ardorosos muchachos de las milicias de Falange el 18 de agosto de 1936 en Umbilicus mundi, y que se quiere hacer horrorosa, abominable, sólo patrimonio de la derecha, y sobre todo voluminosísima e irreparable. Me contaba un amigo, que otro suyo había participado en la quema y aún se vanagloriaba del hecho en los 90. Habían ido por las sociedades obreras, cargaron los libros en una camioneta y los quemaron en el muelle frente al Real Club Náutico, tal y como se ve en la foto. Este hecho se ha magnificado con el estilo de agitación y propaganda habitual en los que les mola el régimen coreano: que si atentado a la cultura, que si quemaron 8.000 libros nada más y nada menos, que si eran tan brutos que metieron en la pira a La República de Platón y por lo que a gastronomía se refiere, una Enciclopedia de la carne de no recuerdo qué editorial... Tomando por base este hecho, Manolito Rivas publicó una novela (laaaaaaaarga), que pocos deben tener por la mejor de sus producciones. Vamos por partes.

1) ¿Atentado a la cultura? Pues hasta cierto punto, oye. Si entre los libros iban determinadas obras pasadas de rosca, y nos encontramos en un contexto en el que se llegaron a unir fuerzas tan diversas como Falange, requetés, monárquicos, que en poco más coincidían que en su catolicismo, en aquello de que media España no se resignaba a morir, y sobre todo en que había que controlar el orden público, no me parece en absoluto inexplicable que en medio de una guerra procurasen eliminar cualquier elemento que envenenase a la población con ideas que han fracasado en casi todas partes. Entre las obras que circulaban por ese tiempo en España, que pudieron arder y cuya pérdida no me produce lástima, sólo dos ejemplitos de libros que formaban parte de las bibliotecas de las misiones pedagógicas (y me refiero al período republicano porque ya sabemos que, contra lo que repite o calla la propaganda, existieron tanto antes como después):

-Principios socialistas, de Deville, en el que se sostiene que hay que recurrir a la fuerza para conquistar el poder.

-Cómo se forja un pueblo : la Rusia que yo he visto, de Llopis, que contiene un grabadito cuyo pie dice: "El niño pide que el pope (o cura) sea echado de su pueblo".

Si los libros eran de este tenor o probablemente más extremistas como es de suponer en sociedades anarkas, no me alegro de la quema, pero tampoco me preocupa demasiado que pudiesen desaparecer libelos que daban doctrina para fomentar la violencia y el odio. Ahora bien, si esa doctrina mola, te intentan colar que la quema es un acto monstruoso. Se olvidan que de casi cualquier libro hay más ejemplares, y se olvidan también que los izquierdistas y no digamos la masonería, despreciaban absolutamente el patrimonio cultural religioso, siendo la II República y guerra que le siguió el período de mayor destrucción del mismo en la historia de España.

2) ¿Se quemaron 8.000 libros? Tenemos la fortuna de contar con la foto de la quema. No hace falta trabajar en un archivo, biblioteca o librería para saber que ahí no hay 8.000 libros ni de broma ¿300-400? Cualquiera que sepa lo que ocupan los libros, o simplemente que haya contado los libros de casa, sabe que en el montón no hay 8.000 libros ni de lejos.

No los podía haber. La biblioteca más importante de las sociedades obreras estaba en el Centro de estudios sociales Germinal (anarka) y desde que en los 80 se le dio bombo a la supuesta quema de los 8.000 libros, recuerdo que quien iba a Germinal me dijo que allí había una estantería con unos pocos libros, pero que no eran 8.000 ni de broma, y se reía. Que no recordaba a nadie leyendo libros, porque a Germinal se iba a leer el periódico gratis total. Como era un tiempo en el que esto de la memoria histórica me la refanfinflaba completamente, no pregunté cuánto eran unos pocos libros, las dimensiones de la estantería, etc. La exageración de los 8.000 libros es algo que se repite ahora hasta por bibliotecarios (p. 51), pues parece que todo vale. Pero claro, si les va lo coreano y son los mismos que se cogen un rebote del 15 porque se conmemora la demolición del muro de Berlín ¿qué van a decir? Agitación y propaganda pura y dura.

3) ¿Eran tan brutos los incendiarios? De acuerdo con la literatura que se dedica publicitar y darse tormento por esta quema, eran más brutos que pegarle a un padre y no habían leído un libro en su vida. No me lo creo, no encaja. Que entre las milicias de Falange había bestias pardas, no lo pongo en duda. Hace falta ser bastante bestia para para sacar a un señor de la cárcel y asesinarlo. Pero en absoluto todos responden a ese perfil. Por ejemplo, era miembro de estas milicias Salvador Parga Pondal, del Cuerpo facultativo de archiveros, bibliotecarios y arqueólogos. Incluso tenía licencia de arma corta que le concedieron en enero de 1937.

Por otra parte, como no se conoce el paradero de los ejemplares que no quemaron y en las sociedades obreras tal vez habría más libros de los que se ven en la foto, hay que suponer que los propios muchachos de Falange se llevaron para casita una parte de las colecciones. Esto sucedió con la biblioteca de Santiago Casares Quiroga, que sí era una buena biblioteca de varios millares de libros, y de la que sólo quedan unos 800. Y yo juraría que esas derechas eran las que solían proporcionar a sus hijos estudios medios y superiores, que de algo les valdrían digo yo para saber que La República no era un libro subversivo y la Enciclopedia de la carne nada tenía que ver con la pornografía, y hasta que muchos de los libros de Casaritos eran interesantes... tanto, que se los llevaban para casa. Si tan brutos eran, ¿cómo se sabe que quemaron dos títulos concretos?

Para concluir, si hay que hablar de quemas de libros, hablemos de la quema de la casa profesa de los Jesuitas en la madrileña calle de la flor, con su biblioteca de 80.000 volúmenes, que al parecer era de las importantes, la segunda de España tras la Biblioteca Nacional según se dice. Esto por no irnos a Oviedo durante la Revolución de octubre del 34 en donde perecieron 55.000 libros de su biblioteca universitaria, con 250 manuscritos, 66 incunables y no pocos raros; también ardió la biblioteca de la Facultad de Derecho, con 14.000 ejemplares, la biblioteca del Seminario, con 22.000 volúmenes; o la de los Dominicos, con 15.000 ejemplares; por no hablar de casas parroquiales e iglesias asaltadas, que solían purificar con el mismo fuego, ardiendo imágenes, tallas, pinturas, libros de biblioteca o el propio archivo parroquial ¿O de esto ya no conviene hablar, que además no es tan horroroso, abominable, etc? ¿El embudo? Ah, granujas, granujas, pillines, pillines...



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